Capítulo 3

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Mello:

El peor día de la semana, por mucho, debe ser el domingo. Por alguna razón siento que es el día más largo y caluroso de toda la semana, sin programación interesante en la tele, y por si fuera poco, aquí se les ocurre que la mejor manera de matar el aburrimiento es limpiar hasta el último rincón de la cafetería. Ah, y eso no es lo peor, según el señor Yagami para que podamos terminar antes de abrir al público debemos empezar a las cuatro de la mañana, ¡a las cuatro!, y si lo pienso, creo que ni siquiera eso es lo peor, lo peor de todo es que al ser una rutina ya estoy despierto todos los domingos a las tres cuarenta y cinco sin necesidad de una alarma. Odio mi reloj biológico tanto como odio los domingos.

Tengo fines de semana libres, pero siempre ayudo un poco antes de salir por ahí o irme a casa de mis padres. Ni siquiera tiene sentido que mis días de descanso sean cuando más clientela hay, pero años viviendo con esta familia tiene sus ventajas, además suelen contratar ayuda extra solo para estos días y se las arreglan bastante bien.

—No puedo creer que Light siga dormido.

La voz de la señora Yagami me saca de mis pensamientos, volteo hacia el reloj de pared, las siete de la mañana, ni siquiera me había percatado que los focos del lugar están apagados y que la luz que entra es la del sol. Esta familia está convirtiéndome en zombie sin darme cuenta.

—Debe de ser porque su Light no durmió toda la noche por estar leyendo ese estúpido libro —. Frunzo el entrecejo de forma involuntaria antes de seguir intentando sacarle brillo a las mesas.

—Tampoco te enojes. Uhm... —la señora Yagami revisa la hora en su reloj de muñeca, pensativa— abrimos en media hora... ¡Ya sé! Te doy libre mañana para que descanses de todo lo que hiciste hoy y que Light te cubra ambos turnos, ¿te parece justo?

Me encojo de hombros y sigo en lo mío mientras ella continúa agrupando billetes y dejándolos sobre la mesa para luego anotar los detalles en el cuaderno que tiene a un lado. Me apresuro a terminar, cuando ella se pone a hacer eso es porque en la tarde me pondrá a hacer mandados. No sé qué mierdas estaba pensando hace dos años cuando quise comprar una moto, ahora aparte de ser mesero soy el mandadero. No es que quiera quejarme, pero es domingo, el peor día de la semana.

Si yo quisiera fácilmente podría renunciar y regresar a vivir con mis padres, pero me gusta estar aquí, así que a mis progenitores los visito cada fin de semana o cada dos fines, a veces mejor les insisto que ellos vengan y los Yagami encantados de recibirlos.

—Buenos días... —volteo al escuchar esa voz y me encuentro a Light tallándose los ojos, aún con pijamas bajo el umbral que divide al pasillo del mostrador.

—¡Buenos días, amor! —contesta Sachiko con una gran sonrisa antes de ponerse de pie para ir a saludarlo como si fuera un niño pequeño. Es una manía de ella el pincharnos los cachetes como si no tuviéramos más de veinte años—. ¿Quieres que te sirva el desayuno?

Light asiente y se dirige a una de las mesas, la señora Yagami desaparece tras una puerta que lleva a la cocina, dejándonos solos.

—Buenos días, Mello...

Volteo, viéndolo con esa radiante sonrisa que lo caracteriza, sin embargo lo ignoro. Acomodo las sillas de la última mesa que estaba limpiando y me dirijo al pasillo, sabiendo que atrás mío Light debe haber quedado muy confundido. Sabiendo que saldré a hacer pagos, prefiero ir a tomar una ducha, creo que eso le da tiempo de sobra a mi Lucecita de pensar en lo que hizo.

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Light:

Las noches de los sábados son intocables. Hace tres años descubrimos con Mello un canal de YouTube de un muchacho cuyo fin era subir cuantas radionovelas encontrara. Empezamos por curiosidad, la primera que encontramos era colombiana, al principio fue extraño y la musicalización demostraba que yo ni siquiera había nacido cuando fue grabada, o como dijo el fino de Mello: "todavía ni andábamos en los huevos de nuestros padres". Pero nos enganchamos tanto con las historias que pronto hicimos un hábito que consistía en dejar la cafetería arreglada lo más rápido que podíamos luego de cerrar, cepillarnos los dientes, ponernos el pijama e ir a darle un beso de buenas noches a mi mamá, porque ay de nosotros el día que se nos ocurriera no hacerlo.

The colors of the soul.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora