II

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Luz Noceda conducía por un camino muy estrecho y sinuoso que secundaba el cauce del río, desde el centro de Latissa a una aldea pequeña a veinte kilómetros al sur.

A pesar de su belleza y de su relativo aislamiento, el camino por el que conducía Luz no era cosa para tomarse a la ligera. Los conductores tendían a subestimar sus curvas. Como propietaria de una de las casas cercanas al camino, Luz intentó por años que bajara el límite de velocidad. Nadie, a excepción de Odette, la había escuchado.

Este camino siempre la hacía pensar en el último día que pasaron juntas. Irónicamente, ese domingo la omega estuvo la mayor parte del día pescando. Unas amigas de Odette irían de visita al día siguiente, así que la alfa quería dejar la casa preparada para sus huéspedes. Aunque Odette le aclaró que no le molestaba en absoluto que fuera a pescar ese día, le pedio por favor, que el sábado arreglara el jardín. Sin embargo, el trabajo de la morena se interpuso, y Luz decidió ir de pesca el domingo de todos modos. Se dijo a sí misma que se ocuparía del jardín al regresar. Pero al levantarse de la cama esa misma mañana no le comento su decisión a Odette. Cuando regresó, la alfa ya había hecho la mayoría del trabajo. El césped estaba cortado, el sendero arreglado, incluso Odette plantó unas flores alrededor del buzón. Con seguridad le tomó horas, y Luz supuso que Odette se encontraba furiosa con ella.

―Hola linda ―la saludo Luz avergonzada―, perdóname por llegar tan tarde. Es que se me fue el tiempo.

Luz volvió la cara y le habló mientras ésta caminaba.

―Voy a trotar Luz, ¿te puedes encargar de esto?

La alfa estaba por cortar la hierba alta de la calzada; la cortadora de césped descansaba en el patio.

Odette entró a la casa y Luz descargó la pequeña heladera que iba en el maletero del auto. La llevó hasta la cocina. Estaba poniendo el pescado en el refrigerador cuando Odette salió del dormitorio.

― ¿Qué hay de lo que te pedí? ―preguntó Odette molesta.

―Ahora lo hago, linda, en cuanto termine con esto, para que no se eche a perder.

La alfa entornó los ojos.

―Olvídalo. Lo haré yo misma cuando vuelva.

Odette salió dando un portazo; Luz oyó cómo repiqueteaba la ventana.

Ya sin la presencia de Odette, Luz se dio cuenta de que se había comportado como una idiota. Sin embargo, ya no tuvo la oportunidad de disculparse.

~

―Los pequeños no fuman, Luz ―Edalyn Clawthorne, la aguacil de Latissa, observó a Luz a través de la mesa.

―Yo no fumo ―contestó rápidamente Luz.

Eda levantó sus manos.

―Bueno, si quieres engañarte tu misma, adelante. Pero me cercioraré de poner ceniceros cuando estés a mi lado.

Luz rió. Eda era como una segunda madre para ella, y la alfa continuó tratándola de la misma manera que siempre lo había hecho, no como los demás habitantes de Latissa. La había protegido desde que Luz acabó su entrenamiento. "La Dama Búho", cumpliría sesenta y cinco años en marzo, y largo cabello estaba completamente canoso.

Estaban sentadas en una pequeña mesa de un viejo bar. El camarero, un beta agobiado por la cantidad de clientes que llegaban a esa hora, les llevó una jarra de té y dos vasos con hielo mientras pasaba a atender otra mesa. Luz vertió el té y luego le acercó el vaso a Eda.

Eda tomó un sorbo.

―Vaya niña, ¿así que te mueres por conocer a Amity Blight?

Luz observó a Eda.

AMOR, SI TU DOLOR FUERA MÍO Y EL MÍO TUYO... -ADAPTACIÓN LUMITY - OMEGAVERSE-Donde viven las historias. Descúbrelo ahora