CAPÍTULO UNO

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Liverpool, Inglaterra
Año no especificado
Martes. Era San Valentín. Mañana cruda de invierno. Y Minji caminaba contenta por los pasillos de la escuela con un tierno sobre color rojo en las pequeñas manos de niña inocente de seis años. Al ser un día especial y lleno de amor, los maestros de cada salón propusieron que los estudiantes elaboren cartas para su «“persona favorita”». Mejor dicho, dedicar palabras bonitas y sinceras a cualquiera de tus amigos/a. A decir verdad, Minji tomó esta linda idea como forma de que sus compañeras la sumen al grupo, el que fuera. Le pareció interesante. Así que acabó armándose de valor. Se acercó a Bora, niña de ojos marrones y baja estatura. Resaltaba entre los demás niños por ser extrovertida y divertida.
Minji, con los nervios a flor de piel y su corazón latiendo fuertemente, salió de su pequeño escondite y se aproximó hacia la coreana de cabellos castaños, sonrisa brillante.
— Toma. Esto es para ti.
Bora soltó una risita nerviosa. Tomó la carta de Minji con cierta desconfianza. Leyó atentamente mientras se tocaba la nariz. De un momento a otro, la mayor de las dos comenzó a carcajear. Minji bajó la mirada. Ignoró de inmediato las miradas curiosas de las amigas de la bajita y los demás chicos del instituto que, con risas constantes y silbidos, hacían que la débil coreana triste tuviera miedo hasta de sí misma.
— Tienes una linda letra, Minji. —expresó Bora con ironía, dejando a Minji ausente de respuestas y con los ojos cristalizados. — Es una lástima que sea un asco. Tu carta. Es horrible. —una de ellas (amigas), de mala, agarró el sobre decorado y lo rompió sin asco.
Minji fingió una falsa sonrisa y continuó con la mirada gacha. A la par de su humillación, por otro lado, anheló con todas sus fuerzas esconderse debajo de sus cobijas de dinosaurios bebés. Deseó refugiarse en el peluche de león que su padre le regaló al nacer. Jack. Su único amigo. Verdadero.
— ¿En qué estabas pensando? No somos amigas. Ese día de lluvia solo te di mi paraguas por pena. En serio, realmente... Das pena, Minji. Eres inútil. No hay caso contigo.
Minji asintió cabizbaja e hizo una corta reverencia, yéndose rápidamente del pasillo y escabulléndose entre la multitud de estudiantes.
Bora se agachó y acarició los pedazos rotos de la carta de la coreana con las yemas de los dedos, admirando los hermosos detalles de Minji. Ella era demasiado cuidadosa y callada.
Gracias a las malas actitudes y actos de sus mejores amigas, ella estaba comenzando a ser una chica irónica e hipócrita.
— Lo siento, Minji...




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