2. ☪ Caminos ☪

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Inmersa en toda aquella locura, me olvidé del taxi y acabe llegando a mi casa a pie. Tarde más de hora y media.

Me acordé de mi teléfono móvil al entrar por la puerta y escuchar que éste estaba sonando.


Lo encontré en el suelo. Le di la vuelta, pues había caído justo boca abajo.

Genial.

El cristal rajado en la esquina inferior derecha me recordaría siempre aquel fatídico día.

- ¿ Sí? - atendí la llamada sin percatarme ni de quién me estaba llamando.


- Lya, cariño - escuché la voz de mi tía Marga al otro lado del teléfono.


- Tía...


- ¿ Cómo estás? Llevo todo el día llamándote y no atendías las llamadas. Ya me estaba preocupando, estaba a punto de salir hacia tu casa.


- No estaría mal que lo hicieras, tía.


- Es por tu madre, ¿ verdad? - El doctor Beck me llamó.


- Sí - respondí con un hilo de voz estallando en lágrimas una vez más.


- En una hora estoy allá - me dijo tía Marga colgando llamada.

Decidí darme una ducha de agua fría mientras tía Marga venía a mi casa.

Fui directa al baño. Prepare la toalla morada. Me encantaba. Era tan suave. Mi madre me la había regalado en mi anterior cumpleaños. Iba a ser el último regalo de mi madre , sin contar el regalo que me había hecho hoy, al confesarme que yo era una ¿ bruja?

Me estremecí. Me miré al espejo tratando de encontrar alguna señal de que yo fuera aquello que mi madre me había dicho.

Idiota, ¿ no buscarás una verruga en la nariz, verdad? Dime que no.

Me espanté al verme en el espejo. Tenía los ojos rojos de tanto llorar. Hinchados. Horribles. Si de normal era de piel pálida, ahora parecía realmente un fantasma y no una bruja.

Me quité la ropa y me metí en la ducha.

Mientras el agua fría caía sobre mi piel, sentí un alivio inmenso. Fue como si toda la presión que había sentido todo el día por tantas emociones, se desvaneciera.

El timbre me sacó de mi oasis de paz.

Tía Marga, ya ni me acordaba.

- Voy - grité.


- Vale. ¿ Todo bien? ¿ Por qué gritas, Lya? - escuché la voz de tía Marga afuera.


- Porque estoy saliendo de la ducha - volví a gritar.


- Vale - respondió ella - me asustaste.

Me coloqué una toalla blanca alrededor de mi pelo. Y lo más rápido que pude me cubrí con la toalla morada que mi madre me había regalado.

Corrí a la puerta, y abrí a tía Marga.

- Perdona, cariño. No sabía que estabas en la ducha - sonrió a la vez que me daba un beso tierno en la mejilla.


- No importa, tía. Necesitaba una ducha de agua fría, fue un día demasiado duro.


- Lo sé. Anda, ve y vístete, voy preparando un café , ¿ Quieres? - me miró - está bien, no sé para que te pregunto, obviamente quieres.


- Te quiero, tía - sonreí por primera vez en toda la tarde.

Y fui a vestirme.

Adoraba a tía Marga. Ella era una mujer sublime. Era como mi segunda madre. Esa clase de tía que cuando eres niña te da chucherías a escondidas de tu madre. Que cuando tienes quince años, te da la paga sin que nadie se entere. O que, te regala tu primera sombra de ojos. Era mi cómplice y compañera. Y ahora, ahora la necesitaba más que nunca.

¿ Sabría ella algo de lo que mi madre me había contado? ¿ y sino lo sabía? ¿ Y si le contaba y pensaba que estaba loca?

Eso lo sabe todo el mundo...

Sacudí la cabeza intentando sacar todos esos pensamientos de mi cabeza, todas esas preguntas... de todas formas iba a contarle.

Selene✧Donde viven las historias. Descúbrelo ahora