Capítulo 8

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Los besos se aceleran, a la par que nuestros corazones y, sí, ¡joder!, lo estoy estropeando, pero deseo tanto acariciar su piel desnuda y tenerla pegada a mí sin ropa que se interponga, que no me resisto.

Ella ríe y me lleva a su habitación. No tiene más que un enorme colchón y dos antiguas mesillas. Abre la cama y me mira. Ambos estamos parados, sin perder de vista nuestros ojos. No sé qué pensará ella, pero yo creo que es preciosa y que ahora mismo, daría todo por estar con ella. ¿Absurdo? Sí, lo sé.

Acaricio su rostro y ella se acuesta en mi mano. Luego no puedo evitar bajar por su cuello, acariciar su barbilla. Se ríe y se quita el jersey, quedándose con una camiseta de tirantes nada sexy en cualquier otra persona, pero increíble en ella. Se encoge de hombros y se la saca. Todo lo que veo en ella me excita. Ella me ayuda a desnudarme, ansiosa y pronto nos quedamos en ropa interior.

—Dany, yo debería decirte...—empiezo sintiéndome culpable por no ser sincero.

—Sea lo que sea, no es el momento, Alex. Y si es algo que me va a cabrear, me lo cuentas mañana. Ahora quiero otra cosa.

Se echa en la cama ya desnuda y la acompaño. Tiene un delicioso cuerpo fibroso y delgado, piel suave y curvas en los lugares adecuados, como ya se adivinaba. Y lo mejor es que huele dulce, tanto que solo quiero pasar mis labios por cada centímetro de su piel, y así lo hago. Me deleito en su sabor, y ella gime y da pequeños grititos de placer.

Estoy disfrutando mucho y creo que ella también, cuando, de repente, me toma del brazo y me acerca a su rostro y me besa con ansia.

—Vamos, hazlo ya. Tomo pastillas, si quieres, puedes entrar...

Me pongo sobre ella y me deslizo por su deliciosa humedad y ella pasa las piernas por mi cintura, como si no quisiera soltarme. Me apoyo en los antebrazos, de forma que estoy cerca de ella, observando su rostro que se estremece de placer. Me acaricia con sus labios, recorro su cuello con los míos, mientras continúo moviéndome con una cadencia rítmica, a la que ella se acopla. Me muevo más deprisa, quiero más y su respiración se agita. Estamos cerca. Ella me mira y gime ruidosamente, siento sus contracciones y me dejo llevar. Casi no puedo aguantar, así que todo lo que he retenido sale.

Caigo en la cama respirando trabajosamente, con el corazón a cien. Estamos sudando y Dany coge el edredón y nos lo pone por encima. Se echa sobre mi pecho agitado y paso la mano por su espalda, acariciándola.

Se está bien, ahí dentro, calentito y acompañado por esa maravillosa mujer que, cuando descubra todo, me va a odiar. Doy un largo suspiro y ella levanta la cabeza y me mira.

—No, hoy no.

Vuelve a echarse y no me pregunta. Joder, si fuera Eve, hubiera estado molestándome hasta que me habría levantado y salido de la habitación.

No quiero compararla, pero es que Dany sale ganando, sí o sí. Solo que mis problemas se multiplican. Me estoy poniendo nervioso, pensando en mi padre, tengo que hablar con él y con Lucas.

Me levanto y empiezo a vestirme.

—Tengo que irme. No es nada... o sea, tengo problemas, Dany. Me ha encantado estar contigo, ha sido tan especial que, si no fuera por ti, esta noche hubiera sido una de las peores de mi vida...

—Tranquilo, Alex. Sé que hay algo grave, pero quizá no estás preparado para contármelo, aunque... aunque nos hayamos acostado. A veces es más fácil tener sexo que contar algo íntimo. Solo quiero decirte que, cuando sea, estaré aquí.

—Joder, Dany, no puedes ser tan buena persona. No existe eso —digo nervioso. Me pongo el jersey y salgo al salón, dejándola sin palabra.

No puede ser tan buena persona porque entonces yo soy un hijo de puta.

Dulce NavidadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora