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Observé la cabellera castaña y sedosa que descansaba en mi regazo, empapada por las lágrimas pesadas que se deslizaban mientras sus sollozos llenaban la habitación. Le pedí que se levantara, por quinta vez ya, pues no merecía estar en esa situación, no por algo que no había sido en absoluto su culpa.

—Lo siento tanto, Jungwoo-ssi... —murmuró entrecortada.

—No tienes por qué, Hyejin-ah —repetí con suavidad, esperando que mis palabras consiguieran tranquilizarla—. Créeme, nada de esto ocurrió por tu culpa. Solo... así se dieron las cosas.

—No he podido dormir desde que supe de tu accidente. Soy una desvergonzada por no haber venido antes. Perdóname, por favor.

—Estoy bien, Hyejin —respondí, aunque mis palabras parecían perderse en el vacío de la habitación—. Si te preocupa mi salud, no tienes de qué preocuparte. Y, por favor, no llores. Sabes que no me gusta ver a una chica linda como tú llorar. Además, sé que tenías tus razones para alejarte.

La forma en que sus ojos se abrieron con sorpresa, de una manera tan inocente, me provocó una sonrisa. Ya no sentía aquella emoción que me acompañaba cuando solíamos pasear por los viñedos de su padre al amanecer. Pero su personalidad brillante, seguía siendo algo propio en ella. Estaba seguro de que esa era una de las razones por las que su prometido le había colocado ese anillo plateado que yo nunca me atreví a ofrecerle.

—Fue él quien me convenció de venir —admitió, con una leve sonrisa temblorosa—. Dudé todo este tiempo, no sabía si enfrentarte... pero él dijo que sería lo mejor, para que pudiera dejar atrás todo lo malo y cerrar este capítulo en buenos términos.

—Felicidades, Hyejin-ah. Te deseo lo mejor.

—Igualmente, Jungwoo-ssi.

Después de entregarme una invitación formal para su boda, que se celebraría en dos meses, mi madre la interceptó a la salida, entreteniendola en una conversación cerca del jardín. 

Sooah, quien había regresado a su puesto en cuanto Hyejin salió de la habitación, me llevó en silla de ruedas hasta la sala. Allí encendió la radio y se sentó en un sillón cercano, concentrada en algunos papeles que, intuía, eran documentos del hospital que solían llegar por correo.

—Sooah, ¿por qué las parejas se casan? —pregunté, cerrando los ojos y dejándome llevar por la suave melodía que se filtraba desde la radio.

Hubo un momento de silencio. El crujido de los papeles se detuvo, como si estuviera pensando en su respuesta.

—Supongo que... no lo sé, Jungwoo-ssi —respondió finalmente—. Nunca he tenido la idea de casarme, así que no sabría decir qué pasa por la cabeza de una pareja comprometida.

Abrí los ojos y la miré. Ella volvió a concentrarse en los papeles, pero al notar mi silencio, alzó la mirada. Nuestros ojos se encontraron, y por un instante, fue como si fuéramos los únicos en el mundo. Sentí que podía perderme en la profundidad de su mirada para siempre, y que no importaría nada más.

—¿Nunca has pensado en casarte? —pregunté, esta vez con un tono más relajado, dejando que una ligera sonrisa curvara mis labios.

—Yo... no, no lo he pensado —admitió, algo nerviosa—. Pero me gustan los vestidos de novia, son muy bonitos. Me gusta ese estilo.

Sus dedos, pasaron distraídamente detrás de su oreja, como si estuviera acomodando un mechón invisible.

—¿Y tú? —preguntó.

—Sí —respondí con firmeza.

Mi sonrisa se ensanchó al sentir una cálida sensación en el pecho, pero lo que realmente me alegró fue ver cómo tal expresión se reflejaba en su rostro, contagiada por la mía. Dejó los papeles a un lado y se levantó, alisando las arrugas de su vestido antes de pasar detrás de mí. Subió un poco el volumen de la canción que sonaba en la radio.

—Espero que me invites a tu boda, porque me sentiría muy ofendida si no lo haces —bromeó, con una sonrisa traviesa.

Ambos soltamos una carcajada. Por primera vez, la seguridad que veía en ella pareció desvanecerse por unos segundos, cuando, con timidez, tomó mis manos. Comenzó a moverlas delicadamente de un lado a otro, dando pequeños pasos hacia la derecha e izquierda, como si bailara conmigo, aunque yo estuviera sentado y no pudiera sentir nada de la cintura para abajo.

Me perdí en el momento, tanto que no noté cuando la canción cambió de una voz masculina a una femenina. Solo me concentré en sus manos, en la calidez de su tacto, mientras la imaginaba vistiendo uno de esos vestidos blancos que tanto deseaba probar algún día.

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⏰ Última actualización: Sep 22 ⏰

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Don't do this; Kim JungwooDonde viven las historias. Descúbrelo ahora