Nervios

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▪︎ Sigue con los dos anteriores, mismas aclaraciones <3

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Empezó el día de mal humor. ¿Que raro no? Había despertado en su despacho con una hoja pegada a la mejilla y con un dolor insoportable en el cuello. Se estiró y decidió ir por café ignorando a todos a su paso que le deseaban buenos días porque "de buenos no tenían nada".

Ya con el café y estando un poco más tranquilo, pasó el resto de la mañana en comisaria terminando de firmar los papeles que no firmó el día anterior por quedarse dormido.

No iba a admitir jamás que parte de su mal humor era por no haber visto a cierto chico de ojos bicolor. No sabía en donde se había metido y tampoco lo había visto robando coches últimamente. Algo estaba planeando y sabía que no iba a ser muy legal. Solo esperaba que estuviera bien y que no se hubiera metido en algún lío tocho.

Si, estaba preocupado. ¿Y qué?

Desde aquella noche que salió a toda hostia de comisaria en busca del italiano, su relación había pasado a ser... ¿oficial? Se veían más seguido, sin necesidad de un robo de por medio. Se quedaban dormidos viendo alguna pelicula dándose mimos en el sofá de su casa o hacían.. bueno, otras cosas.

Nadie lo sabía por supuesto, debía mantenerse así. ¿Que diría la gente si se supiera que el hombre más temido de los santos había caído en los encantos de un delincuente?

Tenía claro que amaba a aquel chico travieso y que los sentimientos eran mutuos. Pero se le hacía difícil seguir con su trabajo cuando un criminal era dueño de sus pensamientos y rondaba en su cabeza todo el día.

Se paró de su silla y decidió atender al robo de tienda que había sonado hace unos minutos para caminar un poco y despejar la mente. Avisó por radio y fue en busca de su vehículo.

Despejar su mente. Si claro, eso no paso.

Cuando llegó divisó un coche patrulla más y un deportivo negro con partes rojas. Le sonaba muchísimo haberlo visto antes así que se apresuró a salir del coche para acercarse a la entrada de la tienda.

El atracador estaba de espaldas, charlando con los rehenes que se veían tan a gusto que ni parecía que estuvieran obligados a estar ahí. Contó 5 en total, tres rehenes y dos enmascarados sin camisa. Uno en específico le llamó la atención, el que le daba la espalda. Tenía varios tatuajes visibles. Tatuajes que ya conocía demasiado bien. Su figura parecía de modelo, espalda ancha pero la cintura más pequeña, las caderas volvían a ser más anchas y el pantalón remarcaba perfectamente su parte trasera...

Sacudió la cabeza cerrando los ojos y se aclaró la garganta, ahuyentando cualquier pensamiento que obstruyera su trabajo en ese momento. Despejar la mente. Para eso había salido, pero el destino no parecía estar a su favor y parecía querer joderle un poco. Escucho pasos acercarse, así que supuso que había llamado la atención del atracador. Para cuando volvió a abrir los ojos se topó con un iris azul como el cielo y otro verde esmeralda que lo miraban con diversión. No sabía cuanto tiempo pasó mirando aquellos ojos hasta que la voz del chico lo trajo de vuelta.

- Buon pomeriggio signore Conway.

Frunció el ceño cruzando los brazos intentando disimular su nerviosismo y mantener los ojos arriba. Uno de los agentes le había avisado por radio que el perímetro estaba libre y que ya podía comenzar a negociar. Aclaró su garganta otra vez y habló como si no conociera de nada al hermoso italiano que tenía enfrente.

- Bien, que quieres anormal - sabía que debajo de la mascara el chico ahora tenía esa sonrisa coqueta tan característica y antes de que pudiera responderle otra cosa aclaró rápidamente y en voz baja- por los rehenes, gilipollas.

Toni soltó una carcajada al ver el manojo de nervios que estaba hecho el superintendente. Para otros podía pasar desapercibido, pero para el no. Menos ahora que tenía el lujo de conocerlo más a fondo, cruzaba los brazos y su respiración se volvía más rápida, fruncia levemente el ceño y apretaba la mandíbula, sus mejillas tomaban un color rojizo que se ocultaba en su mayoría por las gafas de sol e incluso empezaba a moverse de un lado a otro para ocultarlo.

Sin importar eso, no dejó que nadie más negociara. Otra de las cosas que había notado el Gambino de Conway eran los celos. Jack era muy posesivo. Le encantaba, para que iba a mentir. Había notado desde que llegaron los patrullas la mirada de otros agentes sobre el. Como le gustaba remarcar, estaba buenísimo.

Cuando llegó Conway, por supuesto que notó aquellas miradas y no le agrado ni un poco. Por eso no se había movido de la puerta.

- Por el primer rehén quiero 1 segundo de ventaja, por el segundo quiero huida limpia y el tercero te lo darò se mi dai un bacio - terminó el italiano con un guiño.

Conway tardó unos segundos pero finalmente con fingida molestia y quedándose en el papel donde no se conocían de nada le respondió.

- El beso te lo puedes meter por el culo, que salgan los otros dos - haciendo señas a sus agentes para que se acercaran a cachear a los sujetos intentando ocultar el rubor más notorio de sus mejillas.

Toni se quejó cuando su propuesta fue rechazada y terminó optando por cambiar al tercer rehén por que no tocaran su coche.

Cuando los rehenes estuvieron fuera de peligro, se acerco de nuevo a la puerta para informarle al italiano que en breves podrían empezar la persecución. El chico se recargo en la pared junto a la puerta que permanecía cerrada. Conway se había puesto de lado para no verle pero sentía como el otro se lo estaba comiendo con los ojos. Iba a gritarle algo para que parara pero el rubio habló primero.

- Ojalá todos los polis que me atienden fueran tan guapos como usted - le dijo ladeando un poco la cabeza y cambiando su forma de dirigirse a el le susurro - te comería aquí mismo.

Era complicado dejar a Jack Conway sin palabras pero ese maldito italiano lo hacía parecer tan sencillo. El rubor ahora del superintendente era imposible de ocultar, intentó volver a carraspear para recomponerse y responderle en el mismo tono.

- Prepara el culo anormal, porque cuando te enganche - bajo aún más la voz para que solo el italiano le escuchara - cuando te enganche, no vas a poder ni sentarte Gambino.

¿Una simple amenaza de Jack Conway no? De todos los días. Nada nuevo para sus agentes. Oh no. Pero el italiano entendió a la perfección a que se refería. Le brillaron los ojos con picardía y le sonrió por debajo de la mascara porque ya tenía lo que quería.

- Sarò pronto amore mio.

"Estaré listo mi amor." Ahora fue el turno de pelinegro de sonreir con superioridad. Subió a su patrulla encendiendo las sirenas para dar la señal. El italiano y su compañero salieron de la tienda y mandandole un beso, su chico se subió al asiento del conductor. Lo dejaría irse por ahora, ya lo castigaría fuera de la ley después...

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