CAPÍTULO 3: Gale, mi héroe

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Despierto de una pesadilla aterradora. Todos mis miedos y mis tristezas juntas. El funeral de papá, mis uñas en la madera de su ataúd, cuando se lo llevaron al edificio de incinerado. Mi desesperación, mi angustia al saberme sola. Luego el sueño cambió y apareció Gale, en aquella pantalla de la plaza de pueblo. Siendo perseguido por animales mutados, picado por rastrevíspulas, herido por un cuchillo y cayendo al abismo, empujado por el último tributo que quedaba.

Grito, intentando alcanzarlo pero desaparece en las sombras, yo estoy empapada por el sudor, agitada y con los cabellos revueltos.

Las lágrimas me sorprenden. Hundo mi cabeza en la almohada pero ya es tarde, he ahuyentado al sueño. Ahora deberé recordar lo que queda de la madrugada, aquellos 73 juegos. Los del año pasado.

Yo tenía quince años, Gale y yo íbamos a cazar todas las mañanas antes de ir a la escuela. Cuando amanecía ya estábamos allí, poniendo trampas y recolectando bayas silvestres. Me hice buena con el arco y las flechas con el tiempo. Solía cazar ardillas. Me parece que ha pasado una vida desde eso. Hace más de un año que no puedo entrar en el bosque.

Un día antes de la cosecha, él me contó lo de Delly, estaban peleados. Me sentí furiosa, Gale era muy apuesto, fuerte, valiente. ¿Qué chica del Doce no soñaba con él? Y esa mañana, quizás en un arranque de indignación, lo besé. Fue mi primer beso, hasta ese momento, no me había detenido a pensar en muchachos. Estaba tan preocupada por llevar comida a mi casa que nunca pensé en el amor y esas cursilerías. Gale era mi amigo, mi compañero de caza, no quería arruinarlo con una relación que quizás no funcionaría. Además ¿Qué derecho tenía yo de amar o de pensar en el futuro cuando podíamos ser asesinados por el capitolio como cucarachas?

No esperé la reacción de mi amigo, ni aquellos besos húmedos cargados de deseo, el roce de sus manos en mi cuerpo. Se recostó en una mata de hierba y me atrajo con él al mullido suelo del monte. Nos olvidamos de la caza por un momento, del bosque, de nuestras familias y sólo nos preocupamos por sentir. Pero el sol y el eco de unas balas a los lejos nos avisó que ya era hora de irnos. Nos separamos con las mejillas ardiendo por no haber continuado y llegar a conocer lo que hay más allá de los manoseos.

— ¿Podemos venir en la tarde? Pasaré por ti— me dijo entre besos y caricias.

—Sí, está bien— respondí. Nos despedimos, casi no hablamos de regreso al pueblo y no volvimos a hablar de aquello hasta que el día acabó.

Yo estaba intranquila, era muy pronto para avanzar. Sé que la cosecha era al día siguiente, que nuestras cabezas pendían de la suerte, y aun así, tenía esperanza que todo siguiera igual y quizás con el tiempo, nosotros podríamos huir junto a nuestras familias del yugo del capitolio.

Gale pasó por mí temprano, le dije a mi mamá que teníamos que ir a negociar unos pavos que habíamos cazado pero ella ni me escuchó.

Caminamos sin decir palabra, yo con mi arco y mi carcaj en la espalda, el con su lanza, hecha de un trozo de madera. Tenía atado un cuchillo en la punta y a veces pescaba algún bagre en el lago.

Ambos sabíamos a qué íbamos en realidad, no a cazar ni a buscar bayas. Habíamos iniciado algo placentero y veníamos por una nueva dosis. Cuando mi pie se enredó en una mata de ortigas secas y él chocó contra mi espalda, sus manos fueron directamente a mi cintura y sus labios a mi cuello.

No puedo negar que había despertado sensaciones nuevas, me giré a buscar sus labios tibios. Gale olía muy bien, a pinos, a hierba fresca. Nos fundimos en un beso intenso y nuevamente nos recostamos en la hierba, esta vez el sobre mí. Su boca se movía de mis labios a mi cuello tanto como su cuerpo frotaba el mío. Fue tan placentero, sentir sus dedos tocando mis pechos. Aún hoy, puedo sentir aquel cosquilleo, la humedad que genera en mi entrepierna. Pero en ese entonces no estábamos listos. Yo sabía tan pocas cosas con quince años. Sabía cazar, buscar presas, trepar árboles, pero de la pasión no sabía nada. Demasiado pronto se hizo de noche y tuvimos que volver con la promesa de terminar lo que comenzamos y la deliciosa complicidad de tener un gran secreto sólo nuestro.

LA GATA (THG)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora