Chapter 3: Message between Flowers

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El café que se había preparado hacía mucho que se había quedado frío, pero no le importaba para nada. Ahora mismo y a esas horas tan tempranas de la mañana, no había para Tanizaki nada más entretenido que la servilleta de papel con el número de Odasaku sobre la mesa. Sabía que no se había portado bien con él a pesar de que el alfa le trató de la mejor de las maneras en todo momento, pero él y su torpe lengua lo único que habían hecho era insinuar que le temía y le daba asco por ser un mafioso.

- ¿Qué hago? - murmuró bordeando con los dedos los números escritos en la servilleta.

Al recordar el cálido tacto de su piel contra la suya y sus profundos ojos azules observando cada rincón de su cuerpo, sus piernas empezaron a frotarse entre ellas inconscientemente. Era guapo, era un caballero y aun así... él vendía su cuerpo por dinero y él pertenecía a la banda criminar más temida de Yokohama. Menuda combinación de mierda.

- Maldición, al menos debería disculparme - alargó su mano para hacerse con su móvil pero antes de teclear el primer número, ocultó todo al escuchar como unos pasos se dirigían hacia la cocina. Al descubrir que se trataba de Atsushi, se quedó más confuso al verle vistiendo unos shorts de deporte blancos junto a una chaqueta igual de deporte y del mismo color que le quedaba algo grande - Atsushi...

- Ho-hola - saludó nervioso, ninguno se esperaba encontrarse con el otro teniendo en cuenta que eran las seis de la mañana.

- ¿Qué haces despierto? Es muy pronto.

- Yo... i-iba a salir a correr - soltó la primera excusa que se le ocurrió - ¿Y tú?

- ¿Yo? - empujó más dentro de su bolsillo la servilleta con el número de Odasaku - No podía dormir, ya sabes, por cosas del trabajo y tal.

- Ya, bueno, pues... m-me voy ¿vale?

- Vale, esto... ten cuidado.

- Sí - intentó mantener una sonrisa al despedirse - Lo intentaré.

Atsushi solo se permitió respirar tranquilo cuando abandonó el piso. Temía que Tanizaki descubriese que mentía, pero o el chico andaba muy distraído o él se había vuelto un buen mentiroso. En realidad daba igual, lo importante es que había salido. Del bolsillo de su chaqueta sacó un móvil blanco con tapa, obsequio que recibió de Dazai como inicio de su trato o "juego" como prefería llamarlo el mayor. Si bien lo usaría solamente como medio para mantenerse en contacto, Dazai había insistido en comprarle algo mucho más tecnológico y nuevo, pero Atsushi se decantó por algo más viejo y que no tuviese ninguna función de geolocalización. No pensaba llevar nada encima que le permitiera al mafioso descubrir donde vivía.

Con las calles envueltas en una pequeña niebla mañanera, Atsushi comenzó un pequeño trote. Cualquiera podría pensar que en realidad sí que era alguien que había madrugado para salir a correr, pero semejante madrugón no se lo había pegado por voluntad propia. Cuando llegó al lugar en el que se citaron, la noria de Yokohama, el olor a mar invadió las fosas nasales de Atsushi y decidió acercarse un poco más a este mientras esperaba la llegada de Dazai. Como el sol no había salido del todo, el mar todavía no brillaba en todo su esplendor, pero sabía de sobra que, si continuaba mirando, disfrutaría de un espectáculo precioso por cortesía del amanecer.

- Es bonito ¿no crees?

La voz repentina casi le causa un infarto. La persona que le había hecho venir y con el que tenía un trato tan extraño se encontraba sentado en un banco a unos pocos metros de distancia.

- Buenos días - Dazai giró el rostro para dedicarle una amable sonrisa - Byakko-chan.

- Hola - al percatarse de como los ojos de Dazai viajaban de su rostro a sus piernas, decidió tirar de la chaqueta que llevaba e intentar taparse lo máximo posible sus regordetes muslos - ¿Me dices ya a que ha venido este madrugón?

Bloody Lovers [DazAtsu]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora