Capítulo final

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—Vamos, más deprisa —dijo Harry angustiado con sus brazos rodeando el torso de Louis.

—Tranquilo, llegaremos incluso antes que él —dijo el mayor dejando una leve caricia a su pierna.

Al llegar al hotel donde su inversor se hospedaba, Harry bajó rápidamente para entrar, con miedo de llegar tarde. Louis, tras dejar a un lado su moto de nieve, lo siguió con una carpeta azul en la mano y una sonrisa en sus labios.

A pesar de ser las 9 de la mañana, el restaurante gozaba de un buen número de clientes. Solo hacía falta una simple mirada, para darse cuenta de que aquel lugar no tenía nada que ver con el pequeño pueblo de Kiruna.

Era luminoso, con grandes ventanales prefiriendo ver el espectáculo de las montañas que aguardarse bien del frío, suministrando más calefacción de la que era realmente necesaria, algunas personas incluso iban en manga corta. Harry no pudo evitar el pensamiento de que las personas que se hospedaban en aquel hotel sin duda alguna eran turistas de muy buena posición económica.

Salió de sus pensamientos al sentir el brazo de Louis guiarlo a la exquisita recepción de mármol, donde un joven trajeado y sonriente, les dio la bienvenida.

—Buenos días—dijo con  voz aterciopelada—. ¿En qué les puedo ayudar?

—Buenas, —dijo Louis sonriendo —tenemos una reserva para tres a nombre de Tomlinson.

Tras un breve chequeo en la agenda, el muchacho tachó el nombre de la lista y les volvió a sonreír.

—Por supuesto, en breves momentos los guiaré a su mesa—dijo el chico para desaparecer tras la barra.

Al girar hacia su acompañante pudo ver como Harry se había perdido mirando el entorno, se encontraba mirando maravillado lo elegante que era aquel restaurante del pueblo vecino. Tras su semana en Kiruna, era inconcebible para su cerebro que hubiese un lugar donde no sea común ir en trineo.

—Apuesto a que aquí sí tienen habitaciones libres—dijo bromeando, mostrando un hoyuelo.

—Probablemente, —asintió él mirando a su alrededor para luego fijar su vista en Harry—. Una lástima que ya no la necesites.

El rizado alzó las cejas y sonrió mientras veía al mayor acercarse a él a pasos lentos.

—¿Qué te hace creer que ya no la necesito?

Louis llegó justo a estar a 10 centímetros de su cara y pasó sus brazos por su cintura para acercarlo más.

—No lo creo. No la necesitas porque siempre que quieras puedes venir a casa.

Harry sintió que el aire se quedaba atrapado en u pecho y suspiró. Louis agarró su barbilla y lo acarició mientras lo miraba fijamente a los ojos. Sabía lo duro que era para él tomar una decisión, pero no podía actuar como si esto no significara nada cuando significa todo.

—No sé como saldrá la reunión de hoy Harry, lo que sé es que no pienso perderte—dijo con determinación—. Si tú estás comprometido conmigo como yo lo estoy, podemos hacerlo. No importa si tenemos que estar viajando a Nueva York para verte cada semana, o si tienes que venir tú aquí. Solo dime que lo quieres, dime que quieres estar conmigo y que aceptas a los niños y te aseguro que lo haremos funcionar.

El menor parpadeó con lágrimas en los ojos, era demasiado para él.

—Louis yo...—dijo con voz temblorosa.

El mayor capturó sus labios en un beso reconfortante mientras le acariciaba la mejilla con su pulgar, poco después se separó de él.

—Por favor, dime que no me negarás la oportunidad de amarte —susurró a centímetros de su boca, viendo una lágrima caer de los ojos del menor—.  No quiero volver a despertar solo en una cama fría después de saber lo que se siente amanecer contigo entre mis brazos, Harry.

Hasta que llegue NavidadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora