La maleta iba produciendo un chasquido molesto y plástico cada pocos pasos que lograba dar , todo por culpa de una estúpida rueda rota. Las calles adoquinadas del pueblo tampoco parecían el mejor sitio para ir arrastrando el amasijo de plástico rayado y estropeado que usaba para viajar, pero no podía echarle la culpa al camino. Era mucho más fácil murmurar insultos a la estropeada maleta cada vez que el brazo le daba un espasmo por tirar de ella en esas condiciones.
Marinette suspiró, molesta, cuando la maleta se trancó en un adoquín viejo que sobresalía.
—¿Por qué habré pensado que era buena idea? —se quejó Marinette, sacando la maleta del sitio y recolocándola para poder tirar de nuevo de ella—. Ya sabía yo que estabas para jubilarte como caja de trastero, es que lo sabía, lo sabía y lo sabía.
¿Pero qué otra cosa habría podido hacer en su lugar? Salió de casa agarrando lo primero que pilló y se largó dando un portazo y dejando una ruidosa discusión a sus espaldas. Se había pulido el ticket regalo que su abuela Gina le había dado para pillar un billete a aquel pintoresco pueblo y separarse a muchos kilómetros de sus padres y los problemas que no la dejaban pensar.
Y, aún así, se había pasado todo el viaje pensando en su familia y en todas las preguntas que tenía sin respuesta ni solución.
Una brisa fría le acarició el cuello y Marinette se subió el cuello del abrigo gris con un movimiento torpe. Hacía un frío terrible y el peso del anochecer solo hacía que esa sensación fuera peor. Marinette temió tener que lidiar con una rueda rota en medio de la primera nevada del año. Debería haber mirado el pronóstico del tiempo antes de marcharse, pero había tantas cosas que debería haber hecho que era más fácil ignorar las consecuencias de su arrebato y seguir caminando.
A través de su smartphone estaba siguiendo el mapa a la pensión que había reservado de forma apurada durante el viaje. Estaba más perdida que un bañista en el Everest y no terminaba de encontrar el camino a través de todas las callejuelas. El mapa desapareció delante de sus ojos para mostrar la llamada entrante de su madre.
Marinette apretó los labios, indecisa, pero al final le dio a contestar.
—Marinette, cariño, ¿cómo estás? —preguntó Sabine al otro lado del teléfono. Sonaba angustiada y eso solo hizo que Marinette se sintiera mil veces peor—. ¿Has llegado bien a...? La verdad es que no sé a donde te has ido.
—El trasero se me ha quedado como una piedra después de pasar tanto rato en el tren y de comerme muchos baches con un conductor de autobús loco, pero estoy bien, mamá —respondió Marinette—. He llegado bien.
—No me vas a decir dónde estás, ¿verdad?
—Por ahora, creo que no.
—Marinette...
—Mamá, estoy bien, de verdad, pero como te dije... Necesito estar sola y pensar y... —Marinette se sentó sobre su maleta, ignorando la forma en que la rueda rota crujió—. Me conozco a papá, en cuanto sepa dónde estoy, vendrá a por mí. No importa lo enfadado que esté.
—Papá está mucho mejor ahora, cariño —le explicó Sabine.
—Quizás él sí, pero yo no —contestó Marinette—, sé que es una mala fecha para tener una crisis existencial, pero la tengo y tengo que ver por mí misma qué diablos hago con ella.
Escuchó a Sabine suspirar y ese sonido apretujó el corazón de Marinette un poquito más, hasta convertirlo en una pasa arrugada. Ella siempre había sido débil con sus padres y temía que ese fuera parte del problema. Los amaba y sabía que ellos la amaban a ella, pero algo seguía sin funcionar bien. Ella no funcionaba como debería.
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No me llames Rudolph
FanfictionDespués de darse de bruces con un bloqueo de la diseñadora del tamaño de la Torre Eiffel, Marinette huye al pequeño y hogareño Colmar. ¿Podrá el colorido pueblo devolverle la inspiración o Marinette se verá obligada a renunciar a sus sueños? AU de M...