CAPÍTULO TRES

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Liverpool, Inglaterra
Año no especificado
Pidió serena un poco de agua caliente en el gran establecimiento solo para a hacerse un rico té con miel para calmar su dolor constante y feo de garganta.
La noche anterior... Fue más que horrible. No pudo respirar bien en casi toda la noche. Estuvo con tos toda la mañana del jueves, de hecho. Su voz apenas se distinguía de la del resto. Bueno, en realidad, lamentablemente, Minji no era tan escuchada como en verdad le gustaría. Su voz no solía oírse con mucha frecuencia. Los profesores no tuvieron ninguna clase de problema en las próximas semanas de otoño. Minji se quedó en paz. Al sentirse demasiado moribunda, se tomó el trabajo de asistir a clases para dar el presente, pero no para participar. Realmente, la coreana no andaba bien de salud.
— ¿Necesitas más pañuelos? Toma. No agradezcas.
La joven bibliotecaria colocó en la mesa el pequeño paquete plástico. Entre ojos lagrimosos a causa del resfriado, le dio las gracias como pudo. La contraria solo le sonrió brillante.
— ¿Por qué no te quedas en la comodidad de tu hogar, Minji? No es bueno que vengas estando en ese estado. Puede ser peor. Ya casi es invierno. Debes cuidarte más.
Minji vaya que aprendió a cómo cuidarse. Luego del fallecimiento de su querida abuela, tuvo que sacar fuerza de dónde, evidentemente, no tenía. Comenzó a ocupar un rol de jefe de familia. Ella misma hacía las compras matutinas. Estudiaba y también trabajaba. Tal parecía una universitaria de veinte años, obvio, sin la profesión.
— Estaré bien. Ya pronto me recuperaré. Gracias por los pañuelos. Le agradezco, en serio.
Minji continuó con su lectura. La chica la observó desde su escritorio. La tristeza la atacó. Se cuestionó. ¿Cómo es posible que una niña de secundaria realizara actos de gente grande e independizada? Reprimió sus lágrimas. Ordenó los papeles en su mesa de trabajo. Pero de vez en cuando, la miraba. Minji era de las chicas que amaba el café amargo y salir los días de lluvia. Leer ciencia ficción por el mediodía. Hablar cuando su acompañante le diera la mínima tranquilidad. Recordó feliz cuando Minji le dijo bajito que planeaba terminar una carrera y después casarse con alguien bueno y educado. Ella quería casarse. No mencionó niños, pero imaginó que también quería. Quería enamorarse. La chica rota y hasta el cuello de cicatrices... Quería amar y ser amada por una persona caballerosa, apuesta. La mujer volvió a sonreír ante tantos recuerdos de sus largas conversaciones con Minji. Para ella, Kim Minji siempre será su lectora favorita de todo el instituto. Nadie podía compararse con Minji. Chica sencilla y de buen comer. Chica aplicada. Linda figura. Inteligente. Era una obviedad muy notoria. Minji era su niña especial y excelente alumna.
— No entiendo por qué ellos se burlan de ti.
La preadolescente soltó una risita nerviosa. Se rascó la nuca en un intento de analizar su clara respuesta. Jugó dudosa con su lápiz de escritura borrador. Pensó y pensó. Pero no supo bien qué decir. Suspiró.
— La gente odia lo diferente. Por ello, me lastiman, porque me odian.
Cabizbaja, apretó sus dedos contra su pecho. Buscó una forma rápida de bajar sus nervios. La mujer la miró con una ceja levantada, sorprendida.
— No pueden odiar a alguien como tú, Minji.
Sus hematomas recientes en el muslo izquierdo no decía lo mismo. Minji entendía que a veces su rareza era muchísimo más fuerte que ella, pero ¿es necesario golpear a una persona solo porque se equivocó en clase de álgebra? Por supuesto, la mencionada con anterioridad tenía su propia visión de ella misma. Era algo distinta que la de los demás. Minji se veía en el espejo como una muchacha comprensiva, algo sola, pero no mala persona. Entonces, ¿por qué merecía tal desprecio de gente la cual debía darle una mano con tareas y cuestiones feas de casa? Hasta mantenimiento se reía de ella cuando sangraba en medio del pasillo. Una vez, por aburrimiento, acabó leyendo un pequeño texto reflexivo que la dejó pensando. "Las personas abusadas y rotas no pueden querer". ¿Minji no podía querer porque gracias a gente mala su corazoncito se rompió y esto mismo dejó un vacío inmenso en su interior, acaso? La chica creyó en aquel pensador sin peros. Él tenía razón. Minji no podía querer, por más que muera por a hacerlo. Simplemente, Minji no podía.
Yoohyeon empujó con fuerza la puerta. Miró hacia otro lado cuando estudiantes se le quedaron mirando fijo. Enseguida, sacó su libreta de perros de su uniforme. Desconfiada, se acercó a paso lento hacia la recepción. "Venecia Williams" leyó en su cabeza. Una mujer linda y pelinegra se volteó en su silla para ofrecerle ayuda. Yoohyeon miró como su boca se abría. Recibió una sonrisa en grande. Por otro lado, en una de las hojas de su libreta, ya tenía escrito su presentación, por las dudas alguien estuviera lo suficientemente apurado para llegar a leer. Yoohyeon era de esas que no tenía paciencia. Supuso que era tedioso escribir una presentación diferente a cada ser humano que recién conocía. Como siempre, fue veloz.
"Siéntate junto a Minji. Es la chica rubia que se encuentra cerca de la ventana. Hazme una seña si la ubicas, Yoohyeon".
Yoohyeon asintió. Dio las gracias con una reverencia. Concluyó que tenía que compartir mesa porque el lugar estaba bastante lleno. Cuando llegó a su destino, el asombro la tomó por completo. Era la misma chica de McDonald's. Ahora que la tenía enfrente de sus ojos, lo primero que llamó su atención fue la cicatriz gigante de su muñeca. El miedo casi la paraliza al conectar su mirada penosa con la de la muchacha delgada.
— Oh. ¿Hace cuánto estás ahí parada?
Yoohyeon consiguió leerle los labios. La chica era clara y correcta. Minji esperó ansiosa su habla.
"Hola. Soy Kim Yoohyeon. Soy una chica sorda".
Yoohyeon creyó que su sonrisa se borraría como solían a hacerlo miles de personas cuando levantaba en alto la hoja, pero no, Minji le corrió la silla para que pudiera tomar asiento.
"Hola, Yoohyeon. Soy Minji. Tenemos el mismo apellido, por cierto. ¿Eres mi prima lejana, acaso? Sería gracioso".
La alta negó sonriente con la cabeza. Era la primera vez que alguien extraño la hacía sentir cómoda.
"Ohh. Se siente bien encontrar personas de Corea. Hoy me topé con mucho francés. Apenas sé escribir «hola». Es realmente desastroso".
Minji sonrió como tonta mientras escribía. Trató de redactar lo más entendible posible. No deseaba a hacer sentir mal a Yoohyeon.
"El francés no es tan complicado, ¿sabes? ¿Quieres ver las palabras cotidianas que anoté? No es mucho, pero lo intento".
Su charla a través de escritos no fue densa. Minji se acopló a su personalidad. En pocos minutos, Yoohyeon supo cómo escribir "¿cómo estás?", "buenas noches", y "lindo día".
"Supongo que regresarás a casa con nuevos conocimientos adquiridos".
Yoohyeon se puso de nuevo la mochila. Minji la acompañó hasta la salida. Al fin, sus clases terminaron.
"¿Qué harás ahora?"
"Cuando llego a casa, lo primero que hago es regar mis plantas y darle de comer a mi conejo. Me gustaría que lo vieras. Es muy bonito. Pero creo que después solo me quedaré en cama viendo una película. El clima está medio feo".
Minji sacó su mano del reparo cuando la lluvia comenzó. A Yoohyeon mucho el agua no le gustaba. Prefería la nieve.
"¿Alguna vez bailaste bajo la lluvia?"
"Lo siento. Soy un tronco moviéndome".
La chica cogió su mano. Eso fue el comienzo de todo. Un baile raro bajo la lluvia.
"Gracias por pasar el día conmigo, Yoohyeon".
"Espero verte mañana tan sonriente como hoy, Minji".




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Fantasy Oasis [jiyoo]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora