No eres mi hijo

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Mucho tiempo atrás
El día que Diego comprendió que perdió a su bebé

En el silencio del baño un Diego de 14 años se miró al espejo. Su mejilla y cuello tenían una gran mancha de sangre, su uniforme de la academia se torno obscuro por la sangre que se seco encima debido a todo lo que tardo parado frente al lavabo.
Su mirada estaba perdida en la nada. Las lagrimas se habían secado en el recorrido por sus mejillas.

Miro sus manos empapadas de sangre, sangre de su bebé.

De repente el ambiente se sentía helado. La respiración se le agitó. Un punzante dolor atacaba su bajo vientre por la desgarradora noticia que le dio su madre aquella mañana.

- Solo eran dolores, s-solo eran dolores.- se repetía una y otra vez acariciando su vientre. Las lágrimas se volvían a acumular a montón en sus ojos. No quería llorar, no quería aceptar.

- Eran tus pataditas, Stan, eran tus pataditas, e-eras tú... ¡AAAAHHH! ¿¡por que!? ¿¡por que tú!?

El bebé. Su bebé. Así como había llegado a su vida se había ido.

Se tiró a llorar en el suelo del baño. Grace llegó en cuanto escucho sus gritos.

- ¡Diego!.- Grace se agacho a su altura para abrazarlo. Ni la puerta cerrada fue suficiente para detener el gran amor de madre de Grace hacia sus hijos.- ya, ya mi amor. Estoy aquí.

- ¡Lo perdí, mamá! ¡Stan murió por mi culpa!

Stan. Era el nombre que el Diego del futuro había olvidado y sepultado junto a ese dolor. Había escogido ese nombre por Luther. El superheroe favorito de su rubio era un superheroe llamado Stan con el poder de imitar los poderes haciendolo invencible.

Diego comenzo a gritar todo lo que su garganta le permitió mientras era abrazado por su madre.

- ¡lo perdí, mamá! ¡perdí a mi bebé! ¡ya no esta!

Grace aún en su programación podía sentir el dolor desgarrador de su hijo.

《...》

Eran las 4 de la tarde de una calurosa tarde de verano cuando la familia de los Hargreeves tuvo la última misión de los infantes esa semana solo que en esta Diego fue el único en faltar.

Como siempre su madre salía para atenderles y hacerles de comer en cuanto llegaron, pero Luther no tenia nada de humor ese día.

- ¿Se encuentran bien? ¿Quieren cenar ya?.- pregunto una amorosa Grace a sus pequeños.

- No mamá. Gracias. ¿Donde esta Diego?

- Diego se encuentra en su habitacion, pero Luther.- le llamó en cuanto vio que empezaba a subir las escaleras.- él pidió no lo molestaran.

- Mamá, solo iré a verlo.- dicho esto empezó a subir hasta la habitacion.
Grace borro lentamente su sonrisa y su mirada bajo hasta el suelo.

- Diego, Diego.- el rubio golpeaba la puerta de Diego trato de abrirla, pero estaba cerrada.- Diego, abreme la puerta. ¡Diego!

- ¡Lárgate! ¡lárgate Luther! ¡dejame solo!

- ¡Abre la puerta! ¡debemos de hablar!

- ¡No hay nada que hablar! ¡vete, maldita sea! ¡vete!

- Diego por favor.. quiero que le dígamos al abuelo de lo nuestro..

- ¡mientes! ¡jamás irias contra él!.- sollozó abrazando sus piernas.- nisiquiera por mi...

- Lo hare por ti.-

Diego alzo la mirada. Lloró tanto hasta que se quedo sin lagrimas y su garganta se desgarro en sangre por los gritos del dolor que temprano destrozó su alma por aquella aberrante noticia.

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