Después de recoger la nieve de las carreteras y las calles usando las quitanieves, el ayuntamiento había extendido la longitud de la adorable montaña que había a las afueras de la ciudad y desde la que todos los competidores se habían lanzado desde que habían dado el pistoletazo de salida.
Marinette había usado todos los trucos que le había enseñado Nino. Estaba segura de que si seguía en ese pueblo mucho tiempo más acabaría dejándose las manos por el camino, convertidas en cubitos de nieve. Pero Marinette, sudando y con esfuerzo, llegó a la meta. La última.
Marinette detuvo el lento movimiento del trineo con una pierna y se levantó, soltando un suspiro.
—Has trabajado duro —le dijo Mylène cuando se acercó a ella y le dio una bolsita con tres bombones.
—¿Un premio de consolación? —preguntó Marinette, divertida.
—¿Quién dice que la derrota debe ser amarga? —preguntó Mylène a modo de despedida.
—Supongo que no tiene por qué —murmuró Marinette para sí misma.
—Oye, ¡bien hecho! —la felicitó Nino, acercándose a ella con el trineo bajo el brazo.
—Eso debería decírtelo yo a ti —contestó Marinette con alegría, viendo la bola dorada que Nino se había enganchado en el abrigo—, llegaste el primero, ¿eh? ¡Felicidades!
—Muchas gracias, es todo un honor —respondió Nino, llevándose una mano al pecho con expresión compungida, como si estuviera preparado para dar su discurso en los Oscars—. Pero lo más importante, ¿te has divertido?
Marinette sonrió lentamente y asintió.
—Es raro porque, bueno, fui más lenta que una tortuga y lo hice de pena, pero ha sido toda una experiencia —reconoció Marinette—, sí, ha sido divertido.
Nino le pasó un brazo por encima de los hombros y la atrajo hacia sí con camaradería.
—Y ya verás que la siguiente será mucho mejor.
—No me lo creo —dijo Adrien, irrumpiendo la escena de pronto—. ¿Me estás siendo infiel, Nino?
—¿Eso no es algo que debería preguntarme Alya en todo caso? —planteó Nino, riendo.
—No te digo que estés tirándole los tejos, pero estás de compinche con ella y eso sí que es ponerme los cuernos a mí —se quejó Adrien, cruzándose de brazos.
Marinette se fijó en que llevaba una bola plateada en el abrigo, abrochada igual que Nino.
—Pero sí eres tú el que tienes amigos repartidos por todos lados —se quejó Nino, sin tomárselo en serio.
—Pero juntarte con ella... —indicó Adrien, señalándola con ademán melodramático—. Eso sí que es una traición.
—Oh, por todos los... —resopló Marinette, poniendo los ojos en blanco—. Estás enfadado porque Nino te ha estropeado tu momento de recochineo, ¿verdad?
—¿Momento de recochineo? —repitió Nino, entretenido por el pique entre los dos.
—Claro, cómo va a venir a restregarme que me ha ganado, si ha quedado en segundo lugar y tú has sido el primero —explicó Marinette—. Para poder hacer eso tendrías que portarte fatal conmigo también, pero como nos llevamos bien, pues él no puede hacerlo sin quedar como un miserable.
—Uf, hermano... —resopló Nino, sin tragarse la risa ni por un instante—. Si venías a repartir cachetadas, creo que has salido con los dos ojos morados.
—Yo no venía a... —se quejó Adrien, pero tuvo que morderse la lengua al ver a Marinette enseñarle la lengua con burla—. Por dios, eres una cría.
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No me llames Rudolph
FanfictionDespués de darse de bruces con un bloqueo de la diseñadora del tamaño de la Torre Eiffel, Marinette huye al pequeño y hogareño Colmar. ¿Podrá el colorido pueblo devolverle la inspiración o Marinette se verá obligada a renunciar a sus sueños? AU de M...