13 de Mayo de 2004

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Abrí mis ojos con pesades. Estaba acostado en una cama y vi borrosamente un techo color blanco amarillento. Traté de levantarme pero una punzada en la espalda me detuvo ¿Qué me pasó? Con esfuerzo quité una mascara de mi boca y solté una especie de gemido. La cama pareció flexionarse y poco a poco mis ojos captaron dos caras conocidas.

- James - Jessica y mi mamá se acercaron a mi. Sus ojos azules estaban cristalinos y las largas y roja ojeras delataban que habían llorado. Sonrieron aliviadas y me abrazaron y besaron desconsoladamente.

- Vale, vale. Déjenme respirar.

- ¿Es una broma? Casi mueres, déjanos consentirte - mi hermana se alejaba dejándole paso a mi madre para aplastarme como a un balón.

- ¿Casi muero? - Y observando la habitación me di cuenta de repente que no era mi cuarto, ni mi casa. Era un hospital.

- Hace unos días, cuando se supone que debías estar en tu habitación, estuviste andando por la calle con la bicicleta y te atropellaron. Estabas castigado, por eso es que no debes desobedecer a tus padres - el abrazo de mi madre se volvió tenso, pero no me soltó.

- Hijo - entró papá a la habitación con un periódico en la mano. A pesar de tener solo cuarenta y ocho años tenía semblante de anciano - que bueno que despertaste, estábamos muy preocupados.

- Me atropellaron... - dije conmocionado - ¿Y Jason? - al salir su nombre mi garganta me ardió.

Mi interés en él era ficticio, porque otra persona era la que me importaba. Una oleada de furia, dolor, recor y tristeza cayó como un balde de agua sobre mi. No me permití sentir dolor aquella noche porque el choque lo evitó, aun así mis recuerdos cobraban venganza y recogian cualquier rastro de felicidad para hacerlo añicos.

Mi madre y mi hermana parecían desbordar lástima hacia mi. Se quedaron calladas viéndome por un largo tiempo hasta que mi padre sin comprender decidió tomar el rumbo de la conversación.

- Él vino a verte varias veces. Estaba seguro de que te despertarías. Al fin y al cabo eres su padrino - mi papá mencionó aquello con inocencia pero Jessica y Ana se miraron incomodas - Sabes que ahorita están con los preparativos de la boda, ya empezaron porque Jason se quería casar lo antes posible. Ese muchacho está frenético, solo tienen dieciocho años, ni trabajo, ni un centavo.

- Así son las cosas ¿no? El amor... - dijo mamá saliendo de la habitación, aunque lo que hacia en realidad era huir de mi y mis preguntas. Todavía me hería que hubiera sido cómplice de mi hermano cuando ella sabe que me merecía más a Sarah que él. Yo solo miré a Jessica con tristeza y ella me sonrió igual.

- ¿Cuándo salgo de aquí? - pregunté ansioso. A pesar del dolor en la espalda no me había quejado como normalmente lo haría. Así tuviera que fingir que me sentía excelente no podía seguir ni un segundo más ahí.

- Mañana jovencito, no te alteres - agregó la enfermera regordeta entrando sin permiso a la conversación - Por cierto, deberían dejarlo descansar. Tiene que recuperarse.

- Vaya...- Jess suspiró, y al ver como se alejaba la enfermera se acercó a mi oído con rapidez y susurró - ¿recuerdas a Addison?

- ¿Nuestra ex-vecina?

- Y tu ex-amor - sonreí al recordarlo.

O mejor dicho, al recordarla.

Antes de la familia de Sarah, los Thomas, vivía allí la familia Stevens. Eran tres hijos de ese matrimonio y llegaron unos meses antes que mis padres. Estaba Annie, la hermana mayor, después Jamie y de última Addison. Los tres se llevaban tres años de diferencia y eran extrañamente parecidos. Con el mismo cabello castaño rojizo y los mismos ojos verdes.

Sarah está prohibidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora