Freen.
Cualquiera creería que la universidad es la oportunidad perfecta para dejar los malos años de secundaria atrás, pero ahora, mientras mi rostro se siente húmedo y pegajoso, al igual que mi cabello y parte de mi ropa, pienso lo opuesto.
Llevo tres semanas en esta universidad, tres malditas semanas y la chica frente a mí no ha dejado de acosarme y denigrarme. Insultos, empujones, baños de malteada. Cada maldito día es una tortura, como ahora, que me empujó haciendo que cayera en mi trasero y lanzándome una bebida con hielos a la cabeza. La odio.
—Te dije que este era nuestro pasillo —su voz suena monótona.
—¿Cómo esperas que llegue a clases si no puedo pasar por aquí? —me atrevo a contestarle, lo cual, sin lugar a duda, fue la peor de mis decisiones.
Su expresión neutra de hace un momento cambia por una de enojo. Mierda.
—¿Te atreves a hablar sin mi permiso? —se acerca y toma mi cabello con fuera para que alce la vista—. No tienes permitido hablar sin que yo te lo diga, mucho menos en ese tono —acerca su rostro al mío— ¿Te queda claro?
No sé por qué hago lo que hago, solo sé que estoy tan cansada de sus abusos que no aguanto las ganas de juntar saliva y escupirle la cara.
—Vete a la mierda, Rebecca —digo de forma temblorosa.
Está tan sorprendida que aprovecho la instancia para empujarla, levantarme muy rápido del suelo y correr lo más lejos posible de ella y sus amigas. No miro atrás, no me atrevo a hacerlo, y qué gran error, porque cuando creí que ya estaba lo suficientemente lejos de ella, siento como mi cabello es tomado y mi cabeza estampada contra la pared.
—Me escupiste a la cara —dice contra mi oído. Siento su maldita respiración directa en mi oreja y parte de mi cuello—, ahora quiero que lo limpies.
Gira mi cabeza hacia el lado para que pueda verla a la cara. No se ve molesta, al contrario, es como si disfrutara verme en este estado. Ahí entremedio de mis cabellos y el leve mareo que me atrapa, logro divisar el hilo de saliva que descansa en la parte frontal de su cara; labios, mejilla y un tramo de su barbilla
—¿Estás sorda? —sacude mi cabeza de forma brusca—. Quiero que lo limpies.
A pesar de no querer hacerlo, me encuentro levantando mi temblorosa mano para poder limpiar mi desastre.
—¿Eres tonta? —¿Ahora que hice? —. Nunca dije que lo limpiaras con tu mano.
¿Qué?
Se acerca peligrosamente a mi rostro y el brillo desagradable que veo en sus ojos no me gusta para nada.
—Quiero que lo limpies con tu asquerosa lengua —alza un poco más mi cabeza—, y que te tragues de vuelta toda la porquería que me lanzaste.
Maldita, podría incluso aprovechar de morderla. Sé que sería mi sentencia de muerte, pero en este momento me siento tan molesta, dolida y humillada que lo único que deseo es darle un poco de su propia medicina. Pero al parecer Rebecca escucha mis pensamientos porque no duda en ponerme una advertencia.
—Si te atreves a hacer otra estupidez, te asesino —no entiendo como una chica que luce tan inofensiva a simple vista puede lucir tan aterradora— ¿Te quedó claro, estúpida? —asiento lentamente—. Perfecto, entonces limpia tu desastre.
Tengo ganas de llorar. Yo creí que mi experiencia universitaria sería la mejor. Estaba pasando por cosas tan difíciles antes de llegar aquí que estaba emocionada por comenzar con una etapa nueva en mi vida, así que me esforcé al máximo para poder entrar a esta universidad. Aun así, no fue suficiente. Ahora me encuentro en esta posición, con Rebecca Armstrong haciendo de mi vida un infierno. Ni siquiera sé qué fue lo que hice para molestarla, ni siquiera sé por qué sigo permitiendo que haga conmigo lo que se le venga en gana. Doy lástima.