Guerra

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El mar estaba muy apaciguado, incluso las olas que se elevaban se desvanecían a su llegada a la orilla; muy levemente mojaban las costuras del largo vestido de la ahora reina Rhaenyra quien permanecía de pie observando como el azul del agua se tornaba grisáceo por el correr del día. Sus manos estaban cruzadas, sus labios no se movían, su voz apenas era un leve hilo de sollozos que solo eran callados cuando respiraba; sus ojos no dejaban de llorar, jamás había creído que alguien fuese tan capaz de llorar sin parar. Sus ojos ardían cada vez que los apretaba tratando de impedir que las gotas cayesen sobre sus mejillas, solo permanecía de pie porque tenía mucha gente que dependía y confiaba en ella, sin embargo, se estaba desmoronando lentamente, segundo a segundo.

Rhaenyra...— el príncipe consorte se colocaba a su lado tocando muy suave uno de sus hombros. —Dime la razón, Daemon —la soberana ladeó la cara mirando a su esposo quien también portaba una expresión de tristeza —Esto es contra mí, no contra mis hijos. ¿Qué daño les hizo un dulce niño como Lucerys? Un niño que solo fue como mensajero, lo lograron, han logrado dañarme ...— Daemon fue informado por un maestre que, a las orillas del mar cercano a el Bastión de tormentas, estaba el cuerpo despedazado de Arrax, más no había cadáver del príncipe Velaryon. —¿Qué otra bestia es capaz de destrozar un dragón? —cuestionó sin encontrar una razón —un dragón más grande, capaz de deshacerlo como si fuese papel — respondió su marido. La regente dio unos pasos al frente mojando sus pies en el agua la cual estaba fría, la sensación solo lograba herirla más en los sentimientos al pensar que su segundo hijo yacía en el fondo del océano. —Me han robado todo, mi herencia, mi hija y ahora mi hijo ¡Son monstruos! —gritó con todo el dolor hacia esa terrible y usurpadora familia.

Daemon al igual que ella se introdujo unos centímetros en el mar —¿Cuál es la orden, su alteza? —la heredera al trono dio la media vuelta para encontrarse con su cónyuge, su mirada era completamente diferente a la de la mujer dulce que deseaba evitar una guerra, sus ojos sin semblante alguno se centraron en los contrarios —Guerra — declaró firmemente para después caminar de seguido hacia el castillo. Tenía estrategias que supervisar y planes qué armar en contra del reinado verde.

En la sala principal todos estaban reunidos, Lord Corlys Velaryon lucía completamente afligido por la muerte de su nieto mientras que Rhaenys mostraba solo un rostro inexpresivo, la que estaba sufriendo enormemente en los brazos de su abuelo era Rhaena quien no paraba de llorar la muerte de su amado prometido. Todos mostraron respeto a la entrada de la soberana al salón, trató de mostrarse fuerte pero su cara revelaba lo que en realidad estaba pasando. —Los verdes han decidido su futuro. No solo han coronado a un completo inútil sino también me arrancado la vida, apenas Jacaerys llegue, comenzaremos a contar nuestro ejército y de qué manera tomaremos Kingslanding. Pagarán muy caro este atrevimiento. — En ese justo momento las puertas se abrieron para el hijo mayor de la reina quien tuvo éxito al conseguir 3 aliados firmes en su juramento hacia la soberana prometida. —¡Su alteza, he regresado con excelentes noticias! — había alegría por el regreso del príncipe, sin embargo, Jace notó el ambiente sombrío que caía sobre todos. Observar a la prometida de su hermano le dio mala espina, escalofríos se colaron en su médula —¿Dónde...? ¿Dónde está mi hermano? ¿Dónde está Lucerys? — la gobernante hizo un gesto con el rostro para que las puertas fuesen cerradas después de que el chico entrase a la habitación. Un momento de silenció se escuchó en el castillo hasta que las paredes retumbaron con los alaridos del príncipe heredero quien tuvo que ser detenido por los guardias de su madre para no irse directo a la guarida de los atacantes.

En la montaña de Asshai Aemond se mostraba no muy complacido con el trabajo que la bruja había hecho —¿Por qué no reacciona? — el tuerto reaccionó enojado con la desconocida pues el chico Velaryon solo estaba sentado en la mesa sin emitir reacción o sonido alguno, era como si fuese una carcasa sin emociones —¿Qué le has hecho maldita? — la mujer levantó la mano pidiéndole al platinado que detuviese sus blasfemias —¿Qué esperaba príncipe? Acaba de arrancarle una vida al señor de la muerte, es normal que el chico aun tenga un pie ahí y otro aquí — la extraña quien hasta ahora su rostro era cubierto por un velo oscuro solo observaba en efecto que el muchacho no parecía ser el mismo —Váyase ahora de aquí, busque calor para que el chico pueda sentirse vivo y ver si logra pasar la noche —el príncipe verde comenzó a vestir a Lucerys para llevárselo de ahí, no deseaba estar más en tan inmunda pocilga, no obstante, la señora silbó atrayendo la atención del más alto —Recuerde, esto aún está pendiente. Yo le buscaré y sabrá cuando es momento de pagarme. — el jinete hizo una expresión de repulsión hacia ella, colocó un brazo de Luke sobre sus hombros haciéndole caminar hacia fuera de la caverna. Arrastraba los pies, no lograba sincronizar su caminata por lo que tuvo que ser nuevamente cargado en brazos, Aemond lucía preocupado pues temía que esa persona no fuese su tan adorado lord Strong.

El pico de los susurros.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora