Capítulo 2: Solo eras una niña.

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Llevaba sin salir de su casa cinco semanas. Nanko sabía que no podía seguir escondida toda la vida, pero también sabía que, en el momento en que saliese, su cabeza rodaría a manos del Hokage. No era que le importase demasiado si era sincera. A decir verdad, si seguía viva era por Boruto. Había sido egoísta toda su vida, así que decidió dejarle su final al chico.

De repente llamaron a su puerta. La Uchiha se acercó sigilosamente, aunque no le fue necesario observar a través de la mirilla para darse cuenta de que aquel chakra era el de Makoto, era terriblemente obvio. Abrió la puerta sin asomarse y la Hatake entró confundida.

—Nanko... —susurró la mujer en cuanto la vio. No podía creer que la vivaracha niña que un día conoció se hubiese transformado en ella.

Estaba extremadamente pálida y delgada, su cara estaba adornada por el tatuaje de Kara y el Rinnesharingan que un día perteneció a su padre. La adulta cerró la puerta tras de sí y dejó las bolsas en el suelo, seguidamente abrazó a la Uchiha.

—Lo siento —murmuró Nanko. Parecía no haber hablado en semanas—. Tenías razón, fui demasiado infantil, te traté mal, no deberías estar aquí. Actué mal, lo siento.

—¿Cómo no ibas a ser infantil si solo eras una niña? —dijo Makoto, deshaciendo el abrazo—. Eras tan buena ninja que se nos olvidó que seguías siendo una cría. Lo siento tanto... Yo también tengo la culpa. —Los ojos de la Hatake comenzaron a llenarse de lágrimas. —La cantidad de dolor que tuviste que soportar siendo tan joven... De verdad, yo luché para que esto no volviera a pasar, no con tú generación, pero no ha servido de nada.

—No te preocupes, me lo merezco. —Nanko miró a su maestra a los ojos. —Ojalá pudiese llorar como tú...

—Venga, vamos a comer, Nanko, estás muy delgada, hay que ponerse fuerte... —susurró la mayor, pasando su mano por sus ojos para limpiar sus lágrimas. La Uchiha asintió, hacía mucho tiempo que no comía y mucho más desde que no comía con alguien—. Tú siéntate, no tienes que hacer ni decir nada, solo relájate.

La Hatake comenzó a preparar la comida con los ingredientes que había traído. Nanko se sentó en el sofá, mirando a un punto fijo. De vez en cuando, Makoto la observaba y no podía evitar que se le crease un nudo en la garganta. La chica parecía no tener rumbo, lo único que consideraba que la definía (ser un ninja de Konoha), le había sido arrebatado. No tenía familia, ni amigos. Su personalidad se basaba únicamente en ser ninja y no sabía qué hacer consigo misma.

—Puedo convencer a Kakashi, intentaré que te quedes en nuestra casa... —comentó Makoto.

—No, es peligroso para vosotros, es mejor que no —dijo la Uchiha.

—Nanko, no puedo dejar que esto siga así. También tienes que contarme por qué tienes el Rinnegan de tu padre... —susurró la adulta. Nanko dirigió su mirada al suelo, iba a llegar el momento que se temía: otra persona la abandonaría por algo que había hecho.

—Lo maté —explicó la chica—. Maté a mi padre bajo las órdenes de Kara, ¿sabes lo peor? Que fue para nada, todo lo que hago parece ser en vano. —Makoto no supo cómo reaccionar, así que prefirió no decir nada y seguir cocinando.

—A parte de Boruto, ¿quién más sabe que estás aquí? —preguntó Makoto.

—Supongo que Shinki también se huele algo, no lo sé, no he querido avisarle —contestó—. Asumiré que ha sido Boruto el que te ha dicho que estaba aquí.

—Sí, se preocupa mucho por ti.

Nanko negó. Llevaba sin verle desde que la encontró con la pistola apuntando a su cabeza. Había pensado múltiples veces en la relación que mantenía con su hermana y, si era sincera, entendía que estuviese con ella. Era mucho más fácil estar con Sarada que con Nanko, no hacía falta ser un genio para saberlo. Apoyó su cabeza en sus manos, no sabía qué hacer.

—¿Pasa algo? —cuestionó la Hatake.

—¿Qué hago ahora, Makoto? He fallado en todo, no soy ninja, no tengo amigos, no tengo familia, no me queda nada. ¿Qué hago? Nanko murió hace mucho tiempo —susurró más para sí misma que para Makoto.

La adulta no pudo evitar ver a sus hijos reflejados en la Uchiha, imaginárselos en esa situación le rompió en dos.

—Siento no poder ser de ayuda, de verdad —susurró la Hatake.

—Esto es suficiente, es más de lo que he tenido en mucho tiempo.

Una vez Makoto hubo acabado la comida, ambas se sentaron en la mesa, una frente a la otra. La menor se quedó mirando el plato durante unos segundos.

—Nanko, puedes comenzar a comer —dijo Makoto. La nombrada asintió y llevó un pedazo de carne a su boca—. He oído que Boruto y Sarada ahora están juntos... —La Uchiha se tragó la ternera. —Pensaba que eras tú quien le gustaba, veo que me equivocaba.

Nanko no dijo nada, no tenía nada que añadir si era sincera. Sabía que Makoto había hablado para intentar aligerar el ambiente, pero lo que menos le apetecía en aquel momento era cotillear sobre Boruto, era innecesario.

Una vez hubo acabado su plato, Makoto se encargó de recogerlo y lavarlo. Nanko miró a su alrededor, no podía seguir así, era ridículo. Carraspeó y, después, recogió un poco la sala de estar.

—Nanko, sé que me has rechazado antes, pero no puedo dejar que te quedes aquí sola, ven con Kakashi y conmigo, no te pasará nada.

—Makoto, soy plenamente consciente de que a mí no me pasará nada, me preocupáis vosotros. No puedo dejar que os pase algo por darle cobijo a alguien que está en el Libro Bingo —explicó mientras doblaba una manta—. Muchas gracias por ofrecerte... y por lo de hoy, me has hecho abrir los ojos.

—No es nada, en cierta medida, soy responsable de lo que te ha pasado. Si necesitas algo, pídemelo. —Nanko asintió mientras la Hatake caminaba hasta la puerta. —Tranquila, encontraremos cómo solucionar esto, no te preocupes.

Makoto salió de la casa y Nanko se sentó en el sofá, encendió la televisión y comenzó a ver una serie al azar. No le apetecía estar en total silencio porque eso implicaba tener que escuchar lo que su cabeza tenía que decir.

De repente, alguien picó a su puerta, era el chakra de Boruto. No sabía si dejarle pasar, no quería verle, mejor dicho, no quería que la viera en aquel estado. Aun así, se levantó y abrió la puerta.

—¿Qué haces aquí? —preguntó la Uchiha. Boruto sonrió.

—He venido a verte, al fin y al cabo, somos amigos. —Ella sintió y dejó que pasara.

 —Ella sintió y dejó que pasara

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Sharingan | Nanko Uchiha | Boruto UzumakiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora