Capítulo 3

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Es realmente hermosa.

Tiene ojos verdes, cabello rubio, nariz aguileña, es pequeña.

—BRITNEY, ENCONTRÉ LO QUE NECESITAS —grita una chica mientras se acerca a nosotros—. Encontré las algas que necesi... —no termina la frase cuando me mira y sus ojos navegan en lo profundo de los míos.

—Hola, me llamo Enrique y él es Jhon —saludo sin dejar de mirar a Marylin.

—Hola, nosotras somos Marylin Y Britney —dice Britney señalando a Marylin al decir su nombre seguido de señalarse a ella misma diciendo el suyo.

—Jhon, ¿Esa es la chica de la que tanto me estabas hablando hace un rato? —Marylin y yo nos sonrojamos—. Es muy hermosa tanto como su amiga —termina la frase mirando a los ojos a Britney.

—Gracias —dicen al unísono

—Chicas, ¿Quisieran ir hoy a una fiesta? —A Enrique nunca le dicen no—. Es a las once y treinta de la noche en el norte de la ciudad en las afueras.

— ¡NO! —contesta Marylin instantáneamente—. Lo sentimos pero tenemos muchas cosas que hacer mañana temprano y no podemos acostarnos muy tarde, además hoy empieza el toque de queda y no nos queremos arriesgar.

—Pero Marylin —dice Britney compasivamente.

—Mañana es domingo, ya sabes que tenemos que hacer —le dice Marylin a Britney tratando de obligarla a que recuerde.

—Lo había olvidado por un momento —responde Britney inocentemente—. No podemos chicos lo lamentamos mucho.

—Chicas y si las acompañamos hasta sus casas, así de paso nos conocemos mejor entre los cuatro —Enrique siempre es directo, tan distinto a mí.

De repente empezamos a escuchar disparos que vienen de la parte norte a sur y viceversa del mercado. Se escuchaban gritos y todas las personas empiezan a correr, los cuatro nos tiramos al piso para que no nos alcance ninguna bala. Empiezan a calmarse los disparos hasta que el mercado queda en completo silencio, nos levantamos y todas las personas que se encuentran en el mercado empiezan a hacer un círculo alrededor de una pareja por lo que alcanzo a ver. Mis ojos se quedan atrapados en la cicatriz del brazo de un hombre que parece tener unos treinta años, me quedo sorprendido, nunca he visto la cicatriz tan de cerca ni tan detalladamente, es un circulo pequeño y de él salen ocho hilillos que miden cada uno aproximadamente cuatro centímetros, forman una figura parecida a la de los soles que dibujaba cuando era pequeño. ¿Cómo una simple inyección podía dejar una cicatriz tan grande? Dirijo mis ojos a la mujer que también parece tener la misma edad del hombre y no encuentro ninguna cicatriz. ¿Esto es lo que quiere Stella Meitch? ¿Acabar con todos los ciudadanos?. Me parece que Stella está llevando esto al límite primero anuncia el toque de queda, ahora mata a una pareja de inyectado y normal en medio del mercado donde cualquiera hubiera salido herido.

Escucho sollozos de Britney y Marylin y solo se me ocurre darle un abrazo a Marylin así que lo hago. Ella no me corresponde el abrazo y ambas empiezan a correr.

—SI CAMBIAN DE OPINIÓN YA SABEN DONDE ENCONTRARNOS —grita Enrique, luego fija sus ojos en mí—. ¿Te iras o esperas a que compre lo que necesito?

—¿Enserió? —le pregunto sarcásticamente.

—Si —me responde frunciendo el ceño y pareciendo obvio.

Nos dirigimos a casa después de haber comprado todo.

—Hasta las once y quince —le recuerdo despidiéndome.

—Si —empieza a caminar más rápido directo a su casa.

Faltando cinco minutos antes del toque de queda quiero hacer todo lo que siempre hago, salir hasta tarde, recorrer toda nuestra calle, sentarme en nuestro jardín, lastimosamente no puedo y me siento raro porque jamás me habían prohibido hacer algo excepto mi madre cuando me dijo que no me acercara a inyectados por mi bien.

Son las once y diez, agarro mi reloj y lo coloco en mi muñeca izquierda, salgo de mi habitación con mucha delicadeza y precaución, abro la puerta de la calle, ni siquiera miro hacia atrás y la cierro detrás de mí. Camino rápido y luego empiezo a correr. Llego a la calle de Enrique y observo que está esperándome desde algunos minutos y nos dirigimos a la fiesta.

Ambos tenemos camisa manga larga por el frío que está haciendo.

Estamos llegando a la parte norte, en este lado de la ciudad es en el que mas frío hace. Se empiezan a acabar las calles junto con las casas hasta quedar en un espacio lleno de árboles y una carretera.

Nos alejamos más de la carretera y entramos cada vez más al bosque y entiendo porque, es probable que pase un automóvil con policías o guardias enviados por Stella para verificar por todos los lugares si se está cumpliendo su orden. Desde que Laura Meitch, la creadora de la inyección murió. Stella Meitch, que es su hija, tuvo que tomar el cargo teniendo tan solo doce años, pero solo siguió realizando todo lo de que hacia su madre y todas sus leyes que impuso en aquellos catorce años de que existiera la inyección.

Ahora no sé qué le ha sucedido y por lo que percibo es capaz de realizar cualquier cosa con respecto a la inyección y la ley que no permite relacionarse un inyectado con un normal. Talvez podría estar sucediendo algo peor.

Llegamos a una cabaña realmente grande y por las ventanas y las puertas irradian luces de distintos colores y la música está a un tono muy alto pero no se podría alcanzar a escuchar desde la carretera. Reconozco la cabaña, es con la cual se cuentan historias de homicidios y fantasmas, he escuchado muchas historias que se han desarrollado en esta cabaña como es la de un señor que hizo un pacto con el diablo, se convirtió en un demonio que deambula por el bosque y muchas personas lo han visto; tiene la cara deformada, diez ojos por toda su cabeza, seis piernas, es pequeño y de color violeta.

Entramos a la cabaña; está muy llena, se nota que las normas de Stella Meitch no se están cumpliendo, el ruido es ensordecedor pero no ya estando aquí no me arrepiento de haber venido. Escucho a lo lejos que gritan mi nombre, aunque podría ser el nombre de otra persona que se mezcla con la música y hace pesar que lo están diciendo el nombre de uno a lo lejos.

Miro hacia mi derecha y veo a Marylin y a Britney mirándome y levantando la mano en señal de saludo, les sonrió y empiezo a caminar hacia ellas.

—Hola como estas —me saluda Marylin—. Creíamos que no vendrían.

—Jhon ¿Y Enrique? —interviene Britney.

—Entramos juntos pero nos dispersamos, no debe de estar lejos —respondo mientras miro hacia todos los lados para poder encontrarlo.

Inesperadamente deja de sonar la música y empiezan a hablar por medio de un micrófono.

—EN ESTA FIESTA SE ENCUENTRAN INYECTADOS, QUIEN LOS ENCUENTRE RECIBIRÁ UNA RECOMPENSA.

Estaba nervioso, nunca he estado tan cerca de un inyectado excepto hoy, aunque no es lo mismo ya que él se encontraba muerto.

Todo las personas que estaban en la fiesta se pusieron desesperadas y ambiciosas; empezaron a obligar a los demás a que se quitaran las camisas manga largas. Yo no me quitare la camisa porque no soy un inyectado y no tengo porque ceder a lo que está ocurriendo en estos momentos.

—Quítense las camisas —Era una voz desconocida para mí, pero cuando sus ojos se encontraron con los de Marylin y Britney les susurro algo incomprensible y luego se alejó.

—Tenemos que irnos —dice Britney—. Hay una puerta en la parte de atrás. Tenemos que ir hacia ella.

Estamos corriendo hacia la puerta, repentinamente un hombre sin camisa nos señala con un arma.

—Si no se quitan las camisas les disparo —no dudaba de aquel señor por la seguridad en la que dijo esas palabras—. De aquí no saldrá ningún inyectado y ustedes están muy sospechosos.


Amor Con  SíndromeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora