Me gustas Sarada

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Sasuke apagó el fuego de la fogata ya era entrada la noche cuando termino de narrar la historia. Mitsuki observaba con preocupación a Boruto, quien tenía su mirada fija, sin embargo, el no estaba allí estaba ido en sus pensamientos:

—Boruto ¿estás bien?— Preguntó Mitsuki iquieto.

—¡Sasuke-san! ¿cómo estás tan seguro que ellos no se reencontraron de nuevo?— preguntó ignorando la preocupación de su amigo. Sasuke suspiró y se colocó el morral avanzando en el camino—Sasuke-san, contéstame— Suplicó intentando contener su inquietud.

El ninja se detuvó y le miró por sobre el hombro:

—Porque Sakura y yo no tenemos secretos, con una simple mirada lo entendería de inmediato. Ella no temé ocultarme nada, en su naturaleza no está el poder ocultar y aún peor el hacer daños a otros.

Sasuke desapareció del lugar dejando unas pequeñas hojas en el aire, los chicos quedaron asombrados, se miraron confundidos y entendieron que cumplió tal y como ellos se lo habían pedido, de todas maneras, ya no había mucho que investigar, ya no había más secretos. Boruto, sin embargo, no dejo de pensar en la frase de su maestro. En su dormitorio con la luz apagada miraba el techo reflexionando aquellas palabras sintiendo aquella frase con otro significado, Sarada fácilmente hubiese podido haber sido su hermana, agradeció al destino que no fuera así, su relación con sus padres estaba muy débil y a eso el dolor de estómago constante por lo que sentía por Sarada le inquietaba aún más. No había podido verla desde hace 2 días pese a que ya había regresado con kawaki, peor aún su hermano también estaba demasiado evasivo con él. Cuando regreso y le pregunto cómo les había ido, se puso demasiado nerviosa y respondió con un simple: "Todo bien, normal".

—Mamá, ¿dónde está kawaki?— preguntó Boruto saliendo de su habitación.

Hinata sonrió de manera extraña y continuó revolviendo su estofado.

—Salió hace algunas horas, aunque no mencionó donde iría—Contesto dejando el cucharon a un lado.

Boruto frunció el ceño intrigado y volvió a su habitación.

La noche era fresca pero despejada característica de la primavera. Los cerezos se volvían casi purpuras por la oscuridad de la noche:

—¡Detente de una buena vez!— se oía una voz femenina y juguetona.

—¿he? El último y te dejaré en paz— susurraba una voz seductora.

Kawaki jalaba a Sarada haciéndola caer entre los pastizales, se inclinó sobre ella y agito una pequeña espiga sobre su nariz, ella sonreía con las mejillas rojas e inocentes:

—Eres como un niño, sólo uno y ya— respondió entre risas.

El chico sonrió complacido y a sujeto girando con ella entre la yerba, la risa de Sarada se mezclaba entre los grillos y ranas, Kawaki recostado sobre ella cambió la mirada, acarició sutilmente con sus los labios de la muchacha mientras que con su otra mano entrelazaba los negros cabellos con sus llemas, Sarada le observaba aguantado la respiración, hasta dejar algunos suspiros nerviosos. Endulzada, sujeto la mejilla del chico al mismo tiempo que el alzaba su mentón para besarla.

—"La forma en que Kawaki acaricia mi cabello, siempre hace que me estremezca, como ahora. Ver mi reflejo en sus ojos, sus dedos acariciando mis mejillas, su sonrisa al verme hablar, es la primera vez que me siento así"—reflexionaba Sarada perdida entre los brazos de kawaki.

Después de aquel día en la misión, algo implícito había comenzado, aunque no hablaron nada. Kawaki simplemente la tomó de la mano y ella le respondió, tal vez no hacía falta palabras pero ambos sabían que ya no eran simples compañeros, estaban enamorados. Se sentaban tardes completas charlando, encontrando sus miradas, sonriendo, bromeando, besándose, abrazándose y viviendo una felicidad que pareciera que sentían que estaban en un mundo sólo para ellos. Sarada no podía dormir por estar pensando en él y Kawaki repasaba todos los momentos junto a ella en su mente sonriendo en la oscuridad, parecía que el entrenar, el ser fuerte, ser un ninja era algo tan aburrido en comparación de estar entre la yerba con Sarada junto a él, ver el sol esconderse y caminar en medio de la noche tomado de la mano con ella.

Remenbranzas: RevelaciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora