Agitación

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—Hablando del buen nombrado...—dice el señor Wada con una alegre expresión—. Qué agradable es para mi poder recibirlo, joven Kitain.

En el momento que Tomo cierra la puerta, el agradable calor interior opaca la correntada de viento helado que había entrado junto con él. Las lámparas de aceite mantienen algo de luz dentro de la acogedora cabaña.

—Por favor, señor Wada...—responde Tomo con algo parecido a la vergüenza en su rostro. —Sabe bien que no se puede usar ese nombre a la ligera...

—¡Huhm! Patrañas. —refunfuña el anciano mientras camina hacia la cocina de nuevo dejando solos a los dos jóvenes en la sala por un momento.

—¿Un Kitain...?—recuerda Kazuha, era imposible olvidar un nombre tan importante después de haber escuchado toda la historia.

Tomo dirige la mirada al samurái excusándose con un movimiento de negación de sus manos.

—No le hagas caso, realmente no recuerdo mi propio apellido, y estoy lejos de poder considerarme uno de ellos —dice mientras se quita el haori empapado y lo cuelga en un clavo cerca del marco de la puerta—. Mi nombre es Tomoya, pero puedes sólo llamarme Tomo, estoy más acostumbrado a ese apodo.

—Tomoya...—repite el joven errante.

«Así que ese es su nombre...»

—Y...¿qué hay de ti? ¿Cuál es tu nombre?

Tomo se acomoda en asiento frente al samurái con una mirada expectante, como si también hubiera lamentado anteriormente no haber pedido el nombre del chico.

—Ah, claro. Mi nombre es Kaedehara Kazuha, un desafortunado refugiado de la tormenta igual que usted...—le contesta el más pequeño con una breve reverencia que logra sorprender a Tomo.

—Kaedehara...—repite el rubio con los ojos bien abiertos. Y su mente se pone a trabajar.

«¿Dónde he escuchado ese apellido antes…?»

Y asi, la mente del joven kitain comienza a rememorar un escenario:

—¿Ser adscrito a tu comisión?—pregunta Tomo a su amigo con un claro desconocimiento.

—Sí, antes la Comisión Yashiro tenía algunos clanes adscritos que gozaban de ciertos privilegios, así que me pareció buena idea incluirte ahora. Me debes muchas, no tienes razón para declinar.

El comisionado Kamisato bebe su té caliente de la mañana con mucha clase; era una de esas veces en las que Tomo no sabía si estaba hablando en serio o sólo quería burlarse de él y alzó una ceja.

—¿Por qué tengo la sensación de que me estás tomando el pelo? ¿Siquiera hubo otras personas realmente adscritas en la Comisión con anterioridad?

Tomo estaba casi apunto de perder su paciencia con Ayato y sus juegos de poder. Cuando la gente noble se ponía caprichosa, se convertía en una tortura.

—Si quieres, puedes investigar por tí mismo. Estoy muy seguro de que el hijo de los Kaedehara podrá responder todas tus dudas —Ayato le regala a Tomo una de esas miradas cínicas desafiantes que el rubio tanto detestaba, pero lo que acabó su conversación fue la línea que dijo a continuación, la cual dejó enterrado el tema para siempre—. Sin embargo, por supuesto, intenta ser breve. Seguro aquel muchacho tendrá mejores cosas de las que ocuparse que responder unas trivialidades.

Luego de un segundo de recordar y conectar todos los puntos en su mente. Tomo abre la boca asombrado para preguntar con exasperación:

—Espera...¿¡Tú eres un noble de la ciudad!?

The Tales of Kitain [ Tomokazu / Tomo×Kazuha]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora