VII

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Kikimora. Era una beta alcohólica, sus manos temblaban todas las mañanas antes de tomar el primer trago del día.

La diminuta beta ganaba poco dinero de la información que le disponía a la policía. No cualquier información, sólo aquella que le permitía permanecer en el anonimato y además cobrar. Kikimora sabía muy bien que los alfas criminales solían ser muy rencorosos, y no era tan estúpida como para creer que si los alfas sabían quién los denunciaba, se olvidarán de ella como si nada hubiese ocurrido.

Kikimora había estado en prisión en tres ocasiones. La tercera vez sufrió terriblemente por el síndrome de abstinencia toda una semana. El alfa con quien compartió la celda aquella vez, cansado de escuchar los gritos y quejas de la beta que se prologaron por días y noches, decidió, para poder dormir, golpearla hasta dejarla inconsciente. Kikimora pasó tres semanas en la enfermería y fue soltada con libertad condicional. Aunque le advirtieron que, si volvía a beber o si se drogaba, volverían a meterla tras las rejas.

Aquella golpiza dejó a la beta con un pánico irracional ante cualquier posibilidad de volver a la cárcel. Y a la vez le era imposible mantenerse sobria. No obstante, todo iba bien hasta el día en que decidió pedirle prestado el automóvil a su madre. Kikimora no tenía licencia para conducir, y sin embargo, lo hizo. Quería encontrase con unos amigos en un bar. Cerca de las dos de la madrugada decidió volver. Comenzó a conducir de modo errático en dirección a su hogar. Unos kilómetros más adelante, vio unas luces blancas y azules que centelleaba detrás de ella.

Era Luz Noceda que bajaba de su auto de patrulla.

―¿Eres tú, Kikimora? ―preguntó la omega en voz alta, mientras se acercaba lentamente.

―¡Ah! ¿Qué tal, Luz? ―pronunció Kikimora cada palabra como en cámara lenta.

―¿Has estado bebiendo?

―No, solo estoy un poco cansada ―y para reforzar lo que decía, llevo una mano a su boca y bostezo.

Luz podía percibir el olor a alcohol.

―Necesito ver tu licencia de conducir y tu registro.

―Bueno, es que no los traigo conmigo.

―Necesito que te bajes del auto.

―¿Qué, vas a arrestarme oficial Noceda?

―Vamos, no hagas esto más difícil de lo que es ―Luz abrió la puerta y tomó a la pequeña beta de uno de sus brazos.

Kikimora sacudió la cabeza, como diciéndole a Luz que todo estaba bien, que ella podía bajarse del auto sin problemas. Una vez fuera, sin embargo, las cosas se volvieron más dificultosas de lo que la beta esperaba. En vez de enfrentar a Noceda y pedirle que la perdonara. Kikimora se encontró de pronto en el suelo y se desmayó casi de inmediato.

Despertó temblando a la mañana siguiente. Al darse cuenta que se encontraba de nuevo tras las rejas, el miedo la paralizó. No podía estar de vuelta en la cárcel. De ningún modo. Sentía que allí iba a morir.

Su única esperanza, lo único que podía ayudarla, era invertir las manecillas del reloj y deshacer el arresto de la noche anterior. Pero, ¿cómo iba a hacer eso?

"Tienes información", le contestó una pequeña voz en su cabeza.

~

La omega acabó de bañarse cuando oyó el sonido del teléfono. Iría a trabajar desde el mediodía hasta las ocho, y tenía ganas de pasar una noche tranquila. Azura iba a ir a ver una película con Hécate, y Amity le propuso ir a su departamento.

AMOR, SI TU DOLOR FUERA MÍO Y EL MÍO TUYO... -ADAPTACIÓN LUMITY - OMEGAVERSE-Donde viven las historias. Descúbrelo ahora