Introducción

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Me imagino que todo autor piensa en los

lectores que podrían beneficiarse de la

lectura de su obra. En mi caso, pienso en el

proverbial dispensador de agua de la

oficina, junto al cual se comparten

opiniones y se intercambian chismes.

Espero enriquecer el vocabulario que la

gente emplea cuando habla de las

opiniones y las decisiones de otros, de las

nuevas directrices empresariales o de las

inversiones que ha hecho un compañero.

¿Por qué nos interesan los chismes?

Porque es mucho más fácil, y también más

entretenido, encontrar y etiquetar los

errores de otros que reconocer los propios.

En el mejor de los casos, cuestionar lo que

creemos y queremos es difícil,

especialmente cuando más necesitamos

hacerlo, pero podemos beneficiarnos de la

opinión informada de otros. Muchos de

nosotros anticipamos espontáneamente

cómo valorarán los amigos y compañeros

nuestras decisiones; la cualidad y el

contenido de estos juicios anticipados

importa. Esperar un chisme inteligente es

un motivo poderoso para hacer una

autocrítica seria, más poderoso que los

propósitos de Año Nuevo de mejorar en el

trabajo y en casa.

Para ser un experto en diagnóstico, un

médico necesita conocer una larga serie de

nombres de dolencias, en cada uno de los

cuales la idea de la enfermedad se asocia a

sus síntomas, posibles antecedentes y

causas, posibles evoluciones y

consecuencias, y posibles intervenciones

para curar o mitigar esa enfermedad.

Aprender medicina consiste en parte en

aprender el lenguaje de la medicina. Un

conocimiento más profundo de juicios y

decisiones requiere igualmente un

vocabulario más rico que el del lenguaje

que usamos cada día. Del chisme

informado se espera que en él haya pautas

características de los errores que la gente

comete. Los errores sistemáticos son fruto

de inclinaciones, y puede predecirse su

recurrencia en ciertas circunstancias.

Cuando, por ejemplo, un orador apuesto y

seguro de sí mismo sale a escena, podemos

anticipar que la audiencia juzgará sus

comentarios más favorablemente de lo que

merece. Disponer de una etiqueta para

diagnosticar esta inclinación o sesgo -el

efecto halo- nos hace más fácil anticipar,

reconocer y entender.

Cuando nos preguntan qué estamos

pensando, normalmente respondemos.

Creemos saber lo que tenemos en nuestra

mente, que a menudo consiste en un

pensamiento consciente que discurre

ordenadamente. Pero esta no es la única

manera en que la mente trabaja, ni

siquiera la manera habitual. La mayor parte

de nuestras impresiones y pensamientos

surgen en nuestra experiencia consciente

sin que sepamos de qué modo. No

podemos averiguar cómo llegamos a

contar con que hay una lámpara en el

escritorio delante de nosotros, o cómo

detectamos un tono de irritación en la voz

de nuestra esposa al teléfono, o cómo

reaccionamos para evitar un peligro en la

carretera antes de ser conscientes de él. El

trabajo mental que produce impresiones,

intuiciones y multitud de decisiones se

desarrolla silenciosamente en nuestras

mentes.

Muchas de las argumentaciones de este

libro tratan de los sesgos de intuición. Sin

embargo, que el centro de esas

argumentaciones sea el error no

menoscaba la inteligencia humana más que

la atención a las enfermedades en los

textos médicos niega la salud. La mayoría

de nosotros estamos sanos la mayor parte

del tiempo, y la mayoría de nuestros juicios

y acciones son apropiados la mayor parte

del tiempo. Cuando conducimos nuestras

vidas, normalmente nos dejamos guiar por

impresiones y sentimientos, y la confianza

que tenemos en nuestras creencias y

preferencias intuitivas normalmente está

justificada, pero no siempre. Con

frecuencia estamos seguros de nosotros

mismos cuando nos equivocamos, y es más

probable que un observador objetivo

detecte nuestros errores antes que

nosotros mismos.

Y este es mi propósito para las

conversaciones junto a los dispensadores

de agua: Mejorar la capacidad de

identificar y comprender errores en juicios

y decisiones, en otros y eventualmente en

nosotros mismos, proporcionando un

lenguaje más rico y preciso para discutirlos.

Al menos en algunos casos, un diagnóstico

acertado puede sugerir una intervención

para limitar el daño que a menudo causan

los malos juicios y las malas elecciones.

Pensar rápido, pensar despacioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora