Selene✧

4. ☪ Guardián ☪

Sentí como algo frío y húmedo rozaba mi frente. Esa sensación me obligó a abrir los ojos. Lentamente mis pestañas se fueron abriendo, veía borroso todavía. No sabía por qué. No sabía que estaba pasando.

- Lya, cariño . - escuché la dulce voz de mi tía.

- Tía... ¿ Qué pasó?. - dije asustada, mirando a mi alrededor. Me tranquilizó ver que estaba tumbada en la cama de mamá y no en la cama de un hospital recién despertada de un coma vete a saber por qué.

- No lo sé, Lya. Te encontré en el suelo, desmayada. Supongo que todo lo que está pasando y la muerte de tu madre te han afectado demasiado, como es lógico y simplemente no lo pudiste soportar . - dijo mi tía pasándome el paño húmedo por la frente.

Entonces me ubiqué totalmente, en espacio, tiempo y realidad. La cruda realidad me azotó. Los pensamientos volvieron a mi mente, enredados. Uno por uno, fui recordando todo lo que no quería recordar.

Mamá... Mamá ha muerto...Mamá dijo que eres bruja...El funeral de mamá es hoy...Los pájaros inmóviles...Tía Marga lo sabía...La incertidumbre de la señora que te dio la vida... Los sueños...
Esas voces... La foto... Selene...
Rostros borrados...La foto de mamá sin rostro...
Mamá ha muerto...

Mi inconsciente me mandaba pensamientos enredados, pero ya entendía todo. Tenía que levantarme de esa cama, ponerme en pie. Y despedirme de mamá .

Me incorporé demasiado rápido. Tan rápido que sentí que me mareaba.

- Despacio, no te aceleres . - me dijo tía Marga preocupada.

- No es nada, tía. Creo que me levanté muy rápido. Se me pasará. ¿ Me traes agua?

- Claro. Ya vengo.

Dirigí la mirada hacia esa foto de mamá. No sabía que demonios había pasado minutos antes. Pero la foto de mamá estaba intacta. Con mamá mirándome con ternura, y esa calma que transmitían sus ojos.

¿ Acaso me estaba volviendo loca?

Tía Marga regresó con un vaso de agua. Me lo bebí de un trago.

Me levanté más despacio que la vez anterior. Ya estaba lista para despedir a mamá. Ni mi malestar, ni mi mareos , ni mi posible locura iban a impedir que me despidieron de ella.

Tía Marga y yo nos dirigimos a la iglesia, cogidas del brazo. Me temblaban las piernas. No sabría definir si me encontraba débil, o si simplemente me sobrecogía el dolor de haber perdido a mamá y el miedo a vivir sin ella.

En la iglesia había demasiada gente, a muchos los conocía, a otros en cambio no los había visto en mi vida.

A mamá la quería muchísima gente, eso ya lo sabía. Pero aquel día me di cuenta de que la apreciaba mucha más gente de la que yo creía.

"Rose no se ha ido. Sólo ha cambiado de mundo. Ahora está en el mundo de Dios. Ahora ha alcanzado la vida eterna, aunque nosotros, sus amigos y familiares terrenales, no lo entendamos, y solo sintamos su ausencia. Ella ha alcanzado la vida eterna..."

Las palabras del sacerdote no me calmaban en absoluto.

La vida eterna... claro. Mamá no está aquí.

Empecé a escuchar al sacerdote a lo lejos, como si no me importara en absoluto lo que decía. En verdad, no me importaba. Mis lágrimas recorrían mi rostro sin cesar.

Empecé a recordar momentos vividos con mamá. Momentos felices dentro de aquella vida infeliz que viví siempre pensando que mi verdadera vida había sido borrada. Sintiendo que no pertenecía a ningún sitio. Y a nadie. Y a pesar de ello, en el abrazo de mamá, siempre sentí estar en mi hogar.

Recordé las noches de mi infancia viendo programas de televisión para niños acurrucada entre las piernas de mamá, arropadas por aquella manta suave y amarilla.

Recordé sus enojos cuando no hacía mis tareas o protestaba para los baños.

Recordé aquellas mañanas de sábado en las que íbamos al mercado de la ciudad para comprar ropa.