Adiós, mi buen amigo.

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Los relámpagos resplandecían frente a los ojos del príncipe Lucerys y su dragón cegándolos momentáneamente, era un gran obstáculo que no podían esquivar pues no solo les quitaban visibilidad sino también un impacto de estos sería potencialmente mortal. El aguacero también era un estorbo para la huida, el agua caía tan fuerte que eran como agujas que chocaban contra el rostro del muchacho provocándole dolor, la tormenta parecía no tener final, era un gran pasillo lleno de oscuridad y miedos. Luke miraba hacia atrás cerciorándose de que el platinado no estuviese detrás de él, sin embargo, Vhagar volaba por encima del chico y su pequeño dragón. El alarido de la gran dragona junto con la carcajada de su jinete logró que el castaño pusiera atención al cielo elevado, notando la enorme figura sobre sí.

¡Haré que te arrepientas de tus palabras y luego dejaré que mi dragón te devore! — el príncipe de Marcaderiva prefirió no responder a las amenazas y enfocarse más en su camino, lo único que deseaba era poder ver el sol, la claridad que alumbrara el destino a su hogar lejos de las garras de su enemigo —¡Les diré a todos que te has acostado conmigo a voluntad propia! — el castaño respiraba agitado, responder sería caer en su juego y él no lo deseaba —¡Dile adiós a tu herencia y a tu estúpida prometida! — cada advertencia venía acompañaba de una risa incontrolable, furiosa pero a la vez enloquecida —¡Tienes una deuda conmigo! ¡¿Me escuchaste, niño?! — ambos dragones danzaban en la enfurecida tormenta, sus aleteos alertaban al otro del rumbo que tomaba, no obstante, no se atacaban hasta que una orden de su jinete correspondiente fuese dada. —¡Si no la pagas, entonces tu hermano ocupará tu lugar! — De ninguna manera el hijo de la princesa dejaría que el tuerto jugase con su hermano mayor ¿Cómo se atrevía a meter a alguien que no tenía nada que ver en el asunto? Luke sostuvo con fuerza las riendas de su dragón, este a su vez tomó aquel mensaje como una indicación para atacar por lo que cambio de rumbo dirigiéndose a Vhagar lanzando su fuego proveniente de sus fauces hacia la cabeza del enorme dragón —¡No, Arrax, No!¡Obedéceme! — por su parte, el dragón del príncipe Targaryen al sentirse lastimado decidió ir tras su atacante, en ese momento fue cuando Aemond temió lo peor —¡No, Vhagar! — por más que el mayor tiraba de las correas, la dragona no respondía a las indicaciones ni órdenes en alto valyrio. Estaba decidida a ir por su presa, cazarla y devorarla.

Arrax agitó las alas con fuerza tomando impulso para adentrarse entre los riscos donde el otro dragón sería incapaz de adentrarse debido a su gran tamaño, sin embargo, el espacio no era muy largo por lo que pronto saldrían quedando nuevamente expuestos al peligro de la muerte. Mientras el príncipe verde luchaba por detener a su bestia, Lucerys se mantenía lo más bajo posible intentando buscar otros lugares que les sirviesen para poder escapar o al menos resguardarse. —¡Rápido, Arrax! — el moreno gritó esperando que su voz desesperada incitara a su montura desgastarse en el vuelo hasta estar a salvo. Como era de esperarse el pequeño dragón estaba cansado necesitaba relajar las alas para continuar con la huida, pero no había tiempo de ello; un nuevo risco esta vez más grande que el anterior serviría perfecto para resguardarse unos cuantos minutos. Ambos se adentraron, Arrax se posó sobre una superficie ligeramente plana dejando caer completamente agotado a lo que Luke desesperado soltó sus amarres para dirigirse al rostro de su bestia fiel —¡Arrax levántate, tenemos que seguir! — el dragón entendía que su caballero corría peligro, debía defenderlo no importase qué. Unos segundos bastaron para recobrar el aliento y la energía para salir de ese horrible lugar.

Más arriba el tuerto luchaba con controlar a Vhagar que parecía estar en un estado eufórico provocado por el ataque del dragón contrario —¡Basta Vhagar! ¡Contrólate! — las palmas de sus manos dolían ya por la fuerza que ejercía sobre las correas, los guantes gruesos de cuero no fueron suficiente para proteger la piel. El rostro de Aemond cambió a uno más preocupado, en todo el tiempo que domó a su dragón nadie lo había atacado por lo que ese estado de desespero era nuevo, no sabía cómo calmarlo. —Vhagar ¡por favor! ¡Cálmate! — la voz gruesa del platinado delataba su nerviosismo e inquietud del actuar de su animal. Un gruñido a lo lejos alertó a la fiera quien de inmediato se precipitó hacia donde se encontraba su asaltante; las alas se abrieron por completo, una llamarada de fuego escapó de sus fauces, sus garras estaban listas para destrozar a quien fuese —No...no, ¡NO, VHAGAR! — imploró, pero sus esfuerzos fueron completamente en vano. A unos metros de distancia estaba el pequeño dragón con su caballero retomando el vuelo.

¡Maldición! — gritó Lucerys. Arrax tomó todas sus fuerzas enfocándolas en aligerar su vuelo, el rostro del heredero de Marcaderiva palideció, no había más riscos ni cuevas salientes que les ayudasen a guardarse. Era ahora o nunca.

Ambos dragones declarados formalmente enemigos lanzaban bramidos, fuertes llamaradas de fuego que no hacían más que provocarse mutuamente; Vhagar voló hacia lo más alto del cielo perdiéndose en las nubes mientras Arrax se mantenía a unos 20 metros del mar en busca de escapes.

El aire se intensificó de pronto, una mala sensación invadió el cuerpo del menor que le hizo mirar para todos lados dejando de último el tramposo cielo. El enorme dragón vino en picada, directamente hacia el más chico sin darle oportunidad de escapatoria; sus manos soltaron los cinturones con los que controlaba a su animal. Todo pasó rápido.

Eres mi mejor amigo

Las fauces del gigantesco dragón apresaron el delgado cuello del dragón partiéndolo en dos con total facilidad.

—¡Arrax, deja de dar vueltas!

El dragón en su inútil intento de defenderse se sacudió violentamente logrando que Lucerys quedara en los aires sin nada ni nadie que lograse sostenerlo.

—Siempre estaremos juntos—

Luke comenzó a caer de espaldas observando aterrorizado como su fiel amigo era partido en pedazos por el dragón de su enemigo.

Recorreremos el mundo juntos

Los ojos del menor se llenaron de lágrimas, era el final, no pudo protegerlo, no pudo conseguir aliados, no pudo hacer nada para evitar la masacre.

Lo siento Arrax, perdóname...— el príncipe castaño cerró los ojos dejándose caer, levantó la mano derecha queriendo alcanzar a su dragón que creció con él. Era el final para ambos.

El cuerpo del príncipe Velaryon colisionó contra el mar. El agua era extremadamente fría, se sentía como si mil dagas se impactaran en su cuerpo; la fuerza de su caída fracturó sus huesos haciéndole incapaz de mantenerse a flote por sí solo, la sangre comenzó a escurrirse por su nariz. El dolor era insoportable, su corazón latió con fuerza, respirar era cada vez más difícil e incluso al intentarlo la presión de su pecho se lo impedía; las olas pronto lo arrastraron hacia la orilla escondido entre el sucio sargazo y balsas desechas de pescadores.

Ahí, Lucerys dio su último respiro.

Y Aemond enloqueció.

El pico de los susurros.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora