Bajo una densa capa de neblina yacía el Océano de la Eterna Penumbra. A través de sus profundidades acuosas se deslizaba VeLabán, su figura imponente difuminándose en la oscuridad seguido por seres bioluminiscentes que brillaban como estrellas vivas en su travesía submarina.
Por un instante, su ojo derecho destelló un azul intenso y, ante él, un portal se materializó como una grieta de luz en medio del agua. Sin titubear, VeLabán se adentró en él. El portal se desvaneció tras su paso dejando solo una leve reverberación.
Absorta en su labor, Solaris moldeaba sus creaciones en el taller, desbordando su imaginación en cada pieza. La monótona tarea se vio interrumpida por un resplandor azul que iluminó la sala a sus espaldas. Solaris volvió su vista al lugar y frunció el ceño antes de abandonar lo que hacía y volar hasta dentro de su casa donde colgaba el cuadro de un pez beta con escamas desplegadas en tonalidades de diferentes azules, revelando la presencia de VeLabán.
—Salve, Diosa Solaris —pronunció VeLabán con voz profunda—. He llegado con un mensaje urgente.
—Bienvenido, VeLabán, Rey del Océano —respondió Solaris con una reverencia.
—Os traigo noticias de suma importancia —prosiguió VeLabán—. Un Aprendiz del Jardín del Edén ha sido enviado a vuestra morada con la gema fuccia que anheláis.
Los ojos dorados de Solaris brillaron con anticipación, aunque una sombra de duda se reflejó en su rostro.
—¿La gema fuccia?... Pero... ¿Cómo es posible?
—Despaché en tal misión a una aprendiz, de casta gallarda y esforzada, escogida con mi más cuidadoso miramiento. Evaly, es su nombre, fue la elegida, pues solo ella podía encarar hazaña tan atrevida como cruzar el Valle Cónico. Lo notaréis cuando la veáis, como en su ser, en su ánimo, hallaréis similitud: anhelos semejantes y deseo de libertad. Ella, cual tú, tuvo fuerzas para renunciar al Jardín del Edén por tal causa.
—Nunca habría albergado duda alguna acerca de tus elecciones ni de la veracidad de tus palabras. No obstante, mi interrogante reposa en torno a Aldán. ¿Cómo ha sido posible para ti obtener su gema?
VeLabán se sumergió en un instante de silencio, su mirada azul profundo transmitía un peso imponente.
—Aldán está prisionero en el Valle Cónico —respondió con solemnidad y el brillante semblante de Solaris se oscureció.
—¿Qué quieres decirme?, ¿Cómo es posible que un alma tan noble haya sucumbido en tal destino?
—Lo que tus oídos han percibido. Aldan ha errado y yace cautivo en mi dominio. Tuvo que ceder su espada y abandonar su función de Guardián Querubín porque así lo han decretado los Consejeros Galácticos.
Un silencio desolador envolvió el lugar, interrumpiendo la armonía habitual en el hogar de Solaris. La Diosa, en un gesto apenas perceptible, cerró sus ojos brillantes, deseando que aquello que escuchaba fuera una equivocación.
—Lamento profundamente que esta noticia te sea presentada así. Rajika, asimismo, se halla sumida en la desolación por la desgracia de su más valioso discípulo. No puedo siquiera concebir el abismo de sentimientos que te embarga.
—¡Haz algo, VeLabán! ¡Libéralo, permítele venir a mi lado! —Pidió Solaris esta vez más agitada.
—Lo que me demandas es imposible, los Altos Consejeros Galácticos han dispuesto que se aplique el peso íntegro de la ley...
—Sé que posees la capacidad de intervenir, VeLabán, te imploro.
El pez en el cuadro formó un silencio tal que Solaris por un segundo pensó que VeLabán se había marchado, rogó de nuevo sin renunciar a su única esperanza.
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El Amor que Mueve al Sol
FantasyEn un mundo regido por el círculo divino de los colores primarios, la armonía del universo se encuentra en un delicado equilibrio. Sin embargo, cuando, Solaris, la diosa amarilla, encargada de traer la luz y la energía a todas las formas de vida, ab...