CAPÍTULO 4🎸📓

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Maratón 3/4

Si este capítulo te salió primero, elimina la historia de tu biblioteca y vuélvela a poner, ya casi estamos al final de la maratón en agradecimiento por la acogida de reescribiendo canciones.

Ainhoa

Sebastian sale desesperado de la cafetería. No me habla, no me mira y ni se inmuta a esperarme.

Trato de llamarlo, de hacer que se detenga pero no consigo mi cometido. En lugar de detenerse, salió prácticamente corriendo hacia su coche.

Se sube de inmediato y arranca, dejándome sola en la calle.

No soy consciente de que me abrazo a mi misma mientras espero que Sebastian se dé la vuelta y me hable.

Quiero pedirle perdón.

Quiero que me escuche y quiero que entienda lo que sucedió allá adentro.

Tan solo fue un malentendido. Me repito una y otra vez.

— ¿Qué haces aquí afuera? — no soy consciente de la voz de Sam. Tan solo lo espero a él—. Por favor, Noa. Debes de dejar de esperarlo. Sabes que no llegará.

— Tiene que hacerlo — mi voz salió de manera automática —. Se que lo hará.

— ¿Segura?

Sam llegó a mi lado, colocando su suéter sobre mis hombros. No es que fuera la época de invierno, pero no estaba acostumbrada a las bajas temperaturas de la ciudad. Y mucho menos si llego puesto mi uniforme de camarera.

— Se que lo hará.

Mi lado racional grita que no lo hará, pero mí corazón tiene la esperanza de que sí.

Que regresara.

Sam espera a mi lado por un par de minutos más hasta que nos vemos con la obligación de regresar a la cafetería. Fue más que nada gracias a nuestro insufrible jefe, quien había salido prácticamente por nosotros dos.

— ¿Es qué no puede estar un momento sin nosotros?

— Lo dudo — respondí mirando el suelo mientras entrabamos.

No era capaz de mirar a todos los presentes después de la escena que había provocado.

— ¿Crees que puedas encargarte tú de las mesas?

— Ainhoa...

— Por favor — musito en voz baja mientras me alejo unos cuantos pasos. La cercanía de Sam siempre ha estado allí, y en ciertos momentos se lo agradece, pero ahora le temía —. No quiero que hablen de mí.

Escucho suspirar a Sam. Levantó un poco la mirada y allí está otra vez. La compasión que denota en sus ojos.

Quiero decirle que no la quiero, que no la necesito. Pero no quiero traicionar a mi voz, no necesito delatarme.

— Está bien — me acaricia mi brazo —. Iré a las mesas, tú ve a la caja. ¿Está bien?

Su voz es suave, mucho más suave que la manera en que Sebastian se dirige a mi. Y es raro. Porque no tengo grandes memorias de la gentileza de él.

— Gracias.

Prácticamente corro a refugiarme de todo y de todos. Me ubico en la silla de altos que está detrás de la caja, y pongo un poco de orden aquí.

De vez en cuando, acerco algunas órdenes hacia la barra y se las entregó a los chicos.

Son más de las siete de la tarde y la hora de cerrar ya casi llega. El ambiente del trabajo se vuelve denso, estresante. Y más por los camareros que están desesperados por irse.

REESCRIBIENDO CANCIONES [DARK ANGELS #1] TERMINADO✅Donde viven las historias. Descúbrelo ahora