Promesa

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Laenor lucía triste, no quería llevar a Lucerys a las orillas del Mar de Jade más era inevitable que la separación sucediese. Ahora deseaba con todas sus fuerzas ver a sus otros hijos, ver lo apuesto que de seguro su hijo mayor era, sin embargo, más que nada, anhelaba conocer el rostro de Joffrey a quien dejó de ver siendo un bebé. —¿Estás triste? —cuestionó Qarl al notar los ojos decaídos de su amado —Preocupado más bien. Sé que Rhaenyra apoyará ante todo a Luke, la otra familia no estoy tan seguro de ello —se sentó en la cama acomodándose las botas, atando las agujetas con suma lentitud—Eso ya dependerá de Aemond, si es tan obstinado y terco no dudo que lo logre. Míralos — su amado le señaló con la mano hacia la ventana, ambos chicos caminaban juntos, se abrazaban y de vez en cuando se besaban iluminando el paisaje verdoso —Definitivamente tu charla con el príncipe ayudó a que se decidiera, eso ya es un avance, Laenor — se levantó de la cama para ahora acomodarse la ropa. Tenían que hacer algo antes de despedirse. —También está lo otro Qarl, Lucerys no debería estar entre los vivos, sin embargo, lo está, temo del precio que tengan que pagar por ello. Las consecuencias podrían ser peor que la misma muerte — su amante se dirigió hacia él dándole un cálido abrazo para tranquilizarlo —Ellos ya se irán, estarán lejos de peligro. Deja de atormentarte —le levantó el rostro con el índice para después darle un beso en los labios. —Tienes la razón, hagamos esto de una vez — serios y decididos salieron de la casa yendo por los felices jóvenes.

Si Alicent viera a su hijo de inmediato le torturaría por ser un impostor, Aemond quien era orgulloso, cínico, vengativo, sumamente presuntuoso tenía el rostro cubierto por una sonrisa que era imposible de borrar; Lucerys irradiaba la felicidad que siempre había tenido, solo que ahora su brillo era mucho más intenso. —Ahí viene mi padre —ambos dirigieron su atención a la pareja —¿Estás arrepintiéndote? —el mayor cuestionó con ligero sarcasmo al tiempo que le despeinaba sus cabellos marrones—No, para nada. Solo tengo temor de lo que nos espera, de cómo reaccionará mi familia, tu familia, no creerán nada de lo que sucedió —de inmediato el platinado le giró hacia sí deteniendo sus palabras negativas —Oye ¿recuerdas lo que nos dijo tu padre? Tu madre no será el problema, si la mía lo es, entonces ella tendrá dos problemas —Luke no quería decir nada, pero se sentía bastante culpable de ser la razón de distanciamiento de su tío con su familia directa. Antes de que el heredero de Marcaderiva dijese algo, el más alto decidió reiterar lo que sentía —Lucerys. Te he elegido a ti, nada cambiará mi opinión — incluso para el menor le resultaba sumamente increíble que su familiar tuviese ese cambio tan drástico, le hacía feliz sí y mucho, más no quitaba el hecho de que era una nueva experiencia. —Te amo — respondió el príncipe Velaryon hacia su amado quien de inmediato marcó una sonrisa de comisura a comisura —Recuerda, sin mentirme — lo último ya se había vuelto una respuesta común entre ellos.

Príncipe Aemond ¿me permitiría un momento a solas con mi hijo? —su momento romántico fue interrumpido por la llegada de Laenor, el jinete de Vhagar enderezó su espalda, asintió con la cabeza para después pasar a un lado del mayor dejándolos solos como había pedido. Qarl aprovechó el momento para llevarse al platinado hacia el jardín que recién él y Laenor estaban creando dentro de un terreno tan árido. El príncipe más que asombrado por el jardín estaba impactado porque justamente en esa zona las cosas cobraban vida.

¿Estás listo ya? —preguntó Sir Laenor a su hijo —¿En verdad no puedes venir, padre? ¿Ni siquiera de visita? —el mayor sostuvo las manos de su hijo con fuerza mientras negaba con la cabeza— Tendría que dar demasiadas explicaciones a tus abuelos, además regresar podría significar algo perjudicial para tu madre. Esto debe ser un secreto entre los dos, Luke. Ya sabes dónde encontrarme, aunque no quisiera que regresaras a este lugar peligroso— Lucerys entendía a la perfección, era egoísta de su parte pedirle que regresara sacrificando su felicidad. —Al menos sé que estas vivo y feliz. — ambos se abrazaron con fuerza. Su padre aún tenía la mala sensación de que algo se aproximaba, no podía preocupar a la feliz pareja por una emoción sin fundamento. —Vamos, es momento de que regresen. Estoy seguro que del otro lado de la isla estará el dragón de Aemond esperándoles — el muchacho asintió, era momento de hacer acto de presencia en sus respectivos hogares afrontando las consecuencias de sus actos.

Laenor y Qarl habían decidido dejarlos en el otro extremo de la isla lejos de la montaña que albergaba muchos secretos y la presencia de una temible bruja. La balsa estaba lista, era la misma en la que habían escapado ambos cuando se fingió la muerte del hijo de Corlys Velaryon solo que ahora había sido reforzada para soportar muchos años más, por desgracia, la madera proveniente no era tan resistente para hacer una nueva nave, solo podían tomar las mejores partes para usarlas como soporte en las zonas más dañadas. —¿Y bien? ¿Aún quieren hacerlo? —la pareja de Laenor cuestionaba a los dos jóvenes sobre una decisión que habían tomado, una que si bien no era oficial era una promesa de corazón, sincera, que les unía después de muchas situaciones adversas. Ambos jóvenes asintieron, Luke no escondía el rubor en sus mejillas mientras que Aemond se tronaba los dedos constantemente. —Estamos listos— el nerviosismo se apoderó del cuerpo del menor. Sentía un calor emanar de su cuerpo, cosquillas en el estómago, falta de respiración; la euforia se apoderaba de él a cada minuto que pasaba. —Sí, estamos seguros— Laenor encaminó hacia ambos, el momento era perfecto, así como las flores que apenas brotaban llenando de color el espacio. El padre de Lucerys tomó las manos de los dos colocando una encima de la otra dejando espacio suficiente para que sus dedos se entrelazaran, sobre sus dorsos cruzó una tela suave de seda azul atándoles como símbolo de la paz y unión entre los dos. —Recuerden que esto no necesita ser delante de un septón para que sea oficial, basta con que los dos sean sinceros, que estén dispuestos a ir contra la marea. Lucerys, está será tu mayor prueba como heredero de Marcaderiva, sino puedes controlar el océano de tus emociones, nadie más lo hará; Aemond, así como defiendes tu orgullo y sangre pura, hazlo también por lo que amas —después de enlazarlos se alejó, esperando que ambos repitieran su promesa.

Los dos príncipes se miraron fijamente, Lucerys lucía nervioso, sus manos temblaban al igual que todo su rostro se ruborizaba cada vez más y más, sin embargo, Aemond era el único que mantenía su temple pese a que también le estaban carcomiendo la inquietud. La noche anterior había sido de lo más especial entre ambos ya que toda disputa se había olvidado, aunque sea por una única vez; entre besos y caricias se juraron lealtad, amor, pero sobretodo, que nada ni nadie les separaría de ahora en adelante, una segunda oportunidad se había dado la cual decidieron aprovechar.

"Padre, herrero, guerrero

Madre, dama, anciana, extraño

Yo soy de él y él es mío

Desde este día hasta el último de mis días"

Ambos príncipes habían decidido unirse de manera extraoficial ¿qué importaba? Solo bastaban ellos dos. Ahora habían hecho un voto confidencial, delante de testigos que avalaban su vínculo único y verdadero. Laenor y Qarl colocaron las manos sobre las contrarias, nadie mejor que ellos podían comprender el importante juramento que se habían hecho. Ahora venía lo más difícil: enfrentar la realidad. El padre de Lucerys había decidido no arruinar el momento, no confiaba en lo absoluto en el príncipe Targaryen, desconfiaba, no podía creer del todo que en verdad sería devoto de su segundo hijo. Solo su mirada fija inexpresiva denotaba sus sospechas, las cuales fueron interceptadas por el hijo de Viserys.

La balsa se mantuvo firme en las aguas calmadas, el sol comenzaba a ser más brillante conforme se acercaban a la isla aledaña, el cielo mostraba su color azul, así como las aves volaban sobre ellos. Mirar hacia atrás volvía todo grisáceo, no obstante, había un poco de color que era lo único que albergaba esperanza en ese lugar. El gruñido de Vhagar llamó la atención de Aemond quién de inmediato sintió gran alivio, sin embargo, Lucerys expresó dureza en su tierno rostro al recordar que ese enorme dragón había asesinado al suyo. Finalmente, la barca ancló en la isla prometida, la despedida fue rápido ya que Laenor no podía correr riesgos de ser visto. Abrazó a su hijo, se despidió del otro dándole un fuerte apretón de manos; la tristeza había invadido al padre y su vástago, quizás la despedida no era un para siempre sino un hasta luego.

El pico de los susurros.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora