Viejos Tiempos

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Aclaraciones antes de leer!!

▪︎ Intenabo: Gustabo García y Jack Conway
▪︎ No comparten lazos sanguíneos
▪︎ Basado en el spain más reciente (bien tarde pero lo tenía guardado)

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Era tarde. El bullicio que se mantenía vivo en comisaría durante el día, hacía horas que había cesado. Solamente escuchaba el ruido que hacía el reloj de pared que colgaba en su despacho y el pasar de las hojas de los informes que tenía en sus manos. Soltó un suspiro con pesadez. ¿Cuanto tiempo llevaba ahí sentado?

Ordenó los papeles sobre su escritorio y masajeó su cuello adolorido, levantando la vista hacia el reloj. Las tres de la mañana con cuarenta minutos. Suspiró de nuevo, decidiendo que era suficiente papeleo por hoy.

Se levantó de la silla, no sin antes verificar que todo estuviera en su sitio, y se dispuso a salir de aquella habitación en la que su mente le jugaba una mala pasada, haciéndole recordar los viejos tiempos cuando todo era menos complicado.

Observó por encima de su hombro las dos sillas colocadas enfrente de su escritorio, suspirando por tercera vez en menos de cinco minutos, creyendo distinguir dos siluetas conocidas, esperando por sus ordenes. Sacudió la cabeza, girando al fin el pomo de la puerta para encaminarse lo más lejos posible.

Salió por la puerta principal de comisaría revisando en la tableta quién estaba en el turno de noche, buscando un nombre en específico que no encontró esta vez. Supuso que era por la hora, ya que había salido más tarde de lo usual.

No le extrañaba que el inspector hiciera horas extra a veces, con todo lo que había pasado, era de esperar que buscara una forma de ocuparse en algo antes que estar en la soledad de una casa vacía. Conocía el sentimiento a la perfección.

Guardó la tableta al llegar al parking y caminó a paso lento hacía las puertas de garaje que estaban a su izquierda. Los coches policiales estaban en las puertas del fondo, pero el dejaba su coche propio donde nadie se le ocurría mirar y donde ningún gilipollas de turno se le ocurriera forzarlo.

Abrió las puertas del garage, desbloqueó su auto y estaba por subir cuando un ruido a su lado le detuvo. Intentó buscar la fuente del sonido pero en la oscuridad y con sus gafas oscuras no veía una mierda. Decidió sacar el móvil y endender la linterna apuntando hacia la esquina contraria del garage, llevandose una no tan agradable sorpresa al descubrir al dueño del ruido.

- ¿Gustabo? - preguntó cuando vislumbro una cabellera rubia y unos ojos azules observándolo, imposibles de confundir.

- Eh.. ¿Conway? - respondió el otro en un tono adormilado, mientras se frotaba los ojos debido a la luz repentina. - ¿Que hace aquí a esta hora?

- ¿Yo? ¿Qué coño haces tú tirado en una esquina del garage gilipollas?

Gustabo parpadeo repetidas veces guardando silencio, como si estuviera buscando una respuesta a su pregunta.

- Duermo - dijo simplemente luego de unos segundos.

El silencio volvió a aparecer mientras Conway buscaba los ojos del rubio para verificar si le estaba tomando el pelo.

- ¿Qué? - fue lo único que atinó a preguntar, su voz seca, demandando respuestas.

El silencio y la mirada con recelo de esos ojos azules fue lo único que recibio a cambio.

- ¿Duermes? - insistió, queriendo preguntar más. ¿Por qué no se iba a su casa? ¿Siquiera tenía una? ¿Por qué no le había dicho nada? ¿Por qué se veía tan pequeño encogido en esa esquina? ¿Qué era el sentimiento que tenía en su pecho desde que lo vió en la oscuridad? Sin embargo, la mirada que mantenía el rubio parecia advertirle que no abriera la boca de más o se esfumaría en cualquier momento.

Esfumarse. Esa palabra parecía encajar perfectamente con el comportamiento de Gustabo desde que salió del hospital. Tenía la sensación de que no coincidian nunca. Estaba seguro que podía contar con los dedos de una mano las veces que se habían topado en comisaría. Incluso hacer el esfuerzo de buscarle era en vano porque el otro parecia estarlo evitando. Y para que mentir, aunque lo buscara tanto, el mismo tampoco se atrevería a empezar una conversación como antes. Siembre había sido Gustabo el que le buscaba y llenaba el silencio que siempre lo acompañaba. Le hacía falta.

Desvió la mirada primero, masajenadose el puente de su nariz, suspirando exasperado. Volvió a fijar su vista en el rubio, que estaba temblando levemente debido al frío de la noche. Parecía querer desaparecer en su sitio.

- Sube al coche - ordenó, recuperando su porte serio y calmado. Intentando transmitirle al menor que no preguntaría de más si cooperaba.

- No, gracias.

- No es pregunta, Gustabín - frunció el seño, incapaz de suavizar el tono con el que se dirigía a el.

- ¿Para qué quiere que suba al coche? - preguntó, encogiendose aún más en la esquina, abrazando sus piernas.

Para llevarte a un lugar donde no tiembles de frío, donde puedas dormir cómodo y despertar tranquilo, pensó.

Gustabo pareció entender sus intenciones cuando no contestó y sacudió la cabeza en negativa.

- No no, que estoy de puta madre hombre. Si lo hago a propósito, - mentira. - Así no me preocupo por llegar tarde, además estoy cómodo ¿no ve? - otra mentira.

Conway conocía a Gustabo más de lo que le gustaría admitir, sabía que estaba incómodo y que trataba de escaparse de la situación. Si otro tonto le hubiera dicho que dormía ahí para no llegar tarde y evitar porrazos se lo hubiera creído pero para empezar ¿desde cuándo a Gustabo García le importaba llegar tarde?

- Mueve el culo y siéntalo en el coche, está prohibido dormir en las instalaciones de comisaría. - Soltó lo primero que se le vino a la mente, hablando con seriedad y firmesa. Gustabo pareció creerselo porque suspiro derrotado.

Se dio la vuelta cuando le escuchó levantarse, y caminó hasta el lado del copiloto. Cuando Gustabo estuvo a su lado, la abrió y espero que entrara. El rubio le dirigió una mirada malhumorada pero no dijo más, simplemente se subió al coche bajo la atenta mirada del superintendente.

Cerro su puerta y se apresuró al asiento del conductor, temiendo que en cualquier momento de distracción el menor se esfumara de nuevo.

Esperando las quejas del más bajo, encendió el motor y se puso en marcha. Extrañado por el silencio, volteó hacia su acompañante, encontrandolo dormido de nuevo.

Suspiró y cuando le tocó un semáforo en rojo, se dedicó a observar a Gustabo. Se veía tranquilo, con su cabeza apoyada en la ventana y la boca entre abierta, su cabello algo desordenado, como si se hubiera pasado las manos para peinarse pero sin éxito.

Hace tiempo no estaban a solas y, quiso pensar, que como el menor dormía tan placidamente, la confianza que tenían en antaño permanecía entre ellos a pesar del tiempo y las dificultades las cuales el destino parecía encantarle poner.

Con una sonrisa sutil en su rostro, siguió su camino hacia la casa vacía que lo esperaba todas las noches y que, como siempre, solía evitar. Sin embargo, el sentimiendo aplastante que le invadió al ver al rubio durmiendo en el piso helado hizo que, sin pensarlo dos veces, se lo llevara cuál gato abandonado.

Ya pensaría alguna excusa para obligar a Gustabo a quedarse. Al menos la casa ya no estaría tan vacia de nuevo. Como en los viejos tiempos, pensó.

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⏰ Última actualización: Jul 10, 2024 ⏰

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