La vida desde entonces

1 0 0
                                    

En la actualidad el planeta no era más que tierra seca, aguas negras y aire que dañaba más nuestros pulmones que cualquier otra cosa. Se decía que antes, tal vez en los tiempos de nuestros padres, o los padres de nuestros padres, incluso antes. La tierra no estaba seca, había animales marinos, podían verse a través de las aguas, pues estas eran cristalinas y podía beberse de ellas. El aire no se veía como un humo gris, y los árboles eran tan altos que tapaban el sol. Ahora eso solo eran recuerdos de un pasado que nadie aquí había vivido.

Se sabía que había gente en otras partes del mundo, pero las condiciones para que todos estuviéramos en el mismo lugar eran nulas, por no decir imposibles, inexistentes o improbables o todos los sinónimos que existen. Las aguas de los mares habían crecido tanto que ahora los únicos espacios que quedaban eran aquellos con una tierra en la que no crecía nada. Cuando había muerto el último de nuestros ancianos nos había contado de aquel pasado.

-El cielo era azul. <<Decía con lágrimas en los ojos, su voz había bajado unos tonos y miraba a lo alto. Como si buscara aquel azul.>>

- ¡Está loco! El cielo no es azul, solo denle de comer, está alucinando como siempre. <<Era imposible de pensar que alguna vez el cielo había sido azul. Desde que había nacido las cosas siempre habían sido secas, oscuras y dañinas. No podía imaginarme un pasado tan pacifico.>>

-Todo es nuestra culpa, se nos dijo muchas veces. Antes se nos había dicho que esto pasaría, pero lo ignoramos. Nos creímos superiores a todos, la razón fue lo que nos hizo perder el juicio. Acabamos con todo, con todos. Ni siquiera nos importó la gente, nuestra propia especie. Es nuestra culpa que ahora ustedes tengan que vivir de esta forma.

Al día siguiente el anciano murió, se decía que había dejado de respirar mientras dormía, aunque también se tenía la sospecha que alguien lo había matado. No era algo por lo que estar sorprendido, todos queríamos tener el rostro del culpable, un nombre a quien echarle la culpa y preguntarle ¿Por qué? ¿Por qué a nosotros? Las advertencias sirven para algo, para protegernos.

Ahora nosotros éramos la generación más grande, aquella que no conocía a los elefantes, los peces y la lluvia que no quemaba. Pero no teníamos un sentido del seguir viviendo. ¿Qué caso tenía estar en mundo que solo quería matarte?

-Tenemos que hacer algo. La vida ya es muy complicada, no podemos seguir vagando por la tierra solo para buscar una forma de sobrevivir.

Estábamos solo existiendo, eso no era vida. Teníamos que buscar algo que nos motivara a seguir. Por eso habíamos hecho un plan, todos nos separaríamos, buscaríamos ese motivo. Nos reuniríamos de nuevo en el viejo edificio que servía como protección en la temporada de lluvias.

Es de esta forma que comenzó mi viaje para descubrir quién era, qué era y qué sentido tenía mi existencia. Busque noche y día, lo que me motivo a seguir en esta oscuridad. Quería encontrar la respuesta. Había encontrado cosas de las cuales no conocía su función, algunos aparatos que se habían mencionado durante las noches y que solo los creíamos un mito. A pesar de saber cuáles eran sus funciones nunca podríamos utilizarlos. ¿Para que queríamos usar una computadora? Ahora eso no era algo de utilidad.

No fue hasta que entré a una habitación enorme, tenía cristales rotos pero las paredes estaban cubiertas por grandes estanterías, parecía una especie de arcoíris, aquel arco de diferentes colores que se había usado como promesa durante el diluvio. Esa era la historia favorita de mi madre. Y la mía también, que se pudiera crear algo hermoso a partir de la lluvia era algo que me llamaba. Siempre que caía una tormenta busca ver ese arco, esos colores, pero nunca apareció. Ahora podía verlo, pero a través de los lomos de los libros.

No sabía leer, al menos no muy bien. En nuestro campamento solo teníamos dos libros. Los libros eran una carga, algo demasiado pesado y poco funcional, al menos que se quisiera hacer una fogata. Entonces si eran de utilidad. Casi todas las estanterías estaban llenas, como si el tiempo para ellos no hubiera pasado. Y la gente se hubiera olvidado de su existencia.

No sabía cuánto tiempo había pasado dentro de ese lugar, pero lo supe. Aquí dentro estaba la motivación de mi vivir.

Había libros que me costaron más trabajo que otros, algunos tenían dibujos, ilustraciones o palabras que no entendía.

No fue hasta que tomé otro de tantos libros que decidí volver con los demás, era la última en llegar. Creían que había muerto, cuando nos vimos todos supe que la única que había encontrado algo por lo que vivir era yo. Todos estaban curiosos por lo que traía en la mano, no todos sabían leer y algunos pensaban que los libros en realidad no nos darían ninguna razón para seguir viviendo.

Cuando les hable del "ser" que todos éramos parte de él, éramos esencia descubrimos que, aunque nos habían heredado desgracias, también había cosas maravillosas. Aquellas lecturas que nos podían ayudar a cambiar nuestro presente. Todos regresamos al cuarto de cristales rotos y estanterías coloridas. Buscando más de aquel "ser". 

Cuentos y peripeciasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora