Capítulo 20- Frágil alianza (Parte 1)

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El coche iba deambulando por la gran ciudad del Litoral. Bueno, no era tan grande como la Capital, pero desde luego, resultaba abrumadora. Había mucho tráfico esa noche y no era para menos. Se trataba de la temporada alta del verano y, en esos días, todo se llenaba de turistas que por la mañana tomaban el Sol en la playa y por la noche se iban de fiesta a los garitos de alterne para bailar bailar y emborracharse.

Eva miraba todo desde la ventanilla del vehículo, abrumada ante tan agitado ambiente. Nunca le habían gustado semejantes aglomeraciones. Corso, quien conducía, se encontraba la mar de tranquilo con aquel clima de fiesta y jolgorio.

—Como se nota que el verano ha llegado —comentó animado mientras metía un volantazo para adelantar a un coche que tenía delante—. No solo las noches se acortan, sino que la gente deja el sofocante interior para refrescarse en la costa.

No todos los nocturnos compartían el entusiasmo de su amigo por el verano. Hacía más calor, los días eran más largos y había más personas pululando por allí. La peor estación para un vampiro. A ella nunca le molestó, pero entendía que no les agradase a muchos de sus congéneres. De todos modos, había algo más importante de lo que preocuparse ahora mismo que de la estación en la que se encontraban.

—Sabes, deberías aprender a conducir —le comentó Corso de manera desinteresada—. Te vendría bien porque con ello tendrías mayor autonomía para moverte y no dependerías tanto de otra gente.

Lo miró de refilón. No se podía creer que le estuviera diciendo algo así, pero llevaba razón. Siempre lamentó que sus padres no la dejaran sacarse el carnet de conducir. Era obvio que se lo prohibieron para así tenerla mejor controlada. Ahora que era una nocturna, ¿cómo demonios iba a sacárselo?

—Si quieres, yo podría enseñarte —le dijo Corso sin dejar de mirar a la carretera—. Cuando tengamos espacio entre medias de todo esto, claro.

Volvió la vista hacia él. Seguía teniendo las mismas pintas de vagabundo trasnochado con las que lo conoció. Ese gorro raído, la sucia gabardina, la poblada barba y esos profundos ojos grises. Parecía parte de su identidad, ya completamente indivisible de él y lo cierto era que si desapareciera alguna de ellas, le resultaría difícil reconocerlo.

—Eso estaría bien —contestó al tiempo que una pequeña sonrisa se formaba en su cara.

—Claro, una vez se acabe todo este embrollo, te llevo a un pequeño descampado y te pongo a los mandos. —Corso se mostró muy divertido mientras decía todo aquello— A ver como se te da.

—Lo más probable es que terminara pegándomela a la primera de cambio.

Los dos se echaron a reír con su comentario. Lo cierto era que compartir aquellos momento con Corso resultaban un alivio entre tantas situaciones estresantes y más le valía estar relajada ante lo que se le presentaba.

Hacía tres días que habían regresado de la Capital, todo ello, con intención de reunirse con los Vampiros Libres con el nuevo plan de Lucila bajo el brazo. Por supuesto, Anya no se lo tomó nada bien. Eva recordó verla muy furiosa, no tan beligerante como la vez en la que la conoció, pero era evidente que aquella propuesta no le gustaba. Corso recalcó el peligro que suponían los cazadores para ella y su gente, quienes estaban más desprotegidos que la administradora del Litoral. Ella también intervino, tratando de convencerla de que, por lo menos, se reuniera con su jefa. A pesar de ciertas reticencias y sabiendo lo que se les podía venir encima, Anya aceptó.

Ahora, Eva no paraba de pensar en cómo sería el encuentro entre ambas nocturnas. Esperaba que las cosas no se salieran de control por todo el rencor que se guardaban, sobre todo, por parte de Anya. Ella y Corso intentarían calmar los ánimos y mantenerlos a raya, aunque temía que se pudiera liar una buena. Conociendo su propia suerte, temía que pudiera ocurrir.

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