Capítulo 2

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Estoy como en una cueva, no logro ver nada, ni siquiera me puedo mover, solo escucho el eco de las palabras que poco a poco logro entender.

—TÚ DEBES DE AYUDARLOS A TODOS, TE NECESITAN.

— ¿QUIENES NECESITAN MI AYUDA? —Dije con todas mis fuerzas, me sentía asustado y a la vez desesperado por salir de aquí—. ¿QUIEN ERES?

—NO DEJES QUE LA INYECCIÓN SE EXTIENDA, TIENE DEMASIADAS CONSECUENCIAS NEGATIVAS Y NO ES COMPLETAMENTE EFECTIVA.

Me despierto asustado y me doy cuenta que estoy sudando, pienso en la voz del hombre y de repente se me viene a la cabeza mi padre, desde que tengo memoria mi madre me ha dicho que el murió poco días después de haber nacido, él se ahogó mientras nadaba en el mar.

Se llamaba Albert Gibbs, lo único que nos quedó de recuerdo es la foto en la que esta con mi madre el día de su boda. Según mi madre me parezco bastante a él. Tenía ojos azules y pequeños, cabello rubio, nariz recta y respingada, en cambio yo tengo cabello castaño oscuro, ojos azules grandes, y también él y yo tenemos la misma forma del mentón; mi madre tiene ojos color castaño claro y pequeños, su cabello es castaño oscuro y su nariz es respingada. Siempre he dicho que me parezco más a mi madre que a mi padre, aunque él y yo no somos tan distintos; eso me agrada ya que tengo una manera de recordarlo cada vez que me vea en el espejo.

—Hijo, es hora de... —Dice abriendo la puerta de mi habitación, pero no termina la frase al verme contemplar la foto de ella y mi padre—. ¿Qué haces?

—Solo miraba la foto de la boda tuya con mi padre —respondo mientras me doy la vuelta hacia ella con la foto en la mano—. ¿Hora de almorzar?

—Sí, si el almuerzo ya está servido —responde pensativa.

Mientras almorzamos ninguno de los dos dice algo, cuando termino de almorzar llevo el plato a la cocina que estaba a unos cinco metros de la mesa y luego me dirijo hacia la puerta y cuando la estoy abriendo me sorprende mi madre.

—¿A dónde piensas ir? —pregunta fingiendo estar enojada.

—Donde Enrique —le digo con esperanza de que me deje ir—. ¿Puedo ir?

—Claro, vuelve antes de la cena.

Asiento y cierro la puerta tras de mí; me dirijo a la casa de Enrique, queda una calle antes del mercado, al llegar a la casa de él, su madre, la señora Blúmer, abre la puerta. Ella es de cabello rubio, ojos color miel, nariz respingada.

—Pasa, Jhon —nos saludamos de beso en la mejilla—. Enrique está arriba, si quieres sube.

—Bueno señora Blúmer.

—Por favor llámame María —dice en tono cortés pero debe de estar enfadada, siempre me dice lo mismo cada vez que vengo aquí.

—Bueno seño.... —me interrumpo—. María.

Ella asiente.

Subo al segundo piso donde se encuentra Enrique y abro la puerta de su habitación y lo encuentro haciendo ejercicio.

—¿Qué Hay? —Saludo mientras cierro la puerta y me siento en su cama—. ¿Acaso nunca te cansas? Estas bien así como estas.

No exageraba, dentro de poco iba a quedar como un fisiculturista.

—Hola, nunca es suficiente Jhon, por palabras como esas es que estas así 

— ¡Hey! —digo frunciendo el ceño.

—Lo siento, lo siento

 Dejó de hacer ejercicio y nos pusimos a reír.

— Y qué ¿cómo vas con Lorena?

—Ni me hables de esa —cambio el tono de su voz por que se le notaba que estaba enfadado—. Termino conmigo por largarse con otro más musculoso.

—Ahora todo tiene sentido —dije en modo burlón—. Sabes que el ejercicio no hará que ella vuelva contigo ¿o sí?

—Sí, ya lo sé —respondió con rabia—. ¿Iras a la fiesta de hoy en la noche?

Maldita sea, no recordaba la fiesta, seguro que mi madre no me iba a dejar ir.

—No le he dicho a mi madre —Espete—. Si quieres ahorita me acompañas para decirle.

—Sí, de paso visito a una amiga que vive dos calles después de tu casa.

Lo mire sorprendido y pensé en ¿Cómo hacía para que todas las chicas quisieran tener algo con él? aunque claro, la respuesta ya la sabía.

¿Qué mujer no quiere tener algo con un cuerpo de modelo? además Enrique tenia cabello castaño claro, ojos azules, nariz recta, además el era mas alto que yo; de repente se me vino a la cabeza la imagen de Marylin comiendo su fruta favorita.

—¿Jhon? —Aleje la imagen de Marylin de mi cabeza y me concentre en lo que me decía Enrique—. Es muy común en mí ¿por qué te quedas sorprendido?

—Estaba pensando en una chica.

Sus ojos saltaron y en una milésima de segundo me estaba preguntado todo sobre ella.

—¿Quién es? ¿Es por dónde vives? ¿Sexy? ¿Rubia? ¿Castaña?

Le describo a Marylin y lo que paso hace algunas horas en el mercado.

—Iremos al mercado todos los días —dijo entusiasmado.

—DESDE HOY A LAS DIEZ DE LA NOCHE INICIA EL TOQUE DE QUEDA DURANTE UNA SEMANA, QUIEN NO ACATÉ ESTA NORMA SERA CASTIGADO O PEOR. EJECUTADO. DURANTE MUCHO TIEMPO HAN HECHO LO QUE HAN QUERIDO, PERO LAS NORMAS CAMBIARAN BASTANTE A PARTIR DE AHORA. GRACIAS.

—Mierda, no nos pueden hacer eso —dijo Enrique con ira.

—No podremos ir —dije como si la noticia me hubiera dolido. Aunque no tenía ganas de ir.

—Iremos —Enrique estaba decidido.

—Pero el toque...

Me interrumpió

—El toque de queda empieza a las diez y la fiesta es a las once y media de la noche hasta las tres y treinta de la mañana —Dijo con entusiasmo—. Vamos Jhon ¿o te da miedo?

—¿Paso por esta calle a las once y quince? —Respondí odiando a Enrique por haberme retado.

—Ese es el Jhon que conozco —Tenia una sonrisa de oreja a oreja.

—Pero —tenía que sacar algo de provecho—. Mañana vamos al mercado.

—Pues claro que sí.

Escuche la voz de la señora Blúmer pero no entendí muy bien lo que dijo y Enrique se estaba poniendo una camiseta.

—Mi mama necesita unas cosas para la cena, ¿Me acompañas al mercado? así de paso podrías encontrarte con Marlyn

—Marylin —dije en tono de reprensión.

—¿Y qué esperas? —Soltó una risa y yo también lo hice.

Salimos de la casa y empezamos a hablar sobre la preparatoria.

—Creo que dentro de poco volveremos a clases —le digo a Enrique ocultando mis ganas de volver a estudiar.

—Lo sé, pero no importa, tenemos todo el año para ponernos al día, mientras que la juventud solo se vive una vez, así que tenemos que disfrutarla.

Tenía razón, aunque siempre no se podía relajarse y dejarse llevar por la vida.

—Para ponerte al día, querrás decir —Dije corrigiéndolo.

Enrique pone los ojos en blanco.

—Oye, mira esa chica con buzo fucsia. ¿A quién se le ocurre usar buzo con este sol? además estamos como a 35 grados y son las 4 de la tarde.

—De seguro...

Enrique ya estaba corriendo hacia ella e imagino que podría ser Marylin.

—Mi amor ¿No tienes calor? —le dice burlonamente a la chica y le pone una mano en su hombro.

—Perdona. ¿Qué decías? —le responde la chica dándose la vuelta hacia nosotros.

Enrique y yo nos quedamos sorprendidos.

Amor Con  SíndromeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora