Capítulo 1

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Teru: 

—¿Tú también nos acompañas, Teru?

Despego la vista del ordenador y veo por sobre mis anteojos a dos de mis compañeros, uno rubio de cabello rizado y el otro pelinegro con pecas por todo el rostro, éste último me acompaña en todos los almuerzos pero aún no memorizo su nombre; es más, llevo casi un año trabajando aquí y siempre me cuesta recordar el nombre de todos, salvo el de los jefes, por supuesto.

—No, gracias. Ya tengo planes—. Y con esa respuesta vuelvo a mi trabajo, aún tengo informes que revisar como para distraerme con tontas pláticas de oficina.

—Ni siquiera hemos dicho a dónde iremos— insiste el rubio, apoyando ambas manos sobre mi escritorio como para ejercer más presión.

—Igual tengo planes—. Me acomodo los lentes y continúo. No me interesa salir con ellos, a pesar de que apenas tengo veintiséis años y que hay personas con muchos más años que yo en esta oficina, me siento como un viejo al lado de mis compañeros. Nunca me caractericé por ser alguien jovial ni mucho menos sociable, pero eso está bien, me siento más cómodo así.

—Anda, Mika. ¡Es viernes!— Esta vez es el pecoso que siempre intenta ser amable conmigo. No sé cuántas veces debo decirle que odio ese sobrenombre, mis padres me pusieron Teru Mikami, no Mika.

—Ya les dije que...

Antes de que pueda terminar, el barrigón de mi jefe interrumpe la conversación.

—¿Están armando planes para hoy en la noche? ¿Y no piensan invitar a este viejo?— Las facciones de mis compañeros cambian, se les ve entre sorprendidos e incómodos, seguramente sus planes eran ir por mujeres y alcohol, ¿pero qué imagen le dejarían al señor Ferreira si lo hacen? —. Solo bromeo, muchachos— suelta una de esas carcajadas que le hacen temblar la barriga y los largos bigotes blancos, yo debo morderme los labios para no reírme con él, o más bien de él —. Ustedes disfruten su noche, yo tengo a mi reina y a mi princesa esperándome en casa.

Mi jefe alza una mano y mis compañeros se ven confundidos entre sí, soy el único que se pone de pie y choca su mano para no romper las ilusiones del viejo, quien sigue creyendo que darse los cinco es un saludo que está de moda.

Nos da unas cuantas indicaciones más como lo haría cualquier padre: «no beban mucho», «si beben no conduzcan», «mantengan sus cosas personales siempre consigo». Yo solamente asiento ante cada recomendación, no pienso decirle que mi plan de una noche perfecta es llegar temprano a casa para ver La Ley y El Orden, eso solo los haría quedarse más tiempo insistiendo y yo solo quiero terminar mi trabajo.

El señor Ferreira se despide y yo no podría estar más feliz, pero justo cuando pienso que al fin me dejarán solo, el rubio ese se lo impide.

—Jefe, usted que todo lo puede, ¿por qué no nos ayuda a convencer a Teru para que salga con nosotros?

—¿Cómo que no quieres ir?— Cruza los brazos sobre su gran barriga y se sitúa de nuevo frente a mi escritorio.

—Es el único que nunca se une a la salida de los viernes— continúa el rubio, como si fuese un niño poniendo queja a su padre —. Nosotros lo invitamos porque nos cae bien a pesar de que sea tan serio.

—Hazle caso a Alex, muchacho. ¡Sal y diviértete!

Así que se llama Alex...

—Lo haría, pero les estaba diciendo que hoy estoy muy cansado y prefiero regresar temprano a casa.

—¡Ya descansarás cuando te mueras!— Prorrumpe alzando las manos, haciendo que casi salte fuera de mi escritorio —. Tú ve con ellos y no vuelvas hasta que no recuerdes tu nombre.

The colors of the soul.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora