Otra parte

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—Los programas de variedades, los grupos musicales, especialmente los de kpop. —. Pensó un momento más, había muchas más cosas que añadir a la lista. —Mi hermano. —. Dijo, con menos fuerza que antes.

—¿Estás seguro de que quieres añadir eso a la lista? —. Su terapeuta despegó un segundo la mirada de su cuaderno, y lo miró de forma inquisitiva.

Ella le agradaba, porque no hacía preguntas estúpidas. Era una mujer inteligente, por lo tanto, sabía perfectamente que lo último dicho no era cierto realmente.

Negó con la cabeza, desviando la mirada a las pulseras gruesas de cuero, que era lo único que había conservado desde... Bueno, desde siempre.

—¿Quieres que comencemos con la otra lista?

—Realmente no tengo muchas cosas que poner en esa lista.

—Ciertamente estar en este consultorio no es una de ellas.

Eso casi le arrancó una sonrisa, si no estuviera pensando en lo que estaba pensando.

¿Es extraño, verdad? No quiero... No quiero dejar de venir aquí.
Ella me agrada. Me gustaría seguir viniendo.

Además... Debe ser una molestia buscar una nueva terapeuta, ¿cierto?
No... No quiero hacer pasar por ello a Saeyoung.

—El helado. El café también es bueno. —. Se interrumpió a si mismo antes de continuar. —. El café suave. —. Hizo una mueca de asco al pensar en el aroma fuerte del primer café que Yoosung le había preparado por primera vez. —. El cielo.

De nuevo recordó uno de esos datos inútiles que su hermano le había dicho, cuando quería convencerlo de decir... Bueno, cualquier cosa.

Mientras ella seguía anotando, se recordó a si mismo de que no quería parecer raro.

—Yoosung. —. Dijo, por fin, esperando ver un cambio en su expresión, aunque sea la más mínima, pero no hubo nada, tan solo lo añadió a la lista.

—¿Y bien?

—¿Y bien?—. Le repitió ella, enarcando una ceja, que desde su punto de vista, parecía perfecta. ¿Sería maquillaje? — ¿Esperabas algún comentario de mí parte?

—No. —. Murmuró él, después de un momento, sintiéndose mal de repente. —¿No me va a preguntar quién es?

—¿Es ese pequeño chiquillo rubio, que a veces te espera afuera de la consulta? Ciertamente, sé que no es tu hermano, o tu cuñada. —. El asintió, hundiéndose más en la silla. —Parece un pequeño cachorrito.

Un comentario, solo un comentario, pero Saeran sintió como si viejos instintos surgieran en el.

Apretó los brazos de su silla, sentía como si quisiera enseñar los dientes y sacar las uñas.

Por dios, ¿Soy una especie de animal salvaje ahora?

—Es ese, sí. Es... Es el mejor amigo de mí hermano. O lo era, no estoy seguro.

Ellos tenían casi la misma edad, pero al casarse Saeyoung, parecía como si Saeran hubiese acabado heredando... ¿Su amistad?

—¿Oh? —. Murmuró ella, alzando la vista, y mirándolo sobre sus lentes de montura delgada, que le hacían recordar a Jaehee. —¿Pensé que era tú amigo?

—No sé si es mi amigo... realmente. Él solía pasar el rato con Saeyoung. Creo que él no quiere que me sienta solo.

—¿Él te ha dicho eso, o lo ha insinuado alguna vez?

—No. —. Respondió, sin pensarlo dos veces.—. Él es demasiado amable para eso. No creo que diría algo así nunca. A nadie.

— Podrías hablar con él la próxima vez. Preguntarle al respecto. Saber que opina él de su relación.

Él no tenía que hacerlo. Sabía cuál sería la respuesta.

El solo lo miraría con esos enormes ojos amatista, y se reiría.
—¡Saeran-ah! ¡Claro que somos amigos! ¿Por qué preguntas-? Ah, ¡Ya sé! Saeyoung te ha dicho algo extraño, cierto?

—Tenemos unos pocos minutos más. —. Le mencionó ella, mirándolo al no haber obtenido una respuesta. Y el ya sabía que venía a continuación. —¿Quieres hablar de algo más?

Mc. —. Dijo él, sin explicar. Y luego sacudió la cabeza. —A la segunda lista. Quiero ponerla a ella. Ella es agradable.

—Añadida entonces. — Ella le dijo, y le dio una pequeña sonrisa, al ver que se levantaba de su lugar. —¿Planes?

—Si. —. Murmuró. Buscó a tientas bolsillos para esconder sus manos, y resopló al no hallarlos.

Claro, no más chaqueta.
Solo suéter a rayas.

Se preguntó si podría conseguir otra chaqueta, debería preguntarle a su hermano más tarde.

Jiwon, su terapeuta, se levantó para abrirle la puerta, y lo miró con una pequeña sonrisa.

Cuando él se retiró afuera, estaba Yoosung.
Estaba sentado tranquilamente en la sala de espera, con su brillante cabello rubio, su hoodie de siempre, y esos pequeños accesorios.

El pecho de Saeran no se sentía pesado cuando lo veía.

Se sentía... cálido.

Una gran sonrisa lo recibió, cuando él alzó la mirada y sus ojos se encontraron.
—¡Saeran-ah!—. Los honoríficos aún lo hacían sentir incómodo. —¿Estás listo para irnos?

El cielo no es siempre azulDonde viven las historias. Descúbrelo ahora