🔍VII🔎

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La noche transcurria relajada para Victoria, quien observaba desde la lejanía como Masón bailaba con aquella desconocida.

Cicely.

Quizás esa pudiera ser su nueva cuñada. Era una lástima que aun no supiera su apellido o quien la acompañaba. Frunciendo un poco su ceño, la pelirroja reconoció que cuando conversaron antes ningún acompañante se acercó a presentarla como debía.

Relajándose, supuso que quizás era del campo y aún no se acostumbraban a las normas londinenses.

Cuando el vals se detuvo, Masón se despidió de la chica con una sonrisa y un beso en su mano. Vicky sonrío, satisfecha de que ser un libertino no lo hubiese llevado a perder los modales. Cuando estuvo junto a ella, el joven carraspeo para ocultar una sonrisa.

—¿Sabías que el Tufu no es la única enfermedad de estos días? -acercandose a su hermana para que más nadie los oyera, añadió- hay cosas peores últimamente, aunque tendrías que saber algo de ciencia para que pudiera explicarte.

Victoria encarco una ceja divertida observando como los ojos de su hermano se dirigían nuevamente a Cicely.

—¿Esa chica te ha enseñado eso?

Masón asintió tomando rápido una copa que cargaba un mesero.

—Así es. Sorprendentemente no tenia idea de la pieza musical que estaba tocando cuando le comenté sus notas a modo de charla mientras bailábamos, pero si sabía mucho sobre ciencia y sustancias con nombres extraños.

La joven guardó silencio confundida, pues a las buenas damas se les enseñaba música no ciencia. Aún así, debía aceptar que ella no era nadie para opinar, pues muy bien que podía defenderse en la cocina aún cuando su antiguo estatus no lo permitía.

Tanteando terreno, tomo su brazo atreviéndose a preguntar:

—¿Crees que sería una buena amiga para mi?

Masón guardó silencio simulando pensar su respuesta.

—Depende de que tan peligroso sean esos conocimientos en tu ahuecada y demente cabecita roja.

Vicky iba a protestarle, pero en ese momento ingresaron varios policías acompañados de Lestrange.

Ambos hermanos se miraron nerviosos cuando el último se acercó a ellos.

—Disculpen que arruine su velada, pero el tiempo es apremiante ahora. ¿Dónde está la Señorita Holmes?

Masón logró reaccionar a tiempo señalando a su hermana.

—Aquí, a su lado.

Lestrange negó jalando los bordes de su saco.

—Me refiero a Enola, Enola Holmes. Sé que esta por aquí, alguien nos aviso- mirándolos desconfiado, agregó en un susurro- No voy a detener a la esposa del Sr. Holmes y a su hermano, seria muy trágico para mi.

Masón observó a su hermana, quien negó casi imperceptible para que no confesara. Podría estar metida en apuros, pero no delataria a su amiga.

Cuando el pelirrojo iba a insistir en que Enola no estaba allí, entre el murmullo que había comenzado a oírse se oyó una voz alertando de que en una sala había una joven grosera acompañada de dos hombres.

Dirigendoles una mirada de arrepentimiento, Lestrange se dirigió allí susurrandoles previamente que mejor se fueran antes de que los viesen la policía.

Victoria deseo llorar apretujando más el brazo de su hermano.

—Masón...

Besando rápido su cabeza, el nombrado la jalo a la salida. Cuando vio que ella protestaría se excuso.

Victoria HolmesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora