II

593 68 8
                                    

La competencia de esgrima se llevó a cabo en el Salón de los Espejos, una estancia amplia de techos altos y paredes revestidas de tapiz amarillo. En el centro, una extensa alfombra roja se extendía, marcando el espacio donde tendrían lugar los duelos.

Rajika, con su característica presencia imponente, hizo una señal para que comenzara la competencia con las dos primeras contrincantes. Juliette y Dianne se colocaron en posición, sosteniendo sus espadas con gracia y firmeza así como la reina les había indicado. 

Los espectadores, Evaly, Canis y el Principe Aldan, observaban todo desde las galerías.

El choque de las espadas resonó en el salón mientras Juliette y Dianne intercambiaban ataques con destreza. Juliette demostró su agilidad y rapidez, adaptándose con facilidad a los movimientos de su oponente. Dianne, por otro lado, mostró más fuerza en sus embates menteniendose a la par.

Con un movimiento hábil y preciso, Juliette logró desarmar a Dianne, asegurando su victoria en el primer enfrentamiento. Al retirarse las caretas, sus miradas se encontraron en un instante con respeto y un toque de competitividad, antes de que ambas extendieran sus manos en un gesto de admiración mutua. La tensión en el aire aumentó cuando sus ojos se volvieron hacia Rajika.

—Dianne, —Replicó Rajika, y la mencionada tragó en seco al escuchar a la Reina mencionar su nombre. —Tu agilidad en el combate está muy por debajo de lo que se espera de un guardían. Si mantienes ese nivel de rapidez y destreza en el campo de batalla, te convertirás en el blanco fácil para el enemigo.

—Lo siento, Reina. —Se disculpó Dianne. —Me esforzaré más para mejorar mi agilidad.

La sala entera se sumió en el silencio. Aldan apretó sus labios al ver a Dianne tan afligida, recordó con una pizca de nostalgia cuando Rajika lo entrenaba a él y al día siguiente le dolían tanto los brazos que no los podía levantar. Con el tiempo, esa molestia se desvaneció. De hecho, desde que había recibido su piedra en la ceremonia de coronación, Aldan no había vuelto a experimentar ese dolor en la misma medida en que solía hacerlo.

—Juliette, —entonces fue el turno de la retroalimentación para la chica castaña. —Has mejorado notablemente tu agilidad y enfoque, lo que te ha llevado a la victoria en esta competencia. Sin embargo, recuerda que el combate real en el mundo exterior es aún más desafiante y peligroso. No bajes la guardia.

—Gracias, Reina. Seguiré trabajando duro.

—Evaly, Canis, —el mero mencionar de sus nombres hizo que ambos temblaran. —Es su turno ahora.

La tensión en el aire era palpable mientras se preparaban para el duelo. Al comenzar, Evaly, era ágil y se movía con gracia, su espada trazando líneas fluidas en el aire. Canis, por su parte, adoptó una postura más defensiva, su mirada concentrada y su cuerpo en alerta. Ambos sometidos en un juego en el que uno anticipaba y el otro daba respuestas. Evaly buscaba oportunidades para atacar mientras Canis se defendía del asalto. Ambos daban batalla por igual, pero en un momento de distracción, Evaly logró desequilibrar a Canis y lo desarmó.

Sin embargo, algo inesperado ocurrió y la espada de la chica de los cabellos negros quedó en el aire antes de dar el golpe final que marcaría su victoria en el encuentro. Los segundos pasaron y Rajika, desde su lugar, frunció el ceño ante la escena. No estaba acostumbrada a ver actos de compasión en medio de un combate.

—Evaly, ¿qué estás haciendo? —Preguntó Rajika en un tono cortante. —¡Continúa la lucha!

Evaly mantuvo su mirada en Canis quien la observaba de vuelta inmovil debido a la sorpresa, ella retiró su puño abandonando la lucha y toda la sala quedó envuelta en silencio, incluso Aldán se mantenía incrédulo a la audacia de la aprendiz, solo pudo contener su respiración anticipando la reacción de la Reina.

El Amor que Mueve al SolDonde viven las historias. Descúbrelo ahora