IV

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Gritos se escuchaban por toda la casa. Una voz femenina entre llantos lo llamaba para que fuera hacia ella.

— ¡Ven Félix! Vámonos rápido de aquí.

— ¡Mami!

Grité, mi voz era infantil, era solo un niño de siete años.

— De aquí no se va nadie.

Era aquella voz, esa voz que tanto miedo me daba.

Aquel hombre me tomó por el brazo y de un tirón me dejó en mi habitación, no le dio tiempo a cerrar la puerta porque mamá se estaba acercando para intentar alcanzarme. Su rostro tenía algunas heridas y su cabello estaba mal peinado.

— ¡Mami!

— ¡Félix! ¡Déjame llevarme a mi hijo!

No pude escuchar más. Fue como si todo se quedará en silencio cuando en realidad lo que más había era ruido. Aquel hombre tomó a mi madre por el cabello. Y no sé cuántos golpes fueron. Y no sé cuánta sangre se derramó. No sé en qué momento dejó de respirar. Solo pude ver, como mi vida se iba frente a mis ojos.

...

— ¡Mamá!

Desperté de golpe sentándome en la cama al hacerlo. Aún estaba oscuro, y aún así podía ver una silueta en la silla de mi escritorio. Qué me miraba fijamente, y solo con la luz de la luna me bastó para ver la preocupación brillar en su expresión, su postura era tensa y estaba un poco inclinado hacia delante. Sus ojos en alerta y un ceño fruncido, la expresión de una persona preocupada.

Lágrimas corrían por mis mejillas y traté de limpiarlas lo antes posible con mis manos temblorosas. Pude sentir como se movía a mi lado. Pero no tenía fuerzas para levantarme o alejarme cuando él se sentó junto a mí y se acercó más de lo que debía, más de lo que alguien había hecho si no era para pegarme. Y me recordé que era la segunda vez que él se acercaba tanto, y esta vez yo estaba en uno de esos momentos vulnerables en los que intentaba estar solo, o más bien, era inevitable no estarlo.

Y por primera vez en años, recibí un abrazo.

Y la sola sensación de sus reconfortantes brazos, la sola sensación de esa simple acción y de provenir de él. Hizo que me rompiera en sus brazos.

[...]

Me sostuvo en su pecho por lo que pareció toda una eternidad, y podría acostumbrarme a estar en ese lugar toda una vida. Porque no había nada como el pecho de Hyunjin, era cálido, su corazón latía fuertemente y no trataba de ocultarlo, lo sabía porque estaba apoyado en su pecho, mi corazón también latía descontroladamente, seguro por la cantidad de emociones que se desbordaban de mi en ese momento.

Él estaba recostado en mi cama junto a mí mientras trataba de calmar los suaves sollozos o hipidos que salían de vez en cuando. No había dicho una palabra, en ningún momento, y no hacía falta. Solo las caricias delicadas que dejaba en mi cabello y el brazo que rodeaba mi cintura era necesario en ese momento, lo supe desde en el momento en que comenzó a hacerlo.

Y no sé si fue la calidez de sus brazos al descubierto, porque se había quitado la chaqueta y ahora solo tenía una camisa parecida a la que llevaba esa misma tarde, no sé si fue la agradable sensación de tener a alguien en un momento de vulnerabilidad, el hecho de que fuera Hyunjin, o un desconocido, como él me lo hizo saber, pero en ese momento y con todas esas sensaciones, las palabras salieron de mi boca sin molestarme en retenerlas.

— Desde ese día nunca estuve bien.

Susurré, mi voz rasposa y extrañamente grave se hizo presente. Había dejado de llorar, pero no levanté la mirada en ningún momento y tampoco me aparté de aquel cómodo lugar. Sabía que había escuchado lo que había soñado porque solía hablar dormido. Entonces no tendría que explicar mucho porque el ya comprendía.

— Ese hombre es más peligroso de lo que pueda imaginar jamás.

— Tú mirada me lo hizo saber. Le temes.

— No tienes ni idea de cuanto. — Y fue la primera vez que admití aquello en voz alta...

Silencio otra vez. Su mano en mi cabello se detuvo por un momento y luego retomó su acción dejando suaves caricias.

— ¿Cómo es que está...? ¿Por qué está libre?

— Bajaron su fianza y su hermana reunió el dinero para pagarla. Salió a los seis meses.

No dijo nada más, y yo disfruté del silencio solo porque él estaba allí conmigo, calmando mi ansiedad, calmándome a mí.

— Siento mucho que tengas que estar aquí.

— Siento mucho que tú tengas que estar aquí.

Me susurró de vuelta, no me esperé eso. Apreté su camisa y él me abrazó más cerca. Ahora nuestras piernas estaban enlazadas bajo el edredón.

— La vida está llena de mierda, pero a veces algunos se encargan de hacerle mierda la vida a alguien.

Levanté la mirada por primera vez, su rostro estaba sereno, pero su voz se escuchó profunda como si tuviera experiencia en ese tema. Me sentí mal porque un chico como el tuviera historia en temas trágicos.

— ¿Quieres hablarlo?

Tomé valentía para preguntar.

— Un desconocido puede ser el mejor escape de la realidad.

Me excusé volviendo a poner la cabeza en su pecho, haciendo alusión con esas palabras a las mismas que él me había dicho en su casa. Sentí como respiraba profundo y sus caricias se detuvieron gradualmente. Pensé que lo había estropeado, pero entonces me sentí mejor cuando fui abrazado con ese brazo también. La calidez de mi cuerpo era alucinante, no podía describir lo bien que se sentía estar en los brazos de ese chico.

— Tenía dos años cuando mis padres murieron, no lo recuerdo, estaba muy pequeño. Crecí en el orfanato de BlackTown y hace un año pude salir de allí, el orfanato es tan horrible como el pueblo, pero ese lugar es un infierno peor que la superficie. Estuve unos meses en la calle, en las drogas...

Su respiración se volvió pesada. Puse una mano en su pecho para calmarlo, o ayudar a que se estabilizara un poco.

— Mi mejor amigo... murió frente a mí en una sobredosis. Fue la señal para cambiar de rumbo. Fue difícil, pero lo logré, aunque aún tengo algunos problemas, que no tienen nada que ver con las drogas pero son problemas al final, sin embargo no es lo mismo. Porque estoy mejor, pero aún así no lo estoy, sin él...

— Nada es igual.

Miré en su dirección y el miró mis ojos. Con sus lindos ojos cristalizados. A mi ya se me había escapado una lágrima mientras el intentaba contener sus emociones. Para mí no era tan fácil controlar las mías.

Puse una mano en su mejilla acariciándolo, era mi turno de calmarle. Suspiré aliviado y dolido a la vez. Sin razón aparente, o con una razón que no quería ver.

Él no era tan diferente aunque fuera un poco opuesto a mí. Me sentí bien haber hablado eso con alguien. Y me sentí bien que hubiera sido con Hyunjin.

— Félix...

Susurró suavemente, sus ojos aún me miraban. Y se veía roto, fue algo que no noté cuando nos conocimos, pero ahora lograba verlo. Mi labio inferior tembló al verlo así. Y en un accionar sin pensar me acerqué más de lo que hubiera imaginado que haría. Y toqué aquellos hermosos labios con los míos.

Sentí que podría ser el fin del mundo y estaría en paz cuando me abrazó fuerte, y sentí un sollozo escapar de sus labios, el también se había dejado ir esa noche, y yo estaba dispuesto a sostenerlo como lo hizo conmigo.

Iɴsᴛᴀɴᴛᴇ Dᴇ Fᴇʟɪᴄɪᴅᴀᴅ || HyunlixDonde viven las historias. Descúbrelo ahora