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Jaehyun volvió a golpear mi rodilla con el martillo mientras Sooah y mi madre observaban desde la entrada de la habitación, siguiendo cada movimiento del hombre de bata blanca. Murmuraba para sí mismo, palabras que no logré comprender, pero el gesto de su cabeza al negarse indicaba que algo no le había agradado. Con la mirada fija en mi rodilla y los labios apretados, parecía sumido en sus pensamientos.

—Bien, Jungwoo, deberías tomar un poco de aire fresco. Sooah-ssi me ha dicho que no te gusta salir de tu cuarto —dijo finalmente, intentando romper el silencio.

—No es como si tuviera otro lugar a donde ir —respondí con amargura—. No puedo levantarme y correr hasta la ciudad.

—Jungwoo, por favor... —intervino mi madre en tono suplicante, las quejas que había logrado suprimir durante un tiempo volvían a atormentarla.

Jaehyun soltó una risita, y Sooah, aunque tardíamente, le siguió. Volteé los ojos ante la evidente atención que ella buscaba de él; desde que había comenzado la revisión, no perdía oportunidad para acercarse a Jaehyun, ofreciéndole ayuda aunque él insistiera en que todo estaba bajo control.

—No se preocupe, señora Kim, su actitud le ayudará a recuperarse más rápido. ¿Verdad, Jungwoo? —No respondí, limitándome a cruzar los brazos en el pecho, como solía hacer de niño con los berrinches infantiles—. Creo que es hora de retirarme.

—Oh, claro. —Ninguno de los tres hizo un movimiento cuando comenzaron a escucharse golpeteos suaves en la ventana. La lluvia estaba comenzó a desatarse—. Qué pena, doctor. No quisiera que se enfermase. Supongo que lo mejor sería que se quedara al menos hasta que pase la tormenta.

La petición de mamá no pareció convencerlo. Miró hacia la ventana, donde apenas se distinguía su auto negro estacionado a unos metros de la casa debido a la niebla. Sin embargo, Sooah le sostuvo la bata, como si intentara retenerlo, y murmuró algo en un tono tan bajo que no logré escuchar. La preocupación en el rostro de Jaehyun se desvaneció; le dedicó una sonrisa y apartó su mano de la bata con suavidad.

—Está bien, señora Kim, esperemos que pase pronto.

A mamá le agradó la respuesta y, con una sonrisa, salió del cuarto.

—Haré un delicioso té para usted, doctor.

Jaehyun se retiró y Sooah lo siguió, pero antes de cruzar el umbral, se detuvo y me miró con expresión apenada. Había olvidado que aún quedaba un discapacitado bajo su cuidado. Intenté convencerme de que su reacción me resultaba desagradable, pero la verdad era que lo único que deseaba era suplicarle por que se quedara. Para ese momento, ya no me importaban las miradas que había intercambiado con Jaehyun ni sus intenciones.

—¿Es egoísta de mi parte pedirte que te quedes? —Las palabras escaparon de mis labios antes de que pudiera detenerlas. Su sorpresa fue evidente; jugó con sus manos durante unos segundos antes de acercarse a la cama y sentarse en el espacio libre junto a mis piernas inertes.

—¿Quiere que me quede? —preguntó, y su mano, vacilante, se acercó a mi cabello donde con delicadeza comenzó a peinarme.

—Solo no quiero ser abandonado... —murmuré, con la mirada fija en la cobija sobre mis piernas. Una sensación extraña recorrió mi cuerpo mientras un pensamiento que no había tenido en años cruzaba por mi mente—. ¿Te has preguntado por qué esta casa guarda tantos recuerdos de mi padre, pero él no está aquí? —Sooah no respondió; continuó peinándome con la misma suavidad. No era difícil adivinar la verdad: él estaba muerto—. Le pedí que no se fuera la última vez que se subió a ese auto. Me prometió que regresaría. Ambos amábamos montar a caballo, y me prometió que ese día iríamos a dar un paseo... pero no regresó. Incluso mamá se lo pidió, pero no nos hizo caso.

—Jungwoo-ssi...

El silencio en la habitación era casi tangible cuando Sooah se acercó más, reduciendo la distancia entre nuestros cuerpos hasta un punto que despertó emociones intensas en mí. Esta vez, con una confianza inesperada, apoyé mi cabeza en su pecho. No era un gesto lascivo; me sentí en paz, protegido. Había pasado por altibajos en mi vida, pero ninguno se comparaba con la experiencia de haberlo tenido todo un día y perderlo todo al siguiente. Sabía que nunca volvería a caminar, y que, en cualquier momento, los médicos tendrían que amputar mis piernas. Alargaban un sufrimiento cuyo fin ni siquiera podía imaginar. Pero Sooah, ella en especial, había traído una pequeña luz de esperanza, suficiente para mantenerme vivo, mi razón para despertar cada día y demostrar que aún podía dar lo mejor de mí, aunque no sintiera mis piernas.

Nunca había experimentado una sensación tan atrapante, un sentimiento que me envolvía y me hacía sentir pleno. Lo que más me dolía era saber que, en algún momento, ella tendría que irse, y entonces, volvería a perderlo todo.

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Don't do this; Kim JungwooDonde viven las historias. Descúbrelo ahora