Capítulo seis

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Teru:

En el tiempo que llevo trabajando en la empresa jamás me he ausentado. Llevo mis chequeos médicos con regularidad, tomo mis vitaminas y me ejercito diariamente, por lo que muy rara vez me enfermo. Es entendible que el señor Ferreira se haya sorprendido del permiso que le pedí para retirarme. Estaba apenas iniciando mi turno cuando me convencí de que no iba a poder concentrarme y decidí hablar con el jefe a sabiendas de que su respuesta podía ser no. Por fortuna es un día tranquilo y debido a mi buen desempeño me dejó ir sin muchas explicaciones, solo dije que me sentía mal. Por supuesto que no le mencioné que el motivo de mi malestar es más bien un suceso que me ha quitado el sueño desde el fin de semana.

Haberme atrevido a hablar con el jefe fue un gran paso, pero la verdadera hazaña apenas empieza. Me detengo frente a esa puerta de madera y dejo salir el aire para que la presión en mi pecho sea menos sofocante, acto seguido tomo el picaporte, no obstante pasan varios segundos antes de que me atreva a empujar. El corazón se me acelera y comienzo a sudar, ¿lo peor de todo? Mi valentía fue en vano, la puerta no se mueve y por inercia lo que hago es empujar más fuerte. Es hasta entonces que leo el letrero que está casi en mis narices: cerrado.

No puede ser...

Me siento tan avergonzado y tonto. Quizá esto es una señal y por inercia retrocedo un par de pasos antes de dar media vuelta. Sin embargo, me detengo al escuchar la puerta abrirse a mi espalda.

—¿Sí...? —me devuelvo sobre mi hombro al escuchar la voz de Sachiko, quien al verme parece acordarse de mí— ¡Oh! El joven del otro día... —truena los dedos, intentado hacer memoria— ¡Teru! ¿No es así?

—S-Sí... Teru —sonrío mientras me desajusto un poco la corbata, de otra forma moriré ahogado. Ni siquiera debería sorprenderme, a mí las cosas rara vez me salen bien— Perdón, no sabía que estaban cerrados.

—Sí, los miércoles abrimos hasta el mediodía —vuelvo a sonreír y asiento con la cabeza, como diciendo "entiendo. Ahora me marcho", sin embargo antes de poder dar un paso ella continúa:—, pero pase adelante. Supongo que podemos hacer una excepción por un cliente tan especial. —Ella sonríe, haciéndose a un lado e invitándome a pasar.

¿Acaba de llamarme cliente especial?

—No es necesario... puedo volver más tarde. No quisiera molestar.

—Alguien que fue tan amable con mi hijo jamás será una molestia —sin darme chance a decidir por mí mismo, me sujeta de la muñeca—. Además, estoy segura que a él le dará gusto que esté aquí.

¿A él le dará gusto? No tenía idea que el detalle del libro pudiera tener tanto éxito. Ibas bien, Teru, ¿cómo es que lo echaste a perder? No, esta vez no fui yo, si el monstruito ese que tiene por amigo no me hubiera bloqueado yo seguiría durmiendo mis ocho horas cada noche. Prometo que una vez salga de esta, si salgo, voy a retomar los ejercicios para el manejo de la ansiedad que mi terapeuta me ha recomendado tantas veces. Si mi adorada madre supiera cuánto gasto al mes en terapia para seguir siendo el mismo muchacho que en cualquier momento va a morir de un colapso nervioso, seguro me desheredaría.

—¿Le gustaría una mesa en la terraza? A esta hora la vista es preciosa. —Sachiko extiende un brazo, como mostrándome que tengo el restaurante para mi solito. Yo asiento mientras le sonrío porque aunque me siento avergonzado de haber venido en mal momento, agradezco su amabilidad de recibirme.

oOo

Light:

—Mello, ¿podrías ir a ver por qué Sachiko tarda tanto?

Mi padre se la pasa buena parte del día en los cafetos y la cocina, el único momento en el que coincidimos es hasta la noche, cuando el restaurante está cerrado. Por eso para él son sagrados los contados días en los que podemos desayunar juntos, y nadie puede comer mientras no estemos todos en la mesa.

The colors of the soul.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora