«Que ardan los cerdos y que mueran las ratas de esta ciudad.»
No todos los niños se vuelven astronautas o grandes doctores. Algunos se pudren como manzanas y otros sucumben por el peso de sus travesuras, volviéndose monstruos.
Monstruos sin corazón...
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Jordan no era santo de la devoción de nadie, y no estaba dispuesto a creer lo contrario.
Había sido llamado de muchas maneras a lo largo de su vida y nada se sentía tan acorde a él como aquella expresión. Sabía que era complicado, impaciente, volátil, brutalmente honesto e impredecible en mayor medida que el muchacho promedio, pero, ¿eso le molestaba?
Para nada.
Como alfa de Sigma era casi esperable que fuese así, después de todo la única diferencia entre él y los demás ahí era que él tenía el poder. Y era el poder lo que le daba el pase libre de mostrar la cara más cruda de su naturaleza sin miedo a las consecuencias.
No se molestó en alzar la cabeza del teléfono de Kendall mientras los demás hablaban de cómo habían huido de la policía la noche anterior o del concurso improvisado de camisetas mojadas en medio de la tormenta, esas cosas eran nimiedades comparadas con lo que realmente le daba vueltas en la mente.
Desde la noche anterior sus recuerdos se enfocaron en los ojos ensangrentados de Barbie Savant y en la cantidad insana de drogas que traía encima.
—Eh, Mindy ¿dónde mierda estaba tu hermano anoche? —Kendall cuestionó desde su cama, lanzando un par de aspirinas a un vaso de agua con limón que se tomó de un solo trago con una mueca de asco.
—No sé, desde que vino de Madrid ha estado insoportable y no lo he visto, deberías preguntarle tú qué carajo andaba haciendo.
Jasper Rivers era el dealer de confianza de su mejor amigo, el hermano mayor de la capitana de porristas y un drogadicto de cuarta que andaba por la ciudad en patineta cuando no trabajaba en el parque de diversiones de Candyland. Se decía por ahí que se había ido por problemas con la Noir Mortem, pero todos sabían que si ese era el caso, probablemente lo hallarían muerto en algún lugar de la ciudad.
Lastimosamente eso no había pasado.
—Yo sí sé —Jordan aseguró, detallando en las historias destacadas de la rubia y ganándose una mirada confundida por parte de la capitana.
—Escúpelo pues.
Graham se llevó un brazo tras la cabeza y bostezó.
—Seguro estaba chupándosela a su proveedor para que no lo matara por dejar que la muñequita le robara sus clientes, ¿no crees? Yo tampoco daría la cara luego de quedar mal.
—Ay, por favor. —Mindy puso los ojos en blanco y se cruzó de brazos con molestia, alzando el dedo índice—. Para tu información, Capitán Subnormal, acaba de salir de rehabilitación.
—¿Y qué mejor para celebrar que volviendo a tus vicios como dealer? —dijo poniéndose de pie y tomando una botella de agua que reposaba sobre el escritorio—. Sigo teniendo razón.
