La inmensidad de la soledad.

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AEMOND.

122 d.C.

                                                         EL SONIDO que provocó la palma de su madre al chocar contra la mejilla de su hermano mayor, hizo que tanto Helaena como él pegaran un brinco del susto. Ambos niños miraron hacia el frente, sin atreverse a observar la escena.

—Esa es la clase de comentarios que tienes que evitar, Aegon—lo reprendió en voz baja pero severa.

Aegon asintió con la mirada hacia abajo. El carruaje se detuvo del todo.

Era el día del nombre de su media hermana, Rhaenyra, por lo que el rey había decidido hacer una celebración por los prados despejados de Rocadragón; además de que, era el día que los Dagwood se retiraban de la corte para volver a Greenlands, después de una larga estancia en Desembarco del Rey.

—Aun así, madre—la voz cautelosa de Helaena rompió el silencio—. No me ha quedado claro si Rahel se marcha con sus padres o no.

La puerta del carruaje se abrió, y Aemond vio como el semblante de su madre cambiaba a uno más suave cuando miró a Helaena, él también se sintió aliviado al no reconocer ni una pisca de su enojo.

—Rahel se quedará, querida. No tienes nada de qué preocuparte—, le aseguró, y muy dentro de él, sintió una paz invadirlo—. Se casará con tu hermano cuando sea lo suficientemente grande, así que nunca se marchará.

Aemond evitó hacer una mueca, no podía imaginar a su hermano y su prima casados. El sólo hecho hizo que se estremeciera de pies a cabeza. Sin embargo, ese hecho le sirvió a Helaena que, sonrió con alivio y los cuatro bajaron del carruaje.

El sonido de personas en movimiento abarcaba todo el lugar, y el mar de colores chocaba a simple vista, a pesar de que el negro y el rojo predominaba, el verde vibrante del pasto recién cortado, el azul de un día despejado y el bronce de unos ojos ir y venir de un lado para otro, llamaron su atención.

Aemond la observó desde la distancia, tenía los ojos inyectados de sangre y un tanto hinchados como si hubiese pasado la noche llorando. Estaba a un lado de su hermano, Baelon, que la sostenía de los hombros en un abrazo protector; a un lado del niño se encontraba la madre, Vaella Targaryen que, en sus dos años estando en la corte había envejecido como cinco, aunque aún conservaba ese poder que hacía que todos se callaran y la miraran con admiración cuando entraba a una habitación, finalmente, a un lado de ella se encontraba Lord Barristan Dagwood, que, poseía ese mismo poder que su esposa, sin embargo, él parecía más temerario.

—Vamos—les ordenó su madre caminando en dirección de la familia.

Los niños se apresuraron a caminar detrás de su madre, quien saludó de manera cortes a los Dagwood, los niños se limitaron a hacer saludos con las manos; después los padres se separaron de ellos, dejándolos solos entre tanto alboroto.

Dance of the Dragons | Aemond Targaryen||House Of The Dragon.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora