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Al día siguiente, Amelia se había despertado primera que todas, todas dormían plácidamente, menos ella que estaba sentada en la cama mirando a un punto fijo en los armarios

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Al día siguiente, Amelia se había despertado primera que todas, todas dormían plácidamente, menos ella que estaba sentada en la cama mirando a un punto fijo en los armarios. Miró hacia arriba donde había una cámara, la miro con desprecio y luego se levantó en busca de un short de jean para ponerselo.

Salió de la habitación y directamente se fue al baño con flojera. Salió de ahí y fue a lavarse las manos y dientes frente a los grandes espejos. Trato de peinarse lo mejor posible y despetarse, lo que le costaba una banda. Luego fue hacia la cocina, donde ahí estaban Romina y Walter, mas bien conocido como Alfa, preparando el desayuno.

—Buenos días —le dijo Romina—. ¿Dormiste bien?

—Uh, si. Algo.

Ame se sentó en la gran mesa y apoyó su cabeza sobre ésta. Alfa se acercó a ella y despeino su cabello, el que le costó tanto ordenar

—¡Alfa! —gritó Amelia.

—¿Qué? Hay que despertarse —dijo el mayor, a lo que luego comenzó a reirse y Amelia le siguió la risa.

Amelia miró hacia el pasillo donde se encontraba un Thiago super alegre camianado hacia la cocina.

—Buenas, buenas —dijo alegremente.

Ni Amelia puede levantarse con tanta energía.

—¿Cómo es que tenés tanta energía? —preguntó Ame.

—Ni yo sé — Thiago sonrió ampliamente.

Amelia se levantó para prepararse su café antes de que todos pudieran invadir la cocina. Tomo un pan que Alfa estuvo cocinando en la mañana y agarró el dulce de leche para complementar con el pan. El mejor desayuno.

Se sentó al lado de Thiago para desayunar mientras hablaban alegremente. Le agradaba mucho el menor y él a ella lo mismo. De a poco en la cocina y en el comedor comenzó haber más movimiento, ya todos estaban despiertos y desayunando.

Amelia se sentó en el sofá y se quedó mirando un punto fijo, tenía bastante sueño, no había dormido bien la noche anterior por estar pensando muchas cosas. Hasta que alguien interrumpió sus pensamientos.

Era el salteño.

—Hola, Ame —sonrió—. ¿Te puedo decir Ame?

—Por supuesto. También podés decirme Lia, así me llama mi abuela.

Marcos asintió alegremente. Tenía una taza de té en su mano y con cuidado comenzó a tomarla para luego dejarla sobre la mesita frente a ellos.

—¿Vas a entrenar?

Amelia lo miró y él levanto sus dos cejas esperando una respuesta. Ella no es una chica que entrene seguido, siempre veía a sus padres entrenar cada semana y a ella sus amigas la llevaban, pero ni una abdominal podía hacer, tan solo hacia gimnasia cuando estaba en la secundaria y ahora no parece importarle hacer ejercicio.

𝗙𝗼𝗼𝗹 𝗳𝗼𝗿 𝘆𝗼𝘂      ❲ M. Ginnocchio ❳ Donde viven las historias. Descúbrelo ahora