3. Tequila

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La noche es para los amantes. Cobija a aquellos que se aman sin palabras y conversan con sus pieles. Es la única testigo de aquellos que dan todo de sí a sus compañías antes de alejarse para nunca volver a verse. Acuna en su seno a todo aquel que se deje arrullar por sus exquisitas tentaciones.

Solo ella puede verlos, perderse en su oscuridad, juntando sus labios para probar el néctar que tanto han estado anhelando, explorando con las yemas de los dedos cada contorno de la comisura de su opuesto, juntándose y perdiéndose entre sus respiraciones agitadas y deseos que afloran en el roce ligero de sus pieles.

Las manos del pelinegro están fijas en las caderas del castaño, buscando mantenerse cerca al mismo tiempo que avanzan torpemente dentro del oscuro departamento de Luzu. Intenta con sumo esmero no perderse en el exquisito sabor a tequila que tienen los labios del mexicano, pues de hacerlo realmente no le importaría continuar con sus besos en el sofá, sin embargo está decidido a llevarlo a su cama y a trompicones lo logra, apenas pudiendo abrir la puerta pues no se encuentra con la fuerza de deshacer su cercanía. Jadea contra los labios del otro mientras recuperan el aliento, de pie en la entrada de la habitación.

Se relame los labios con la punta de la lengua, sintiendo las pequeñas heridas que los dientes puntiagudos del más bajo han dejado sobre éstos. Quackity no está mejor que él, pues sus labios están rojizos e hinchados por la brusquedad y el desespero que han acarreado a su contacto.

Entonces el pelinegro actúa, derribandolo sobre la cama y metiéndose entre sus piernas, volviendo a besar sus labios mientras sus manos se cuelan por debajo de la camisa, ahora desarreglada, que porta ésta noche.

Su cuerpo se mueve contra el suyo, un vaivén ligero que lo pone a delirar y la respiración se entorpece en su garganta, jadeando cuando el pelinegro empieza a besar su cuello, dejando mordiscos pequeños sobre su piel lechosa. Una de sus manos sostiene la pierna derecha del castaño, manteniendo su agarre firme y haciendo círculos sobre la tela con su pulgar mientras que la otra se escurre por debajo de su ropa y sube por su costado, estremeciendolo de forma placentera ante aquellos roces. Los dedos de Luzu se clavan entre la espalda del más bajo y su cabello, el cual cae salvaje tras ser liberado de aquel gorro de lana oscura.

La ropa se vuelve estorbosa y no hay reclamos cuando se despojan mutuamente de ésta, sus pieles arden y el contacto que hay en ellas solo aumenta su deseo, se consumen el uno al otro y se aferran de tal forma como si el mundo a su alrededor fuese a acabarse tras cada estocada.

La mente de Luzu vuela muy lejos de la realidad y se consume dentro del pecado al que su cuerpo se somete tan activamente. Sin embargo no puede refutar ni ignorar la exquisita obra de arte que es el hombre que ahora está sobre su cuerpo, ese que le brinda un placer aplastante y cuyos cabellos de hebras oscuras se pegan a su frente mientras jadea y le murmura cosas indecentes.

Es tan glorioso que de morir en aquel instante se iría al otro mundo más que satisfecho.

Se funden el uno en el otro y se pierden en sus delirios, dejando atrás cualquier pena o pensamiento, concentrando cada fibra de sus seres en quien los acompaña hasta ese abismo de placeres en el que están ahora.

Es simplemente embriagador.

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Las primeras horas del día son las más oscuras en aquella época tan fría del año. El sol apenas se asoma perezosamente en el horizonte, sin la fuerza suficiente para brindar al firmamento todo su esplendor mientras se asienta en el cielo.

Luzu abre sus ojos de forma perezosa, sin saber exactamente porqué se ha despertado pero el sueño ha abandonado su cuerpo así que por más que lo intente no puede volver a dormir.

BLIND | LuckityDonde viven las historias. Descúbrelo ahora