Capítulo 5

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—Tonto, tonto, tonto —fue mi cantinela ayer y la de hoy igual. ¿Cómo la he podido fastidiar tanto?

Entro a la fábrica a las siete, como todos. Ficho y espero que alguien me diga dónde ponerme. Marcos se acerca y me hace una seña. Lo sigo.

—Oye, chaval. ¿No le habrás hecho nada a Dany? Porque me ha dicho que te ayudase yo y que ella cogía a la nueva. Pero parecía molesta.

—No... —pero no suena muy seguro y Marcos me mira, mueve la cabeza y me indica el puesto de empaquetado.

—Demasiado guapo para el puesto, eso es lo que pienso —refunfuña. Empieza a empaquetar los dulces y yo miro a mi alrededor, buscándola. Está en la otra punta. Por un momento, levanta la vista, pero vuelve a bajarla en cuanto me ve.

Me concentro en lo mío porque si no, Marcos se pondrá nervioso. No es un trabajo difícil, pero realmente es pesado y tedioso. Ocho horas haciendo lo mismo cansan a cualquiera. Y, sin embargo, el ambiente es agradable.

Lucas aparece un minuto antes del descanso y me hace una seña para que acuda a la sala de cafetería.

—Anda, ve, que es el jefe y él manda —dice Marcos.

Voy detrás de mi hermano y él cierra la puerta.

—Estás muy guapo con gorrito y calzas —dice riéndose, aunque él también los lleva.

—¿Qué ocurre?

—Que la has cagado, chaval. Te vi besarla y luego largarte. Ella se quedó un rato allí y luego estaba muy disgustada. ¿A qué fin lo hiciste?

—Lo sé, Lucas. Pero no lo pude evitar. Yo no sé qué tiene.

—Sí, lo sé, es especial y es amiga mía. Preferiría que no le jodieras la vida, porque en unos días, tú volverás al puesto de oficina y ella se quedará aquí abajo.

—Te recuerdo que las relaciones entre jefe y empleada no están prohibidas —contesto enfadado.

—O sea, ¿que has pensado en una relación y todo?

—No pongas palabras en mi boca que yo no he dicho. No quiero relaciones, no en este momento. Ya le dije que había sido un error.

—No, si además de imprudente, eres tonto perdido. Dany no se ha interesado por nadie en años y vas tú y metes la pata.

—¿Y por qué no? —Ahora siento curiosidad.

—No te lo voy a decir. Si te interesa, se lo preguntas.

Se va enfadado de la sala del café y yo me sirvo uno. Dany entra y al verme, se vuelve para irse.

—Por favor, no te vayas.

Ella sujeta todavía el pomo, pero parece escucharme.

—Perdóname. Es que no es un buen momento para mí.

Su mirada se suaviza y asiente. Pasa y se sirve un café. Entran dos empleados más y sacan sus almuerzos de la nevera. Yo debería traerme algo, porque me ruge el estómago. Dany sonríe al escucharlo.

—No tienes práctica en trabajar a turnos ¿verdad? Anda, toma.

Saca un paquete de galletas de un armario y me la tiende.

—Gracias.

—Es nuestra despensa por si alguien se olvida el almuerzo, pero lo que consumas, lo tienes que reponer.

—Claro, eso está hecho.

Me tomo algunas galletas con el café y luego volvemos al trabajo. Al menos, ella no está enfadada.

Tengo que recordar traer algunos paquetes de galletas para la despensa. De hecho, hoy debería ir a comprar. Casi todos los días encargo comida, pero me apetece hacer algo distinto.

Acabamos el turno, fichamos y me voy. Hace mucho frío y amenaza con nevar. La veo marcharse y no le digo nada. ¿Para qué? ¿Para volverla a fastidiar? ¿Para acercarme a sus labios y besarla?

Dejo las cosas en casa y voy al supermercado de la esquina. Creo que es la primera o la segunda vez que he acudido, así que estoy más que perdido. Después de dar dos vueltas, consigo encontrar huevos. Suspiro y escucho una carcajada detrás de mí.

—Comprar, no compras mucho, ¿verdad?

Me giro al escuchar su voz. También es casualidad encontrarme a Dany allí.

—No. Hace poco que me fui de casa y la verdad, tiro siempre de comida preparada.

—Pero eso sale muy caro. No me extraña que tengas que buscar trabajo desesperadamente, porque no llegarás a fin de mes.

—Y tú, ¿vives por aquí? —digo encogiéndome de hombros.

—Sí, tuve la suerte de que mi abuela me dejara un piso en herencia y, aunque es zona de gente con dinero, hay un poco de todo. ¿Tú sí vives aquí?

—Me han dejado un piso, un compañero de la universidad. Estoy de prestado hasta que encuentre algo. —Venga, otra mentira para mi lista.

—Pues mi piso es muy grande y pensaba alquilar una habitación con derecho a cocina. Y tengo dos baños. O sea... no pienses nada raro, pero me vendría muy bien un ingreso extra.

—Gracias, lo pensaré. Mi amigo me deja quedarme a cambio de que lo mantenga, pero más adelante, podría ser una opción.

Ya no sé qué más puedo inventarme. Cuando me descubra, con lo que es ella, creo que no me hablará en mi vida.

Me guía por el supermercado y así, la compra es mucho más sencilla. Estar con ella es sencillo. Pago y me doy cuenta de que comprar comida preparada me resulta mucho más caro, tal y como ha dicho ella, pero hasta ahora no me lo había planteado. Supongo que no haber tenido que hacerlo es lo que tiene.

Me voy para casa, despidiéndome de ella con pereza; con pocas ganas de dejarla, y ella titubea, pero no puedo llevarla a casa, donde hay fotos mías con la familia, algún trofeo deportivo y cosas personales. No, sería algo sospechoso.

Ella me saluda con la mano y creo que ya no está tan enfadada. Y por eso, pienso que estas Navidades están siendo mejores de lo habitual.

Dulce NavidadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora