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Charles, el nombre del caballo blanco con el que había desempeñado mi carrera como jinete, había sido retirado de las carreras de caballo después del suceso de la última carrera. La noticia me había llegado minutos después de haber despertado de una cirugía de cinco horas en la que mi cuerpo había hecho lo imposible para regresarme a la vida.

Me alegraba saber que aquel caballo podía darse un buen descanso hasta que estuviese listo para dejar este mundo, después de todo, se lo tenía más que merecido después de haber estado tantos años corriendo sin parar y obteniendo toda la fama y reconocimiento del país.

Sin embargo, el panorama había cambiado para mí, quien había rogado por haber transcendido hacia una próxima vida. Los doctores no habían hablado conmigo hasta ahora, solo se habían dirigido a mi madre durante mi corta estancia en ese edificio, aunque podía sentir las miradas apenadas de las personas sobre mí. Sabía que mi nombre estaba por todos lados, siempre había sido así de una buena manera, me consideraban el mejor jinete de la ciudad e incluso había logrado competir con grandes figuras del país. Tenía el honor de tener un buen lugar en esta sociedad junto con mi familia a pesar de no tener los mismos rasgos de los nativos de estas tierras; había tenido una gran vida si era sincero, pero ahora, la gente sólo murmuraba sobre el futuro de la carrera del jinete estrella que ahora se encontraba en una cama sin poder moverse y quien milagrosamente (y desafortunadamente para mí) aún seguía vivo.

Restregué mis ojos con fuerza, había recuperado la movilidad de mis manos, y aunque aún tenía un dolor insoportable en mi cabeza, me esforzaba para recostarla de lado y poder, por lo menos, entretenerme con la poca decoración de la habitación.

—Buenos días, Jungwoo. —El doctor que conocía bastante bien y quien ahora cuidaba de mí entró a la habitación, atrapándome con los ojos abiertos ya que usualmente solía fingir que dormía para que me aplicaran los medicamentos en silencio y se fueran de la habitación. —¿Cómo te sientes hoy?

Moví mi cabeza dejándola con la vista en el lado contrario, admirando la ventana que estaba decorada por una pequeña maceta con unas flores color amarillo. A la lejanía solo podía ver los edificios que se levantaban junto con el frío de la época que podía colarse sin cuidado por todos lados. Mordí mi labio inferior, escuchando el sonido de los papeles pasando entre sus dedos, leyéndolos tal vez, abrí mi boca sintiendo como mi barbilla temblaba. En mi mayor intento por reprimir esa acción lo único que pude hacer fue dejar escapar un gemido de dolor sintiendo el llanto apoderarse de mí.

—Vivo, por desgracia. —confesé, sorbiendo las lágrimas que bajaban por mi rostro empapando la funda de la almohada..

El sonido de las hojas se detuvo, pude sentir su mirada, apenada, como la de todos los pacientes que se paseaban por el pasillo, como la de las enfermeras que me inspeccionaban a cada hora, como la mirada que me había dado mi madre después de despertar de la cirugía, la misma de Jonathan antes de cerrar los ojos y la última que había recibido de Hyejin cuando decidió dejarme.

El doctor suspiró y tomó asiento en un pequeño sillón al lado de la cama y que era usado por mi madre quién por cierto no se encontraba cerca de mí.

—Pensé que venir a un país con una cultura diferente a la tuya y hablar un idioma ajeno ya era algo bastante agobiante. Pero me has demostrado que en definitiva hay cosas peores que esas. —Detuvo sus palabras por un momento, su silencio me desesperaba con cada segundo. Sólo quería estar solo, no tenía siquiera alguna motivación para abrir los ojos por lo que mucho menos tenía la paciencia para escuchar a alguien lamentarse por mi situación, incluso si su trabajo era el tratarme.— Supongo que nadie te lo ha dicho, tu madre nos dijo que era lo mejor por ahora pero lo mejor que puedo hacer como doctor es ser sincero y creo que es lo más conveniente para tu situación. Jungwoo, si esto te da esperanzas, aunque sea la más mínima, debes saber que no todo está perdido en tu vida, si reposas y te dedicas por completo a ti, podrás volver a caminar.

La furia que había acumulado desde su llegada se desató, enfrentándolo y  encontrándome con esa mirada irritante y el sentimiento de humillación que me provocaba.

—¿De qué me sirve caminar si no puedo volver a montar a caballo? —dije entre dientes, con un ardor oprimiendo mi corazón.

—Jungwoo, ¿no es suficiente con saber que estás vivo? pudiste haber muerto, tus piernas aún no han respondido pero lo harán así como tu corazón pudo.

—Hubiese preferido morir. —dije en voz baja, cerrando los ojos con fuerza, sin poder retener mis lágrimas y con mi paciencia más allá del límite.

Si tan sólo mis manos pudieran alcanzar la maceta para aventársela lo hubiese hecho, en cambio, mantuve mis manos al lado de mi cuerpo con mis puños cerrados , enterrando mis uñas en mi piel,  llorando libremente sin importarme lo que pensara aquel hombre. Ya no era más la imagen valiente y admirable que se había vendido de mí desde que empecé mi carrera como jinete, todo se me había sido arrebatado para quedar en un cuerpo debilucho que no era siquiera capaz de sentir sus piernas.

Gracias a mis silenciosas súplicas, su persona no permaneció más tiempo en el cuarto y terminó retirándose. Su lugar fue ocupado por el de mi madre, quien tan sólo al entrar se acercó con prisa a mi cuerpo para limpiar las lágrimas en mis ojos que aún mantenía cerrados. Era tan ingenua o había llegado a una edad avanzada que no fue capaz de darse cuenta que no estaba dormido, logrando sentir su tacto suave en mi mano y la manera en que cepillaba mi cabello con delicadeza.

—No te preocupes Jungwoo, iremos a casa donde podrás recuperarte. Todo estará bien hijo, te lo prometo.

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Don't do this; Kim JungwooDonde viven las historias. Descúbrelo ahora