𝗗𝗶𝗲𝘇

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Mientras la lámpara aún flotaba envuelta en un manto rojo traslúcido brillante, los ojos de Sombra se posaron sobre dicho objeto y se mantuvieron allí como si se tratara de algún hechizo hipnótico.

Guiándose por la sensación familiar de cosquilleo en su cuerno, Sombra comenzó a provocar a través de su magia que el objeto oscilara con paciencia y delicadeza.

Su mente parecía no poder terminar de comprender qué era exactamente lo que había pasado ni cómo había pasado.

Ni lo que implicaba.

Manteniendo el mismo ritmo lento, Sombra devolvió la lámpara a su lugar. Logrando que a simple vista luciera como si en la habitación nada hubiese pasado nunca.

De repente la sábana sobre su cama con manchas de humedad ya no tenía la misma relevancia de antes.

Algo más había tomado esa posición en su lista de prioridades.

Por lo que le dio una última mirada entre desconfiada y curiosa a la lámpara y caminó hacia la parte más espaciosa de su habitación, cerca de su tocador prácticamente vacío, con una idea en mente.

El siguiente par de horas, Sombra decidió que los utilizaría para probar la habilidad que se le había devuelto (aunque no en su totalidad, por lo que había notado) de manera desconocida.

De alguna manera había logrado que todo su tiempo se fuera en probar de diferentes maneras hasta dónde llegaban los límites de su "nueva" magia. Tanto que ni siquiera notó en qué momento la luz cálida del sol mañanero comenzó a asomarse con paciencia por su ventana.

Teniendo en mente que ahora podía darse el lujo de salir de su habitación sin lucir sospechoso ni provocar preguntas indeseadas provenientes de la princesa o cualquier otro poni, Sombra inició su trayecto hacia la Biblioteca, pues era este el lugar que se había vuelto el más concurrido por él debido al silencio y temperatura agradable que lo caracterizaba.

Ergo, el lugar perfecto para llevar a cabo lo que tenía en mente.

Como se lo había imaginado, la princesa ya se encontraba despierta, y lo había confirmado de la manera que justo esperaba evitar.

Coincidentemente, la alicornio había salido de su habitación solo unos cinco segundos después de que él lo había hecho. Y, como lo había anticipado, no pudo escaparse de ser notado por ella.

Por el rabillo del ojo notó como los ojos de ella se posaron sobre él una vez que se percataron de su presencia, y cómo con una pequeña sonrisa comenzó a dirigir sus pasos hacia él.

Aun si no lo hizo visible por fuera, en su mente la mueca de fastidio fue emitida con mucho sentimiento.

Pero estaba bien, sabía cómo lidiar con ella.

«Mantén contacto visual. Asiente cuando termine de hablar. Si pregunta algo, responde sí, no o que no sabes».

La había creado él mismo solo unos días después de comenzar a convivir con ella. Era muy efectiva, a decir verdad.

Habiendo seguido al pie de la letra su lista imaginaria, la princesa se alejó con una media sonrisa en cuanto terminó de decir lo que fuera que quisiera comentarle al semental. Quien, por supuesto, prestó atención únicamente al 20% de todo lo que ella había dicho.

Algo sobre tener que ir a una reunión de importancia en Canterlot. O algo así.

Muy probablemente nada en realidad importante, ella siempre tenía que estar yendo a reuniones y la mayoría no terminaban siendo de importancia verdadera.

En el Interior - [Twibra] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora