Freen.
A veces me pregunto por qué, de todas las personas en el mundo, Rebecca tuvo que ser esa por la cual me veo envuelta en una total debilidad. Cada día parece peor que el anterior, pero ¿por qué no puedo apartarme de ella?
—Hola, dog.
Ese maldito apodo. Últimamente, lo dice con frecuencia, sospecho que es porque sabe que lo detesto, aunque una parte de mí se llena de calidez cada que lo escucha, porque de todas las personas que Rebecca conoce, soy la única a la que le tiene un apodo. No importa el significado que este tenga para nuestra historia.
—Te dije hola —me toma de la muñeca de forma brusca para llamar mi atención.
—... hola —le saludo.
—Hoy vendrás a mi casa —informa.
Ni siquiera me pregunta si quiero, ella simplemente asume que haré todo lo que ordene.
—¿Por qué?
—Porque tengo ganas de algo sexual, pero la caja de cartón en la que vives me quita las ganas, así que supongo que si estoy en mi casa lujosa me sentiré menos incómoda.
"Caja de cartón". Ella ni siquiera sabe el esfuerzo que mis padres pusieron para obtener esa casa, casa que amé cada día hasta que Rebecca llegó a arruinarlo para mí, como con todo lo demás.
—Oye —vuelve a apretar mi piel, está vez más fuerte que la anterior—. Hoy estás más tonta que de costumbre.
Muevo mi vista hasta el lugar donde su mano aprieta. Estará rojo más tarde.
El tirón repentino en mi pelo me hace estremecerme de dolor. Mis ojos se cruzan con los fríos y apagados de la chica a mi lado.
—Me estás empezando a sacar de quicio.
¿Por qué jamás detengo nada de lo que me hace? ¿Cuánto tiempo seguiré soportando esto?
Siento que mis ojos se llenan de lágrimas. No estoy triste, ni es el dolor físico lo que me hace querer llorar, es la molestia en el fondo de mi pecho, es el hecho de que aguanto todo el tormento porque una parte de mí no puede alejarse de esta chica.
Poco a poco me estoy perdiendo y todo por este ser humano frío y sin corazón.
—¿Qué demonios te pasa ahora? —pregunta con desagrado.
—... nada —respondo al final.
Quito su mano de mi cabello, la otra de mi muñeca y me alejo un paso de ella.
—¿Acabas de tocarme sin mi permiso? —toma el frente de mi camiseta con violencia, sacudiéndome en el proceso.
Tú me tocas todo el tiempo. Estuve tentada a responder, pero sé lo que eso ocasionaría. La única que saldría perdiendo en esto sería yo.
—Yo...
—¡Becky! —se oye el grito de una de sus amigas.
Noto la molestia en la antes nombrada, pero me suelta.
—Te estaba buscando, habías quedado en acompañarme a almorzar.
Su amiga no me mira, pero sé que lo que dice es solo una excusa para que Rebecca me deje en paz. No recuerdo el nombre de la chica, pero su pelo corto es muy característico. Ella es la que siempre llega en el momento indicado. Pareciera que es la única que se atreve a cuestionar las conductas de Rebecca.
—¿No puedes comer sola o quieres que te dé la comida directo a la boca? —es condescendiente incluso con sus amigas.
—Tan graciosa como siempre —la chica de cabello corto le sonríe, pero noto la tensión en su mandíbula. Qué raro.