Los ricos contratan buenos sicarios.

187 36 15
                                    


En unos minutos estaba todo el mundo en la cafetería. Afortunadamente no éramos demasiados: unos 15 (seríamos 16 si Mori no hubiera muerto). Bajar en un tren de lujo en temporada baja tiene sus ventajas (ventajas como que no me de un ataque de ansiedad al pensar que tengo que hablar delante de una multitud de personas).

Los pasajeros estaban distribuidos en las mesitas de mármol que llenaban el vagón y por las ventanas se podía ver el medio metro de nieve que nos impedía movernos.

Vi a una chica rubia de unos 16 años aproximadamente sentada sola en un rincón con el ceño ligeramente fruncido y Ranpo me señaló que era la "ayudante" de nuestra querida víctima.

La señorita Alcott (mi compañera Louisa) estaba al lado de Fitzgerald y parecía preocupada. En otro lado estaban Dazai y Chuuya compartiendo mesa con el tipo con el traje de payaso (que al parecer no era un pijama) y el otro que huyó de él anoche. Tanto él como Chuuya parecían muy incómodos, deseando estar en cualquier otra parte pero Dazai y el payaso charlaban animadamente y se reían disfrutando de la incomodidad de los otros.

La niña estaba sentada con un señor en silla de ruedas (¿su abuelo?) que escuchaba música muy feliz usando unos auriculares.

Yosano se había colocado frente a una mujer pelirroja muy elegante vestida con un kimono. Todo el mundo parecía demasiado tranquilo para que se hubiera cometido un asesinato. Había hasta un chico rubio dormido en una mesa delante de un plato vacío.

Llegó Kunikida y pidió silencio.

- Como ya sabréis la mayoría se ha cometido un asesinato en el tren.

- Lo siento, hablé muy alto - se disculpó Ranpo sin parecer arrepentido en absoluto.

- Así que les rogamos que colaboren con los detectives en lo que les pidan durante la siguiente hora y media - prosiguió.

- ¿Por qué hora y media? - preguntó Dazai.

- Pregúntaselo a él - contesté señalando a Ranpo.

- ¿Por qué una hora y media, Ranpo? - Dazai repitió la pregunta muy serio.

- Es el tiempo que le he dado para resolver el caso - respondió con una sonrisa. No esperaba que Dazai se tomara literalmente mi respuesta.

- ¿Pero si tú eres el mayor detective del mundo por qué lo tiene que resolver tu novio? - inquirió Fitzgerald.

- Ah, es un reto, yo ya lo he resuelto.

Un momento, Ranpo no negó que yo fuera su novio.

- ¿Y por qué tenemos que colaborar en el caso si ya está resuelto?

- Usted no tiene que colaborar, jefe - aseguré -. A usted no le vamos a interrogar.

- ¿Me estáis discriminando?

- No, no, no, no - aseguré -. Es solo que ya sé que usted no lo mató.

- ¿Y eso por qué? - intervino la mujer pelirroja -. ¿Nosotros somos asesinos en potencia y él es inocente?

Esto empezaba a incomodarme.

- No es eso - expliqué -. Solo que el trabajo está hecho de una manera demasiado chapucera. Si Fitzgerald hubiera contratado a un sicario para matarle lo habría hecho mucho mejor.

- Gracias - asintió Fitzgerald.

- Por favor - pedí - que primero venga la momia de la mesa de allí - dije señalando a Dazai.

- ¡Y que también venga el enano pelirrojo! - pidió Ranpo.

- ¿¡A QUIÉN LLAMAS TÚ ENANO!? - protestó Chuuya -. Habló el del metro ochenta.

- ¿Pero los interrogatorios no deberían ser privados? - preguntó Kunikida.

- ¡Así será más divertido! - Aseguró Ranpo en medio de los murmullos que llenaban la sala.

Asesinato en el G. ExpressDonde viven las historias. Descúbrelo ahora