Selene✧

☪8. Sangre☪

Le miré perpleja.

- ¿Te sorprende mi presencia? - preguntó.

- Pues si... la verdad - respondí.

- Bueno, la entrada fue más normal - bromeó.

- No, si las entradas repentinas y extrañas, o las salidas ya no me sorprenden – le dije.

- ¿Entonces? ¿Qué fue lo que te sorprendió? - preguntó.

- Simplemente que aparecieras, no el modo. Siempre lo haces cuando pasa algo... extraño - dije.

- Ya no – dijo él. - ahora me parece que con solo tu llamada servirá.

- Ah... Y, ¿a qué se debe tal cambio? - pregunté curiosa.

- A tu cambio – dijo él que parecía estar al tanto de todo.

- ¿Te apetece un sándwich? - pregunté con aire de anfitriona.

- Sería un placer - respondió galante.

Antes de comenzar con la cena, aprovechando que el calor había bajado, regué mis nuevas plantas. Escuché un ruido en la parte del tejado, seguido de un sonido extraño. ¿Ratas?

No por favor...

¿Más murciélagos?

No creo que suenen así, aparte ya tenemos uno sentado en la silla de mimbre...

Entonces se dejó ver. A medias. Vi unas pequeñas orejas blancas y rosadas. Era tan bonito, y tan pequeño.

- Oh, mira. Un gato - observó Yuli.

- Sí, tan pequeño. ¿Estará perdido? - dije con pena.

- No creo que sea una casualidad. Toda bruja tiene un gato – dijo sonriendo.

- Muy gracioso. Pues suelen ser negros – le seguí la broma

- Pues a ti te persigue uno blanco, muy blanco...

Maullaba desconsolado. Con miedo a bajar desde tanta altura. Yuli pegó un salto, y de pronto se encontraba en el tejado con el minino entre sus brazos. Me pregunté cómo había podido saltar hasta allá, pero mis dudas se desvanecieron recordando quién era y las entradas misteriosas que hacía de la nada, así que, tampoco era tan descabellado el hecho de que pudiera dar ese tipo de saltos. En un parpadeo, ambos estaban a mi lado. Me lo entregó.

Era la criatura más hermosa que había visto. Su pelaje blanco en su totalidad parecía una nube de algodón, tupida y suave. Sus ojos penetrantes tan azules como los de Yuli. El extremo del rabo era gris como la ceniza, y sus orejas y nariz rosadas como flores de cerezo.

- Oh... es hembra - observó Yuli.

- Lúa - dije entre susurros.

- ¿Qué? - preguntó.

- Lúa - repetí - se llamará Lúa.

- ¿Por algo en especial? Bonito nombre - sonrió.

- Significa... luna – dije observándola anonadada.

La dejé en el suelo para que no se sintiera prisionera. Y se escondió tras la maceta de romero. La dejé tranquila y me dirigí a la cocina a preparar los sándwiches.

- Dudo de que solicitaras mi presencia solamente para invitarme a cenar – dijo de pronto mientras le daba el primer bocado.

- Cierto - respondí sin saber qué decir.

- ¿Entonces?

- La verdad que no lo sé - dije dudosa.

- Yo creo que sí - sonrió. - ¿Qué necesitas saber?