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AEMOND.
125 d.C.
SU CORAZÓN HABÍA ENLOQUECIDO o eso pensó cuando su mirada topó con los ojos brillantes de Rahel Dagwood, fue como si todo aquel misticismo que había creado alrededor de ella finalmente encontrara una razón de ser, en un pacto silencioso, entonces, su brazalete cayó al suelo y ambos se agacharon al mismo tiempo chocando sus cabezas. El dolor fue mínimo comparado por la calidez que lo embriago al escuchar una carcajada sonora de ella.
—Deja te ayudo—, le dijo con una sonrisa en los labios.
Rahel asintió aun soltando leves risitas, tenía las mejillas rojas y un brillo ajeno en sus ojos bronce. Aemond tomó el brazalete, ella extendió su mano izquierda y él se aseguró de ponerlo con cuidado y de manera adecuada. Cuando terminó, las risitas de Rahel habían cesado, pero ella lo miraba con ese mismo brillo extraño y con el semblante relajado.
—Gracias, Aemond—susurró con sinceridad, como si hubiese hecho más que ponerle su brazalete.
Él asintió repetidas veces con la cabeza, retrocedió unos pasos y escondió sus manos detrás de su espalda.
—Puedo preguntarte la razón de que llegaras tan alterada—, se aventuró a decir. Pensó que era buena señal que el semblante de la niña no cambiara.
—La princesa Rhaenyra entró en labor de parto—dijo, una leve mueca asomó por sus labios unos segundos—. Es algo aterrador...
El semblante de Aemond, al contrario que el de ella, se endureció. Otro bastardo con más privilegios que él estaba llegando a la vida.
—Oh, ya veo—se limitó a expresar con sequedad, antes de darse media vuelta y volver a sus libros.
Las manos le temblaban y sentía la vista de ella clavada en su nuca, pero no se giró a verla en ningún momento. Escuchó su resoplido cansado, después sus pasos andar de un lado a otro, él fingió estar realmente interesado en su lectura, aunque realmente sólo pasaba las hojas sin ni siquiera preocuparse por su contenido; por el rabillo del ojo vio como pasaba a su derecha antes de soltar un montón de libros enfrente de él.
Tomó asiento, sin verlo y pronto se encontró leyendo con calma.
Aemond se preguntó el cómo lo hacía, hace un par de minutos atrás parecía a punto de desmayarse de los nervios y ahora sólo leía enfrente de él, hace un par de minutos le había mirado con dulzura, como nadie lo había hecho nunca en su vida y ahora, no se dignaba a mirarlo.
—Aemond—lo llamó, después de rato, él nunca había vuelto su mirada a la lectura, entonces presenció como su mirada de bronce se elevaba lentamente hacia él.
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Dance of the Dragons | Aemond Targaryen||House Of The Dragon.
FanficDANCE OF THE DRAGONS| ❝Era ridículo como toda aquella amargura acarreada por años de la nada desapareciera ante él. Era incluso más ridículo que desapareciera por ella. Aemond siempre pensó que la tristeza maligna de Rahel Dagwood era algo que no lo...